lunes, 28 de septiembre de 2009

Uólquin dáun Falucho strít

Me mira fijo, toma posición y me ladra. Tiembla, me muestra los dientes, amaga a que viene, va hacia atrás, me torea. Amago a agarrar un piedra del piso y eso me da unos metros de distancia; el infame perro blanco y naranja retrocede. Llego a la esquina, doblo y escucho todavía sus ladridos. No sé por qué, pero los perros me odian. Los muy malditos aprovechan cualquier oportunidad para mortificarme. Me ladran, me gruñen, me persiguen. De a uno, de a dos, de a muchos. Odio a todos los putos perros en nombre de los pocos que me han mordido. Sé que es una equivocación filosófica, pero me chupa un huevo. Los odio.

Uólquin dáun Falucho strít,
bordeando el cementerio de Alte. Brown,
los perros no son mi peor problema.
Uólquin dáun Falucho strít,
Saltando las zanjas que huelen a muerto,
Pisándome los cordones embarrados,
Perdido.
Uólquin dáun Falucho strít
La calle de las flores y los muertos
Uólquin dáun Falucho strít
Donde las tumbas vencidas
Serán removidas
Sin previo aviso
Escupo a mi sombra
Y escucho los latidos.
Todos nuestros muertos laten, tiemblan
Ante el ofensivo aroma
De las flores de las coronas
“los muchachos del club”
“tus compañeros de oficina”
“Flia. Amoruzzo”
“Tu esposa e hijos”
todos ellos te odian, pequeño/a,
y se odian a sí mismos,
ellos están encerrados
pensando en sus futuras coronas
y no están aquí,
uólquin dáun Falucho strít

Cumbia. Los del Bohío a todo lo que da. Se escucha: Una pueerta, que se abre, hilos amarillos de mi cuarto, menos amarillos quéeeeee... y se apaga. El coro de la gente dice: La naaadaáaaaáaá... y sigue el punteo de la guitarra. Ahora todo está tranquilo. Camino silbando y tarareando la canción de los del Bohío... en eso estoy, mientras una idea llega a mi cabeza con el poder de una descarga de una Kalashnikov en el desierto iraní: Ese tema no es de no es de Los del Bohío, es de una vieja banda hippie. Creo que su nombre era Vivencia y estaba en un simple que del otro lado tenía un tema llamado En el hospicio. Curiosos, irrelevantes y epifánicos pensamientos que me regala la noche de Alte. Brown. Los perros de la cuadra aúllan melancólicamente detrás de las rejas de las casas, y la luna desangra su plateada luz sobre el negro terciopelo de la noche. No hay ni una estrella, solo la luna y un enorme y hermoso fondo negro liso. Creo poder asegurar que soy la única persona caminando por esta calle en este momento, los sábados a la noche la gente prefiere hacer otras cosas en lugar de caminar por la calle del cementerio. Algunos duermen después de otra agotadora jornada de trabajo mal pago, otros entran a los cementerios del centro a tomar unas copas y hacer gala de la histeria colectiva, otros tantos estarán sentados en sus pequeñas habitaciones preguntándose qué hacer con sus huesos, acercándose peligrosamente a los bordes de la existencia y fumando y bebiendo y rompiendo todos los putos espejos en la casa. Me siento en una esquina, enciendo un porro y saco la petaca casi vacía. Brindo por todos los putos espejos rotos del mundo, fumo en honor de los caídos. Se acerca un perro amigable, se echa a mi lado y se estira para que lo acaricie. Su necesidad de afecto me conmueve. Lo acaricio. La luna nos ilumina más que el alumbrado público, la ciudad se come a sí misma, la democracia capitalista escupe calles de tierra, zanjas y olor a mierda. También perros perdidos, gatos en celo, tiros, merca húmeda, porro meado, vino adulterado, choripanes en las vías y Mac Donalds en el centro. El perro apoya su cabeza en mis piernas y me mira con sus tristes y redondos ojos de perro. Le pregunto cómo anda, qué onda con su vida de perro, si es lo que él esperaba de cachorro y si cree que los perros detectan algo en mí que los mueve a atacarme. Le comento que creo que se debe a que soy abiertamente más amante de los gatos que de los perros, le pregunto si eso salta a la vista o si emano algún aroma solo perceptible por la raza canina que me delata. El perro me mira, gime y me lame la mano. La comunicación funciona, pero solo a cierto nivel. Reconozco la respuesta a mis comentarios, pero no entiendo cual es su significado. Fumo un poco más y me levanto. El perro se queda echado en el piso. Lo acaricio y le digo que espero que siga bien y que nadie le haga daño nunca, que siga siendo un perro amigable. No me contesta. Enciendo el último Camel del paquete, doy media vuelta y me alejo. A los pocos metros me doy vuelta para ver por última vez a mi amigo, pero él ya no está. Sigiloso cual ninja había abandonado esa esquina para siempre. Igual que yo: Uólquin dáun Falucho Strít.

Uólquin dáun Falucho strít

Me mira fijo, toma posición y me ladra. Tiembla, me muestra los dientes, amaga a que viene, va hacia atrás, me torea. Amago a agarrar un piedra del piso y eso me da unos metros de distancia; el infame perro blanco y naranja retrocede. Llego a la esquina, doblo y escucho todavía sus ladridos. No sé por qué, pero los perros me odian. Los muy malditos aprovechan cualquier oportunidad para mortificarme. Me ladran, me gruñen, me persiguen. De a uno, de a dos, de a muchos. Odio a todos los putos perros en nombre de los pocos que me han mordido. Sé que es una equivocación filosófica, pero me chupa un huevo. Los odio.

Uólquin dáun Falucho strít,
bordeando el cementerio de Alte. Brown,
los perros no son mi peor problema.
Uólquin dáun Falucho strít,
Saltando las zanjas que huelen a muerto,
Pisándome los cordones embarrados,
Perdido.
Uólquin dáun Falucho strít
La calle de las flores y los muertos
Uólquin dáun Falucho strít
Donde las tumbas vencidas
Serán removidas
Sin previo aviso
Escupo a mi sombra
Y escucho los latidos.
Todos nuestros muertos laten, tiemblan
Ante el ofensivo aroma
De las flores de las coronas
“los muchachos del club”
“tus compañeros de oficina”
“Flia. Amoruzzo”
“Tu esposa e hijos”
todos ellos te odian, pequeño/a,
y se odian a sí mismos,
ellos están encerrados
pensando en sus futuras coronas
y no están aquí,
uólquin dáun Falucho strít

Cumbia. Los del Bohío a todo lo que da. Se escucha: Una pueerta, que se abre, hilos amarillos de mi cuarto, menos amarillos quéeeeee... y se apaga. El coro de la gente dice: La naaadaáaaaáaá... y sigue el punteo de la guitarra. Ahora todo está tranquilo. Camino silbando y tarareando la canción de los del Bohío... en eso estoy, mientras una idea llega a mi cabeza con el poder de una descarga de una Kalashnikov en el desierto iraní: Ese tema no es de no es de Los del Bohío, es de una vieja banda hippie. Creo que su nombre era Vivencia y estaba en un simple que del otro lado tenía un tema llamado En el hospicio. Curiosos, irrelevantes y epifánicos pensamientos que me regala la noche de Alte. Brown. Los perros de la cuadra aúllan melancólicamente detrás de las rejas de las casas, y la luna desangra su plateada luz sobre el negro terciopelo de la noche. No hay ni una estrella, solo la luna y un enorme y hermoso fondo negro liso. Creo poder asegurar que soy la única persona caminando por esta calle en este momento, los sábados a la noche la gente prefiere hacer otras cosas en lugar de caminar por la calle del cementerio. Algunos duermen después de otra agotadora jornada de trabajo mal pago, otros entran a los cementerios del centro a tomar unas copas y hacer gala de la histeria colectiva, otros tantos estarán sentados en sus pequeñas habitaciones preguntándose qué hacer con sus huesos, acercándose peligrosamente a los bordes de la existencia y fumando y bebiendo y rompiendo todos los putos espejos en la casa. Me siento en una esquina, enciendo un porro y saco la petaca casi vacía. Brindo por todos los putos espejos rotos del mundo, fumo en honor de los caídos. Se acerca un perro amigable, se echa a mi lado y se estira para que lo acaricie. Su necesidad de afecto me conmueve. Lo acaricio. La luna nos ilumina más que el alumbrado público, la ciudad se come a sí misma, la democracia capitalista escupe calles de tierra, zanjas y olor a mierda. También perros perdidos, gatos en celo, tiros, merca húmeda, porro meado, vino adulterado, choripanes en las vías y Mac Donalds en el centro. El perro apoya su cabeza en mis piernas y me mira con sus tristes y redondos ojos de perro. Le pregunto cómo anda, qué onda con su vida de perro, si es lo que él esperaba de cachorro y si cree que los perros detectan algo en mí que los mueve a atacarme. Le comento que creo que se debe a que soy abiertamente más amante de los gatos que de los perros, le pregunto si eso salta a la vista o si emano algún aroma solo perceptible por la raza canina que me delata. El perro me mira, gime y me lame la mano. La comunicación funciona, pero solo a cierto nivel. Reconozco la respuesta a mis comentarios, pero no entiendo cual es su significado. Fumo un poco más y me levanto. El perro se queda echado en el piso. Lo acaricio y le digo que espero que siga bien y que nadie le haga daño nunca, que siga siendo un perro amigable. No me contesta. Enciendo el último Camel del paquete, doy media vuelta y me alejo. A los pocos metros me doy vuelta para ver por última vez a mi amigo, pero él ya no está. Sigiloso cual ninja había abandonado esa esquina para siempre. Igual que yo: Uólquin dáun Falucho Strít.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Estimada Sylvina Walger

Amenazado por los cuchillos de una aburrida tarde de domingo, le escribo estas líneas a propósito de su artículo del domingo 23 de Agosto de 2009 titulado “Legado Comunista”. Le confieso que no soy lector suyo; no es que le tenga particular antipatía, es solo que nunca antes me había detenido en su escritura. La nota en sí, me resulto altamente entretenida y disfrutable. Estos rumanos violentos, poderosos y delirantes y sus maldades, me resultaron de los más simpáticos. Usted pensará: que tipejo más siniestro... qué le vamos a hacer, nos encanta mirarnos en esos espejos mágicos humanos que agrandan empequeñecen y deforman nuestras miserias. Realmente la felicito. Lo que me mueve a escribirle (además de mi anhelo de eternidad), es el título. Creo que atroz. No voy a exponer aquí una defensa del comunismo, quédese tranquila, aunque es preciso aclarar que este régimen me resulta bastante más simpático que a UD. Es clara su postura negativa ante la instauración de la dictadura del proletariado, y me parece excelente que lo manifieste cuando le venga en gana. Todos tenemos nuestras filiaciones a flor de piel y ser objetivo es una quimera estúpida y carente de sentido. Vuelvo: a mi, lo que usted opine del comunismo me tiene sin cuidado. No me interesa, no me parece ni bien ni mal. Un desinterés carente de todo encono hacia su persona; me interesa tanto lo que usted opine sobre el comunismo, la natación olímpica o la física cuántica, como lo que opine la señora de la despensa de a la vuelta de mi casa. Pero la intención de ligar o justificar la violencia demente de inyectar a tres pequeños huerfanitos con el virus del Sida con la práctica comunista y no con la vileza intrínseca al ser humano, me resulta insostenible. Vuelvo a felicitarla por la nota, aunque me quedo con la impresión de que la elección del título recae sobre un odio casi infantil para con el comunismo. Usted nos muestra una historia de gente que es violenta, perversa y no sobre comunistas o sobre el comunismo. Usted, por supuesto, puede escribir de la manera que más le parezca y poner los títulos que le resulten más simpáticos, desde ya, y espero que no tome esto como un ataque hacia su persona. Usted no me conoce, yo no la conozco a usted; somos irrelevantes el uno para el otro. Pero usted me tendió una trampa. Una trampa en la cual caí (punto para usted). Usted, Sylvina Walger, me llevó de paseo por Rumania y me mostró las vilezas cometidas por dos personajes siniestros y me dijo que eso, esa violencia demente acuartelada en el poder absoluto, era el comunismo. Si yo pienso que usted es una conchuda y usted piensa que soy un pelotudo, es irrelevante. Pero me molestó sobremanera terminar el texto y leer nuevamente el título. Que usted me diga que el comunismo es una mierda hedionda llena de moscas y que prefiere (supongamos, porque desconozco por completo sus simpatías políticas) un estado ausente, bananero y neoliberal es una cosa, pero que se plante desde una visión símil a la de las películas bélicas yanquis durante la guerra fría y que me diga que toda esa violencia demente, toda esa maldad y todos esos delirios de grandeza fueron propiciados por la doctrina comunista o por la práctica del comunismo en determinada región geográfica es otra bastante distinta.
Comencé a escribirle esta carta a las tres de la tarde y ahora, que la retomo, son ya las dos de la mañana. Enciendo un porro y sigo. Calculo que esto es bastante extraño. Me imagino que las cartas (mails) que recibe son siempre escuetas felicitaciones o cataratas de insultos, pero que nadie le escribe, que nadie le habla. Esto, por supuesto, referido al campo profesional digamos, a sus lectores. Quizá su marido, su amante, sus hijos, su compañera, sus primas, sus amigos sí le escriban unas bellísimas cartas... quién sabe... Sabe una cosa, estimada, usted tiene cara de amiga de Bernardo Neustad. No me pregunte por qué, pero así funciona. Estoy muy curioso, mi amiga, es el efecto que produce este porro en particular. Genera eso, una curiosidad infinita. Le digo que es muy muy entretenido, no es de esos porros que a uno lo sumen en una estupidez somnolienta. Es un porro para hacer crucigramas, aprender idiomas, leer la novela de zombies de Stephen King o mirar El ladrón de orquídeas. Hagamos una cosa: yo me comprometo a regalarle un buen troncho de este porro si usted me contesta este mail.
Sigo lleno de curiosidad. No sé nada de usted salvo que tiene cara de amiga de Bernardo Neustad y que escribió esta tendenciosa y (en un sentido) amenazante nota para el diario Crítica el domingo 23 de Agosto. Es simpática usted? Es una terrible conchuda histérica que trabaja para la CIA? Es una persona accesible? Tiene caballos? Juega a los caballos? Es una buena amiga? Anda por la calle? Se esconde en su country? Alquila un departamento de tres ambientes en villa Urquiza y vive con tres asquerosos pequineses? Come carne? Qué opina de la vida que le tocó? Tiene guardaespaldas? Usa lentes de contacto? Es usted una persona importante y tiene empleados o secretarios que le leen los mails y eliminan los que juzgan innecesarios? Leerá las cartas que le envían sus lectores? Cree en la existencia de sus lectores? Le interesará todo esto?
Me despido en esta madrugada de lunes pidiéndole que considere mi oferta (el intercambio de mail por porro) y haciéndole saber que, a mi modesto modo de ver el mundo, le debe una disculpa o una explicación a toooooooodos los comunistitas que pueblan este bello y peligroso valle de lágrimas. Ellos y yo (ya que nos hemos hecho bastante amigotes) la esperamos ansiosos y expectantes.

La saluda a la distancia.

G. Fink

PD: Acabo de ver su foto otra vez. Parece que la relación de su foto con Bernardo Neustad, va viento en popa. Ahora tiene cara de novia de Bernardo Neustad. De modo que me atrevo a asegurar que la próxima vez que la mire ya tendrá cara de esposa de Bernardo Neustad esperando su primer hijo. Mis más sinceras felicitaciones; que el niño llegue con un pan bajo el brazo y que todo sea con salud.

lunes, 27 de julio de 2009

Nadie quiere verme muerto

En el mismo instante en el que la última estela de humo que salía de mi Camel recién apagado se estrellaba con el techo de la cocina, en el mismo instante en que Morrisey terminaba de decirle a William que eso verdaderamente no fue nada, El Lobo dijo:
- Cada vez que escucho a The Smiths, me dan ganas de poner Hermética..., no es que no me guste..., es que después de un par de temas me cansa... es como que es demasiado nenita, es demasiado dulce, demasiado cancioncita... y ahí nomás pongo Víctimas del vaciamiento y a la mierda...
- Metal pesado - Digo poniendo cara de malo y moviendo la cabeza afirmativamente.
- Y después me canso del boludo este de Iorio y pongo... no sé, Strummer y los Mescaleros o Sumo... o los Beatles, o Massacre... pero Massacre lo viejo... Juguetes para olvidar, Aerial... uno de esos... el tema cinco de Juguetes para olvidar es un flash, es lo máximo... El taxidermista... un flash ese tema...
- Yo - le comento mientras enciendo otro cigarrillo- cuelgo con Sandinista... escucho los dos discos enteros...
Por alguna extraña razón, después de esto, nos quedamos callados y casi inmóviles mirando hacia abajo. El porro, el whisky y el tabaco hacían efecto en nuestros enormes y económicos cerebros de simios último modelo. Destellos de ideas brillantes, horribles pesadillas, paranoias y risas rociadas con el fermento destilado de un impreciso rejunte cereales. Todo eso estaba en nuestra sangre. Se movía vertiginosamente como un mercurio rojo por cada milímetro de nuestro ser, deshaciéndonos y salvándonos al mismo tiempo. Demoliendo nuestros cuerpos, pero salvando nuestras humildes almas del triste espectáculo de la existencia. El feroz circo humano, la puesta en escena de las miserias del pensamiento occidental y post moderno que asusta y aburre en partes iguales. Julio 2009: el presidente yanqui es negro, golpe de estado en Honduras, Estudiantes ganó una copa que tiene el nombre de una marca de autos japonesa, el porro todavía es ilegal, Jhonny Allon sigue haciendo eso que hace en radio y televisión, Sábato sigue vivo (sigue vivo?), Sandro sigue vivo, Gimena Goñi sigue viva, Runa sigue viva, El lobo sigue vivo, y lo más importante de todo, lo más excitante de todo esto y lo único relevante (porque de otra manera todo lo enumerado anteriormente no existiría) es que yo sigo vivo. Respiro, fumo, escupo, camino, veo, escucho. Y siempre será así, porque no hay registro de lo previo, ni de lo posterior, por lo tanto la existencia debe ser eterna.
Claudia la torta consiguió un chumbo. Y no mató a Luis, no rescató a Samantha y, definitivamente, no me buscó a mí para ponerme una bala en la frente. Parece que lo mío fue que un poco de paranoia y nada más. Lo que hizo, fue otra cosa: se encerró en su pieza, se tomó una bolsa de merca, posó por primera vez en su existencia un objeto fálico en la podredumbre de su boca y se voló la cabeza. Adiós; Claudia desaparece. He recuperado una pequeña parte de tranquilidad. Si en algún momento la hubo, ya no hay una bala con mi nombre. Con la vida de Claudia Carmona se extinguió, también, una pequeña aunque entretenida parte de la mía que consistía en andar por ahí con la posibilidad que una mina llena de merca y Uvita Fiesta, loca como una cabra y fea como un escuerzo, baje la temperatura de mi cuerpo a cero grados a fuerza de balazos. A veces, la paranoia es muy divertida. Es como un juego de rol, una especie de TEG existencial, en el que uno juega sin amoldarse a ningún tipo de reglamento más que el ritmo de sus terminales nerviosas. Mr. Morrisey canta que cunde el pánico en las calles de Londres y me digo a mí mismo que está equivocado. Ni en Londres, ni en Gonzales Catán, ni en San Martín, ni en San Justo ni en Bera. Ni siquiera en Ezpeleta, ni en La Cañada. El pánico cunde en mi cabeza. Me siento huérfano, me siento un ser microscópico. Nadie me quiere ver muerto y eso, evidentemente, hace estragos en mi espíritu. Me sirvo otro whisky, enciendo otro porro, y escucho la voz del Lobo:
- Qué misterio lo del agua, no?
- Qué agua?
- El agua... así en general... digo: que en algún momento se va a terminar y no se puede fabricar más... hicieron cohetes, llegaron a la luna, un montón de cosas enormes y no pueden con el agua, que es un pelotudéz...
- Querés que te cague la vida? – Le pregunto mirándolo a los ojos y tomo su silencio como un sí rotundo – el agua sí se puede fabricar, pero es muy caro. La fusión, o como se diga, no sé si se aplica el termino, para que los dos elementos se unan, se da a una temperatura elevadísima que sólo se puede reproducir de una determinada manera y que sale mucha guita... – El Lobo me pasa el porro y pone cara de interesado mientras retiene el humo en los pulmones – No sé... es un flash... imaginate que toda el agua del mundo fue creada de una vez y para siempre... en el sentido de que fue un instante o miles de años, entendés?, en un momento determinado hubo agua donde no la había... andá a saber cómo fue, pero en este momento ya no están dadas las condiciones... Voy a decir una forrada, lo sé, pero escuchá: la fórmula que conocemos del agua fue descubierta por algún boludo en algún momento, pero con los elementos de la época determinada en que se puso a investigar y, por lo tanto, su cerebro estaba ya acostumbrado a cuestiones mensurables dentro de su ciencia y su contexto histórico. Ponele que era químico, pero este químico, no estuvo en el momento en el que se creó el agua, observando y tomando notas de lo que sucedía... me cachás, cachorro, o me enrosqué demasiado? – El Lobo me hace señas de que continúe – A ver... yo digo: qué animales habitaban la tierra en el momento que se creó el agua? Yo no tengo la más puta idea, pero ponele que toda el agua, ese inmenso coso de H2O, tenga algo que ver con la vida de ese tiempo... no sé... qué caga un protozoo? Por ahí, como una posibilidad, nomás, quién te dice que en esa fórmula química falte algo que tenga que ver con eso, pero el señor que dijo que agua es igual a H2O, no tenga en cuenta que los pedos de los protozoos tengan un componente químico X que al ponerse en contacto con dos partes de hidrógeno y una de oxígeno generen lo que nosotros llamamos agua... o que los sedimentos de la erupción de un determinado volcán que estaba en un determinado lugar justo generó la temperatura necesaria para que todo el hidrógeno y el oxígeno que andaba dando vueltas se convierta en agua, justo porque ese día había viento norte y el calor se desplegó de una extraña y perfecta manera que dio por resultado todos los putos océanos del mundo... O sea, Mr. H2O no tuvo en cuenta la variable de lo irreproducible, porque él estaba buscando reproducir algo... en este caso: agua, pero cómo puede el pobre tipito tener en cuenta todas las variables?... son infinitas... dentro de su cabecita lo de H2O funcionaba y punto... no le hecho ninguna culpa, no le cuestiono nada, pero me gusta tirarle piedras a lo absoluto... y, si bien, como te dije, esto puede ser un forrada absoluta, por ahí también tiene algo de razón... las casualidades existen... en lo micro, como cuando alguien atiende el teléfono antes de que suene, como en lo macro... no sé, la creación del universo puede haber sido una casualidad...
- Todo puede ser una casualidad...
- No, todo no... Claudia se puso el chumbo en la boca y apretó el gatillo. Un disparo desde corta distancia (milímetros) que le destrozó el cráneo esparciendo pequeños pedacitos de cerebro por toda la habitación... es una casualidad que muera? – El Lobo posa sus ojos en mí; no me mira, me observa. Parece confundido, cierra los ojos y sacude la cabeza. Enciende un Parliament y se levanta para cambiar la música. No me contesta. El viejo Lobo sigue vivo, Mr. Vértigo sigue vivo, nuestro hermano sigue vivo. Creo que todos siguen vivos. Solo falta Claudia en este oscuro, riesgoso y deslumbrante juego. Claudia dijo basta. Ahora se dedica a engordar gusanos.

miércoles, 8 de julio de 2009

Todos los perros muertos aullándole a la Luna

En la avenida, al costado del arroyo Las Piedras, la luna se ve más grande. La corona una aureola de humedad que presagia una próxima lluvia. San Francisco Solano, junio 2009; la miseria come las orillas del arroyo, las casas de chapa y cartón acaparan el frío de esta invernal noche y la luna, con su corona de humedad, lo ilumina todo. De a poco se van encendiendo las fogatas afuera de los ranchos, las pavas negras de tizne se apoyan en las brasas para comenzar el ritual de espantar el hambre a fuerza de mate amargo y silencio fúnebre. La música, los gritos, los tiros y las corridas, comienzan más tarde. La avenida es un desfile de colectivos y camiones que van y vienen seguidos por una estela de humo negro como un velo que dibuja en mi cerebro algo que podría definir como un casamiento mortuorio: un cuarto blanco, una blanca doncella vestida con un vestido de novia de color negro, con una gran cola llevada por dos gemelas siamesas tan blancas como la novia y, al lado, un ataúd cerrado con una cruz invertida de plata en el centro. Negro, pulido y brilloso. Me detengo a observar los rostros de los conductores y luego de un rato, me parece que todos es uno solo, es el mismo conductor, una y otra vez. Para un lado, para el otro, el mismo. Un colectivo, un camión, un Ami 8, un mil quinientos, un erre doce; el mismo chofer, con la misma cara impersonal, con una mirada muerta sobre el camino y el mismo desinterés por lo que sucede afuera de su cubículo aislante. Todo parece decir: no hay lugar a donde ir. Es lo mismo estar en un lugar que en otro. Nada es especial y nada de nada es importante o relevante, nada incide de forma determinante en la expansión y/o contracción de la galaxia y nada podrá nunca jamás hacer la menor diferencia en nada. Bajo estas máximas, decreto yo, G. Fink, sin hacer el menor relevamiento previo ni un mísero trabajo de campo más que existir, la gente vive sus viditas. Playmobil constructor, Playmobil peluquera, Playmobil policía, Playmobil ingeniero, Playmobil poeta, Playmobil etc.
Camino, ahora, por la vera de la avenida mientras esquivo los cadáveres de mis enemigos. Es triste. En cada cadáver de perro, hay una historia que no viví. Maldigo a ese maldito chofer, el único, por la prepotencia de su máquina que atropella a mis amados enemigos. Los observo en su calma de muerte, veo sus filosos dientes apretados, sus hocicos carcomidos, sus orejas amputadas, sus ojos fuera de órbita, sus patas quebradas y sus negras carnes pudriéndose entre las costillas expuestas por la labor de los gusanos, las moscas y el sol. Por suerte ha llegado la noche para cubrir sus restos con la plateada luz de la luna, devolviéndoles algo de la dignidad que les robó el día. Escucho un quejido, uno todavía no está muerto. Es un perro chiquito, un cuzquito negro y marrón. Al acercarme noto que está reventado; yace tembloroso en un charco de sangre apoyado sobre sus tripas humeantes. Jadea, tiembla y tira mordisquitos al aire. Ya está en otro lugar, sus ojos son dos minúsculos boquetes negros, dos pequeñas ventanas al infinito y solo los nervios colapsados de su carne mantienen la inercia de los espasmódicos movimientos. Agacho la cabeza y me alejo. Asumo que todos merecemos un momento de intimidad para morir y deseo con toda mi espina dorsal que no sufra más, mientras camino hacia la chata del Capitán Echenique que acaba de estacionar para que suba.
- Listo? – pregunto.
- Listo.- Responde.
Enciende la radio y la voz de Jhonny Allon anuncia un tema del rey de Rock and Roll: Elvis Aron Presley.
- Este viejo de mierda – Dice el Capitán, mientras saca las manos del volante para encender un porro-, vos yo podremos decir que es un boludo, ok, pero la tiene re clara...- Fuma: inhala – retiene – exhala. Repite tres veces la operación y me pasa el porro- Hace como cincuenta años que está hablando boludeces, entendés? No paró nunca. En la tele, en el cable, en los boliches de la Matanza, en la radio... chiquito, grande, mucha o poca gente, siempre tuvo un lugar y un montón de orejas escuchándolo... y haciendo esas estupideces... porque si vamos a lo hechos, no se sabe bien qué es lo que hace, en qué se destacó como para que nosotros dos en el quinto culo de Solano estemos ahora, sábado a la noche, hablando de él, de Jhonny Allon... escuchame: si hablamos de Sábato, es porque es escritor, después discutimos si te gusta, no te gusta y la puta que lo parió; si hablamos de Maradona, es porque era un jugador de fútbol y repito lo anterior: después discutimos si te gusta, no te gusta y la puta que lo parió; pero vos escuchame: si hablamos de Goyeneche es porque era cantante de tangos... pero Jhonny Allon qué es? Un locutor? No. Actor? No. Escritor? No. Cantante de tangos, jugador de fútbol, guitarrista, médico, electricista, sindicalista, político? No. Entonces: Qué es Jhonny Allon?
- Tiene pinta de mafioso...- Digo evocando su imagen en un cartel que hay en la autopista La Plata – Buenos Aires- Y te digo que cerraría... hasta creo que escuché que movía papusa en el oeste... tomar, igual, toma seguro...
- Sí... pero qué es Jhonny Allon?- Dice realmente intrigado y queda en silencio.
Pensar en todo lo que no es Jhonny Allon, me llevó a pensar en qué somos, el Capitán Echenique y yo, en esta negra noche del conurbano. Por más que pienso, no llego a ninguna conclusión. Temo preguntarle al Capitán. No sé por qué pero me imagino que esa pregunta lo desintegraría literalmente. Al terminar yo de pronunciar esas palabras, Echenique desaparecería de la faz de la tierra y la chata quedaría sin control hasta que chocase contra algo o se quedase sin nafta, o gas oil o gas o lo que sea. Temo por su vida y por la mía, por eso me quedo en silencio. Echenique habla:
- Sabés, Fink? Este porro que estamos fumando te da curiosidad... andá a saber que componente químico generó esta plantita de más para combatir andá a saber qué cosa, que en el cerebro te hace sentir curiosidad... lo digo pensando en lo de Jhonny Allon, pero desde que lo estoy fumando me pasa eso. El otro día estaba en casa y me acordé del tema del hippie este... Baglietto...
- Cuál?- Digo fingiendo interés en el asunto.
- El témpano... el de: voy hacia el fuego como la mariposa, y no hay rima que rime con vivir... lo conocés?
- Sí...
- Bueno: me acordé una parte y no me podía acordar cómo era la otra y estuve como una hora pensando y pensando hasta que me fui al ciber a googlearlo... estaba intrigadísimo, necesitaba saberlo... y bueno, recién lo de Jhonny... es el efecto que causa el porro este... está bueno...
Permanecimos en silencio, escuchando atentamente el Show de Jhonny Allon unas cuadras. El Capitán Echenique me deposita en la puerta de mi amado hogar y parte raudamente tomando dirección norte convirtiéndose en el único conductor de la noche. Coloco la llave en la cerradura mientras imagino a todos los perros muertos aullando.
Ya adentro y frente al vaso de Hiram Walker, vuelvo a pensar en lo mismo: todos los perros muertos aullándole a la luna. Me paro, me acerco a la ventana, levanto mi vaso hacia la luna y brindo por todos ellos. Por todos los perros muertos que aúllan silenciosamente, por todos mis despedazados enemigos, por todos esos seres peluditos y muertos; viejos, jóvenes, chiquitos, grandes, blancos, negros, marroncitos, por todos. Por todos ellos que pueblan las veras de todas la rutas, de todas las avenidas, autopistas y de todas las vías de tren del mundo. Por ellos. Y por Jhonny que también, según dice el Capitán Echenique, tiene lo suyo...

miércoles, 24 de junio de 2009

Siniestras cancioncitas pop

Trash VII

Siniestras cancioncitas pop
(Letra y música: Godofredo Fink)

(La-Do-Si)
(La-Do-Si-Fa#-Mi/Sol-Mi/Sol-La)

Decapité las flores
De todos los cementerios
Me cegó esa luz,
Y me dejé llevar.
Hasta un momento y un lugar
Fuera de foco y sin movimiento
Un silencio ensordecedor
Cacofonía de lo que siento...

Cometí el error
Aquí tus ojos, afuera el viento
Ya no puedo salir...
No quiero, no puedo, no quiero...
Y el cuervo sigue ahí
Y lo estará hasta el final del tiempo
Acapara la luz
Rompe los vidrios, escupe el fuego...

(Recitado sobre la misma base)
...y se escucha a lo lejos, alguna siniestra cancioncita pop;
alguien abre los ojos a la vida,
toma un revolver y apunta a su espejo,
alguien ama a alguien desesperadamente;
todos sueñan sueños comprados,
la lluvia no los moja,
sus siniestras cancioncitas pop
les sirve de paraguas en esta noche infernal,
mientras mojan sus almohadas con lágrimas
mientras todavía están vivos,
esperando el estribillo
de sus siniestras cancioncitas pop...

Decapité mil flores en honor,
de las siniestras cancioncitas pop
Decapité mis flores para vos,
dinamité el dique del dolor...
La oscuridad, la lluvia y la traición
Rompí los frenos, volé en otra dirección...

miércoles, 10 de junio de 2009

Trash VI

Los atrofiaditos
(Los atrofiados del día, Claudia la torta y los colectiveros idénticos al cantante de Horcas)

Si mi sentido del tiempo no falla, son las veintiuna treinta y en la parada no hay nadie. Resulta extraño, la gente siempre tiene lugares a donde ir. Me siento en el banco, enciendo un cigarrillo y pienso en lo que leí en el diario de la mañana: un tipo, Oscar M. (ex convicto, portador de HIV), estuvo un día preso por robo. Al salir de la comisaría, fue a la casa de quién él creía que lo había denunciado frente a las autoridades. Al llegar al domicilio se encuentra con el presunto buchón y le dice: así que vos me denunciaste?, y le da un mazazo en la cabeza. Cuando este señor cae, nuestro amigo Oscar M. le clava un puñal en la pierna. Acto seguido le dice: ahora me voy a violar a tu hija y entra en la casa. Encuentra a la hija (que no era la hija, sino la hijastra de 16 años), la viola delante de otros tres menores, se escapa por atrás, se roba un televisor, un poco de comida y unas bicicletas en un trayecto de unas cuadras. La policía lo encuentra en 93 y 1, se tirotea con los canas, se queda sin balas, los azules entran a pelearlo cuerpo a cuerpo, aparece la esposa de Oscar con un tramontina para defender a su hombre, la sacan del medio de un sopapo y todo comienza a terminar con un Oscar M. rompiendo un botella y haciéndose cortes en la garganta para que no lo toquen. La sangre brota tranquila y tibia por un rato entre los gritos y las puteadas. Oscar M. se entrega con la camiseta de Defensa y justicia empapada de sangre, mientras el sol comienza a alumbrar la calle de tierra y el descampado. Ahora debe estar en cana, el supuesto buchón confirmó que él no lo había denunciado y se recupera en un hospital de La Plata. La hijastra está en observación y los tres menores al cuidado de un tutor.
Me gustaría ser un buen cantante para poder hacerle un buena cancioncita a Mr. Oscar M. En el diario no dice nada, pero me juego la cabeza que la M. es de Morán. Oscar Morán: un buen nombre para un tipo duro. Para cantor de tangos o para milico. El brigadier Oscar Morán, quién brilló dentro de la fuerza en la guerra contra los marxistas extranjerizantes.... Oscar Morán: la voz del tango arrabalero. O un nuevo estilo: el tango tumbero. Los cinco puntos como colectivo cultural de la nación. Para aportar más datos sobre nuestro amigo del día, podemos decir que ya cumplió condena un par de veces por hurto a mano armada y hurto de automotor.
Igualmente, en el podio de los atrofiaditos, tenemos a un hombre de sesenta y pico de años que estaba en pareja con una chica de diecisiete que resulta ser la hija, con la cual, a su vez, había engendrado un par de niñitos mas. Una nueva especie mutante de hijonietos, donde el cromosoma x mantiene una relación parasitaria con el Y, dando como resultado algo monstruosamente humano. Mentira, pero son hijos y nietos a la vez. Un cuentito infantil que se me ocurrió recién:

El día que Armando dejó de llorar
Por G. Fink

Había una vez un señor muy muy bueno llamado Armando Lucero, quién tenía un antecedente pedófilo, pero se había curado de lo más bien. Ahora su relación con los niños era de un amor platónico que deslumbraba a propios y extraños. Amaba a los niños, jugaba con sus vecinitos, bailaba con ellos como un poseso las canciones del amigable Barny: te quiero yo y tú a mí y otros éxitos similares. Este señor tuvo una relación carnal con una señora malvada llamada Palmira. De es encuentro de amor, nació una hermosa niña que fue alejada de este buen señor. Nuestro héroe Armando quiso conocer a la hermosa niña, pero la malvada Palmira se fue al Paraguay llevándose a la niña consigo. Armando lloró un río y dos océanos; hasta que se secó de lágrimas pasaron años. Un buen día, después de muchos años de llanto, Armando no lloró más. Armando se bañó, se afeitó, se perfumó, se puso sus mejores ropas y salió del oscuro cuarto en el que estuvo encerrado por años y se fue a pasear por la plaza. Paseaba oliendo las flores y observando atentamente el verde clorofila de las hojas de los árboles. De pronto, frente a él, una muchacha de unos veinte años lee un libro recostada en la hierba. Qué niña más hermosa, piensa Armando, creo que me he enamorado. El amor, esa ardiente y hermosa emoción, se manifestó en Armando como un rayo y, ya poseído, golpeó hasta desmayar a la hermosa muchacha con un adoquín, le arrancó la ropa y le demostró en forma carnal su enamoramiento, intentando que cada hermosa y perlada gota de esperma luche por fecundar al óvulo, cumpliendo así si misión en la tierra. Después de esto se la llevó a su cuarto; pensó: esta niña iluminará mi vida. Y así fue. Luego de un tiempo de prácticas sexuales regulares, la muchacha dio a luz una hermosa bebita regordeta y vivaracha que alegró este hogar y el día de hoy sigue haciéndolo. Lo que nunca sabrán los integrantes de esta feliz familia es que la muchacha es la hija de Armando y que el destino los había unido nuevamente porque el uno estaba destinado para el otro. Los lazos del amor no se cortan fácilmente, rompe con todas las barreras, etc... Y Colorín Colorado, este cuento ha terminado.

Claudia duerme en el segundo asiento de uno de este uno por Mitre al que acabo de subir. Viernes, 8 de mayo de 2009, está fresco y la noche recién comienza. La veo cuando pongo las monedas, cuando ya es tarde para bajar. Está dormida, me digo mentalmente, solo hay que pasar rápido. Paso a su lado mirando hacia abajo e intentando tapar mi rostro con el brazo alzado para agarrame del caño. Me siento en el asiento del fondo del mismo lado que Claudia. El blanquito está vacío y puedo ver claramente su nuca platinada. Pienso. Si no me equivoco, Claudia siempre va a capital. Tiene mucha gente conocida allá y puede ser que para allá se dirija. Eso sería conveniente, porque el mío es un recorrido relativamente corto y ella estaría dormida durante todo el trayecto. Saquemos cuentas: Claudia vive a la vuelta de la terminal del blanquito, en Berazategui, yo subí en Ezpeleta; más o menos, el colectivo comenzó su recorrido hace unos veinte minutos y lo comenzó con Claudia arriba sentada. Hace veinte minutos que se sentó y cerró sus ojos. Supongamos que por cinco minutos (siete, tal vez) Claudia haya seguido despierta o dormitando y al minuto doce (tal vez quince) se haya dormido. Claudia está durmiendo hace aproximadamente ocho minutos, o sea: su sueño es bastante profundo o lo suficientemente profundo para que no se despierte mientras un servidor forme parte del exiguo pasaje y del desolador paisaje de asientos rotos, goma espuma revuelta, botellitas de coca que van y vienen rodando bajo los asientos y un colectivero idéntico al cantante de Horcas que escucha a todo volumen un disco Arjona y canta las canciones por lo bajo, como haciendo mímica. El panorama de este mundo es desalentador. Los colectiveros parecidos al cantante de Horcas deberían tener prohibido una elección musical que no fuese el heavie metal nacional y patriótico o la cumbia santafesina. En ciertos casos se podría soportar que elijan las dos opciones, pero no en todos. Toda música que no sea la anteriormente mencionada, estaría vedada por una imposición estética y todo ataque o desacato por parte de los émulos del mentado compinche del borracho Civile, debería tener un castigo de fuerte carácter aleccionador para sirviese de ejemplo para los tipejos débiles que se ablandan del oído porque a la pelotuda de la novia le gusta chuparle su débil pitulín meloso y desabrido mientras se calienta pensando que Arjona le canta a SU menstruación y a SUS futuras cuatro putas décadas como sirvienta sexual de un pelotudo asalariado y con mal aliento. Debería aparecer en el convenio colectivo de trabajo y constar en la reglamentación interna de la empresa. Creo que si eso sucediese, el mundo sería menos feo, un ápice más armonioso.
Toco timbre, bajo del colectivo en movimiento. Mire atrás al bajar, leo mientras salto un poquito para caer con los dos pies en la vereda. El colectivo avanza por la avenida 12 de Octubre y dobla por Andrés Baranda. Claudia se aleja. Quedo frente a la vidriera de la casa de zapatillas, las miro atentamente. Las zapatillas deportivas son horribles. Quién será el tipo que las diseña?, son realmente espantosas. Escucho un ruido y comienzan a bajar las persianas metálicas del negocio. Las horribles zapatillas quedan del otro lado. Es tiempo de emprender camino, lo sé, pero no recuerdo a donde me dirigía.

domingo, 31 de mayo de 2009

Crónica de la décima F.L.I.A.

Las cosas se volvieron raras. Muy raras. El primer puesto que comenzó a arder, fue el de los skins buenos. De golpe, todo en llamas. Fuego por todos los flancos. Yo volvía de intercambiar un par de cosas en un puesto y vi el fuego. Llegué hasta mi mesita, pero ya no había nada que salvar, solo unos papelitos naranjas quemados. Vi a unos hippies asustados correr con un termo sin saber muy bien hacia donde. No había lugar a donde huir, el fuego cercaba todo el estacionamiento de la facultad de sociales. Vi al Rey larva pasar corriendo con el pelo hecho fuego y gritando incoherencias mientras sacudía los brazos como si quisiera volar. No supe cómo reaccionar. Me colgué en el medio de todo este caos. Hacia donde ir? Pensé que lo mejor era ir a buscar a De posfay. No porque pensara que él supiese como actuar, sino para patearlo un rato. No tengo nada contra este buen hombre, hace años leí su libro Sed y me gustó mucho. Es uno de esos libro que te hacen sentir simpatía por el autor. El problema es más profundo. No es que me caiga mal. Nos hemos escrito algunos mails y todo. El problema es que nunca lo he visto y no sé como es, pero me imagino (no sé por qué) que es igual a Jorge Dorio.
Creo que cualquier persona normal debe tener una lista negra, su lista negra. Debe tener un top five de gente a quién le gustaría patear un rato. Hasta que sangren. Les tiro un par de los míos al azar:
1- Julián Weich.
2- Sofovich.
3- Jorge Rafael Videla.
4- Alguno de Smitten, porque me da la sensación de que son todos mulliditos, como los ositos cariñosos.
5- Jorge Luis Borges.

Ok. En esta no salió, pero uno que está indiscutidamente dentro de mi lista es Jorge Dorio. Una vez, lo escuché hablar sobre Nieztche en el panel del gran Hermano. Desde ese día se la tengo jurada. No me voy a ir de este estúpido mundo así, envuelto en llamas y sin haber golpeado a Jorge Dorio. Este engendro del demonio no estaba en la FLIA, lo más cercano a Dorio, dispuse en ese momento, era Guillermo De posfay.
Vuelvo a estar rodeado de llamas. Todo el lugar arde y la gente corre sin dirección. Pelean, se gritan unos a otros. En medio, corona esta escena infernal, el cuerpo chamuscado y sin vida del Rey Larva. Me quito el sombrero y lo apoyo con mi mano derecha en mi pecho. Adiós, viejo lobo de mar, peposo irredento, rey de la basura, adiós. Lo haré también por ti, amigo, patearé a De posfay hasta que sangre. Convertiré este sucio mundo que te servirá de mortaja, en algo un poco más bello. Por ti, camarada, grité con lágrimas en los ojos y partí hacia mi misión. Caminé entre las personas que iban y venían a los gritos, pateé un hippie en el camino, no por hippie, sino porque me daba la altura y el ángulo para dar un golpe preciso y lleno de gracia. Es que soy un declarado fanático de las cosas bellas. Cualquier cosa que sea bella es, también, absolutamente necesaria. Aunque sea una canallada, o un gran error, no importa, es absolutamente necesaria. Pisé a un perro y el muy maldito me tiró un tarascón en el tobillo. Sigo caminando, me caigo, vuelvo a levantarme. El calor es insoportable, me seco la transpiración de los ojos y me arde. No encuentro de De posfay y me falta el aire. Me sofoco. Caigo, me arrastro, se me cruza el viejito que daba la conferencia sobre revistas independientes y lo saco de mi camino de un cabezazo en la frente. Nada me va a detener, voy a encontrar al maldito De posfay. Sigo unos metros. Acepto mi destino. Miro con tristeza, sintiéndome perdido, el asfalto del estacionamiento. Moriré asfixiado en la décima FLIA, sin haber encontrado a De posfay. Ya acostado boca abajo sobre el asfalto caliente, entregado, siento una fresca brisa. Levanto la cabeza y veo una luz. Escucho que el viejito, que yace unos metros atrás, balbucea: Es él, nos vino a salvar. Y me mira con cara de viejito emocionado de la película Cocoon. Me acerco. Me mira a los ojos y dice: es él, es Guillermo, Guillermo De posfay. Me acerco un poco más y le doy otro cabezazo. Este sí lo tumba. Comienza la lluvia, la luz se eleva unos seis o siete metros del piso. La miro hasta que me enceguece. La voz de una chica grita: Gracias Guille, sos mi héroe. La luz da vueltas y se eleva hacia la galaxia infinita, dejando una lluvia torrencial que apaga el feroz incendio de la décima FLIA.
Desde el mismísimo instante en que la última gota apagó el último fuego, que estoy esperando la próxima FLIA. Para encontrar a Mr. De Posfay y agradecerle todo lo que hizo por todos nosotros. También, por supuesto, para ver el busto homenaje al Rey Larva. Me encantaría leer un poema en su honor y coronarlo rompiendo un envase de birra en su cabezota de concreto. También llevaría un par de putas gordas para que bailen en bolas entre la gente durante todo el tiempo que dure la FLIA y reciten todo su primer libro de poemas completo, de adelante hacia atrás y de atrás para adelante, repitiéndolo como un mantra. También llevaría un grabador de última generación para entregárselo a los hippies a modo de compensación por haber atacado a uno de los suyos, pero se los entregaría con una condición: nada de Silvio Rodríguez en la FLIA. Creo que será duro para ellos, pero es un trato justo. Por el viejo no me preocupo, quién sabe si lo dejarán salir del geriátrico para la próxima. Si lo dejan, igual, me va a encontrar afiladísimo. Me conseguí un Sensei tumbero que a fuerza de pulir y lustrar me revela día a día un poco más de este arte de guerra tucumano y, según sus propias palabras, estoy hecho un fiera. Se sorprende de los avances, dice que soy su mejor alumno, el más comprometido con esta milenaria y poderosa técnica de combate. El más responsable e intuitivo de sus alumnos. Él no lo sabrá nunca, pero la verdad es que todo su rollo casi místico con el tema de los cabezazos, me chupa un huevo. Solo quiero estar preparado para cuando me cruce con alguno de los de mi lista.

viernes, 22 de mayo de 2009

Siniestras cancioncitas pop

TRASH V

La muerte de todos los poetas

Dos perros rabiosos me acorralan en este oscuro rincón de la mesa. Dos perros conocidos. Ya en otras ocasiones me he enfrentado con ellos y sus babeantes hocicos. Son dos malditos perros de cuidado, son como los putos gemelos fantásticos de la Liga de la justicia. Solo que no se transforman en una cubeta de agua, ni en un halcón violeta. Ni tienen un chimpancé como alegre y agradecido siervo. Estas bestias inmundas me visitan de vez en cuando, solo para recordarme que están ahí. Que no hay clonazepán ni Hiram walker que los extermine y que serán parte de mi ser hasta que todo esto se acabe. De una forma u otra, alguna vez acabará. A veces los oigo aullar, a veces lloran desconsolados y otras veces (lamentablemente la mayoría de las veces), me ladran y me gruñen amenazadores. Dos malditos perros invisibles que me persiguen y me perseguirán hasta la punta de aquél cerro y, alguna vez, me obligarán a saltar.
Mr. Vértigo y yo tenemos una relación bastante extraña. Somos parte de lo mismo, somos algo extraño, siniestro, ominoso. Somos dos polos semiopuestos que se atraen. Puede que hayamos aceptado hace bastante que, a pesar de nuestras coincidencias, somos las dos caras de una moneda que hemos construido a fuerza de admiración y recelo en partes iguales. Somos sinceros el uno con el otro, y en cada charla hacemos sangrar nuestros corazones para beber nuestra sangre putrefacta y brillante. Hace tiempo, pasamos una tarde encerrados, recitando poemas de Bukowski a mi viejo grabador en un estado de ebriedad solemne. Siempre estamos jugando a quién está más cerca del borde. Siempre. Y no es una cuestión de competencia infantil, son reales coincidencias. Su hermano es mi hermano, y creo que los dos lo admiramos a él más que a nosotros mismos. Y eso es mucho decir, ya que entre los dos podemos llenar varios containers de vanidad y egoísmo. Aunque somos dos grandes maestros en el arte de la humildad fingida. Shhh... por lo que más quieras Fink, no hagas públicas tus impresiones parciales, no escribas sobre temas tan delicados... No muestres tus cartas, amigo, me dice la voz de nuestro hermano desde algún lugar de mi cerebro. Obedezco. Estoy desvariando, amigo, no me hagas caso... le contesto mentalmente. Desde mi mente, hacia mí mente. Hablo solo con voces de otros. Debe ser una señal de algo.
- Venezuela.- Dice Mr. Vértigo.
- Europa...
- Será porque sos muy blanco, Fink, sería volver a casa...
- Volver a casa?... puede ser... volver a casa...- y me quedé pensativo, observando el rabioso amarillo del semáforo. El colectivo abre sus puertas y bajo saludando rápidamente a Mr. Vértigo. Alguien me espera en algún lugar, creo, pero no estoy de ánimo para acudir a ninguna cita. Creo que mis malditos y juguetones perritos ya están comenzando su faena. Los siento lamer mis pies suavemente. Las vías del tren están muy cerca hoy, es más, creo que no estuvieron más cerca en ningún otro momento, pero logro calmar la sed de los cachorros. Solo quieren jugar. Solo hay que tirar la pelota lo bastante lejos como para que tarden en volver. Adiós, mis perrunos amigos, estoy seguro que nos veremos las caras otra vez. Por hoy es demasiado.
En mi contestador hay un mensajes. No lo entiendo, yo jamás pude dejar un mensaje en un maldito contestador. O sí, pero siempre por obligación y sin gracia alguna. Por eso me llama la atención que la gente me deje mensajes.
Mensaje uno: Hola, estoy en el cielo y quería saber cómo andan las cosas por la vieja comarca... no sé si sabrás que estoy pasando por un momento extraño y que no te quiero ni te necesito, pero es bueno saber que estás o, mejor dicho, que no estás pero estás... muaac! Sos un hijo de mil putas.(silencio) Si desea escuchar... Cuelgo. Mensaje de un teléfono desconocido. Una chica de voz ronca que se habrá confundido al marcar. El destino desvió el mensaje hasta la única persona que lo merecía. La justicia poética rompe la barrera de las telecomunicaciones y llega como una descarga de 220VW hasta mi cerebro a través de mis oídos, haciendo implosión. Pedazos de un espejo roto en mi cerebro caen como una lluvia de meteoritos, ruidos, ruidos y más ruidos. Y ninguna voz que cure ninguna piel. Hay que convertirse en espejo, dijo Mr. Vértigo hoy por la tarde. Pero de eso hace siglos en esta pizzería de viejos donde todo el mundo me mira extrañado mientras escribo en mi cuaderno de tapas negras. Si tuviese el pantalón sano y una noteboock en vez de un cuaderno, pensarían que soy un joven exitoso, pero el tema de la rodilla al aire, la barba crecida, el cuaderno gastado y la bic negra, me convierte, ante los ojos de los viejos habitué de esta gastada pizzería, en un loco, en un vago o en un drogadicto.
O lo que es peor: un poeta.
Escribo, como para no gritarles en la cara, escupirlos, romper los putos vidrios a patadas y terminar en la comisaría:

Por favor, por favor,
señores, por favor,
no crean que soy un poeta,
no comentan el vandálico acto
de creer
que los poetas existen;
son solo animales mitológicos
que alguna religión inventó
para no hacer dormir de noche
a sus crías,
o son solo el maldito cuco debajo de la cama.
Pero la verdad sea dicha:
Los poetas ya no existen,
se extinguieron,
se murieron,
todos.
Hace años que los encerramos en una isla,
solitos,
con sus libretitas,
cuadernitos
y lapicitos,
y sin cóctel, sin AZT, ni forros,
y les mandamos un mandril
que estaba infectado
todos, todos, todos
se contagiaron
con esa gloriosa plaga
que mandó Dios
Ningún poeta pudo evitar su destino:
Todos se enamoraron de ese simio mortal.
Nadie pudo con la tentación
del colorado y mierdoso culo
De nuestro peludo antepasado.
Ninguno pudo con su sed de peligro
Ninguno sublimó su impulso escalando el Éverest
Nadie siquiera pensó en nadar los doscientos metros estilo mariposa
Ni organizar un campeonato de ajedrez
Ni tejer,
Ni bordar,
Ni escribir,
Ni soñar...
Y esta es la historia
De la muerte
De todos los poetas
Y un simple simio...
Lástima por el mico...
Era la bestia más espantosa
De toda la existencia.

Superada la tormenta de perros gemelos invisibles, hermanos queridos, parroquianos necios, poetas muertos, Clonazepán y Hiram Walker; Fink Airlines sigue con su programación de vuelo habitual. Desestime cualquier carácter ofensivo que implique un directo ataque a la moral y las buenas costumbres ya que estas nociones no son válidas para nuestros viajes programados. Sepa disculpar esta deliciosa turbulencia... es que de eso están hechas nuestras vidas, y recuerde: en Fink Airlines, siempre pensamos en usted. Siempre.

viernes, 8 de mayo de 2009

TRASH IV

TRASH IV
La desintegración de Marcelo Rougger.

La noche, como cuervo furioso, picotea mi cráneo despabilándome. Esa es la llamada de la selva. Salir a jugar entre los autos, los colectivos, los charcos, la gente. Escuchar conversaciones de otros, anotar datos mentalmente, espiar lo que está leyendo el de adelante, esconderse hasta casi no existir para intentar descubrir la esencia del misterio humano. Alguien le dice a un celular, balbuceando, al borde del llanto: no, no le digas nada. No se tiene que enterar...que no, Romina, por favor... pero si es un pelotudo, Romina..., no le digas nada, por favor, no le digas nada. Y cortó con lágrimas de las gordas rodando hacia el infierno por sus pálidas mejillas. Una chica rubia a otro celular: Si... si?... qué bueno... yo también... ok, ok... dale...decile a Marta que se vaya a la concha de su hermana, que yo no soy su payaso personal, dale?... y que no existe... sí, decile... un beso, chau, chau, no me llamen más entonces, ni vos ni ella. Diez en actitud para la chica rubia, me generó una solidaridad instantánea. Maldita Marta. Beso, trofeo y medalla para la rubia.
Dos viejas que pasan caminando:
- A mí me gustan los floggers... antes que los de la cumbia villera, que son todos drogados y mala junta... por lo menos, estos andan limpitos....
- Pero no se sabe bien cuales son chicas y cuales son muchachos... son todos medios degenerados... a mí no me gustan...
Mi pregunta es: dónde, en qué lugar de la galaxia, todas estas líneas se juntan y arman la historia de la humanidad?. Todas estas pequeñas historias intrascendentes, todas estas palabras, lágrimas y mal gusto. Toda esa saliva, toda esa vida, toda esa energía... qué es? Qué significa? Este caos, esta sopa tibia de sangre, vísceras, pensamientos y palabras, hacia donde va? Qué es toda esta sed de existir? Las preguntas me acorralan como perros furiosos y no hay donde huir. Estoy vivo y casi enterrado. Estoy cayendo desde un décimo piso con paracaídas. Buy the ticket, take the ride, me grita un Hunter Thompson gordo y con una cajita de vino en la mano, desde un Torino negro con vidrios polarizados ; vive y sobrevive en esta jungla de Martas, cemento, floggers, emos, punks, caretas, rugbiers, straight edge, hippies, borrachines, poetas, amigos, enemigos, camiones y colectivos. Lo que ves, ni más ni menos, es lo que hay.
Me acodo en la barra y leo los carteles, pensando en lo que dijo la chica rubia. Que Marta se vaya a la concha de su hermana. Hay demasiadas Martas en este maldito mundo. Cada tanto suena esa maldita campana por alguna razón. Nunca supe si es porque alguien paga una ronda de cervezas o si es porque le dejaron propina al de la barra. No importa, tampoco. Odio esa maldita campana.
- Estimado Fink – Dice una voz a mis espaldas – Que sorpresa más grata verlo con tan buena salud... pensé que su amiga la torta ya lo habría ajusticiado a esta altura...- Me doy vuelta hacia la voz y lo veo, es él: el maldito Marcelo Rougger.
- Puede que me esté buscando... pero confío en mi buena estrella: miro hacia los dos lados y cruzo por la senda peatonal... tomo mis recaudos...- Enciendo un cigarrillo y tomo un sorbo de Ballantine´s sin hielo - qué hacés por acá?
- Deambulo entre la gente, como siempre, capturo polaroids de la instantaneidad vacua, mantengo la mecha encendida y digo frases cursis haciéndome el interesante – Me mira desde arriba de sus anteojos y se los acomoda con el dedo medio sobre el nacimiento de la nariz -, lo mismo que usted, mi amigo... veo con exuberante alegría que ha dejado su guarida para salir a cazar historias en la noche, siempre en busca de acción el viejo Fink.., en busca de fuego, de mierda..., de algo, de cualquier cosa..., cualquier cosa, antes que nada, no? Aunque esa cosa sea La nada... cualquier cosa... he leído su, digamos... “diario de internet”, o su “cuaderno trágico de la mundenaidad finkeana”, si prefiere... el otro día, vi que se amigó con la poesía... después de las barbaridades que le hemos escuchado decir sobre la poesía y los poetas... como siempre Fink, usted me sorprende, su grado de contradicción me sorprende... a usted no?
- ...- Solo pude sonreír y mirar hacia un costado.- Por qué me tratás de usted, pelotudo?
- Porque me plazzzzze, tío! – Dice pronunciando muchas zetas, intentando sonar como Sabina. Y siguió – Venga, chabal, vamo´ a vé... es que me estáishhh tocando iaaa... un poquito losh cohónesh!- Imitando a Santiago Segura en Torrente.
- Ok...- Digo, vencido.
- Decime, fink... te molesta mucho que te trate de usted? Porqué será que te jode tanto, no? Porque es una verdadera tontera... un tipo tan inteligente como vos, no puede molestarte tanto una cosa tan insignificante como un trato de cortesía... a un poeta como usted, mi amigo...
- Por qué no te tomás una cerveza y me dejás de romper las pelotas, Rougger?
- No tomo alcohol ni drogas, disfruto de mi lucidez... pero lo acompaño con buena charla, si le parece...
- ...
- Le parece. Perfecto... sabe qué?, yo lo aprecio, y sé que usted también... aunque le moleste admitirlo...
- Está todo bien...
- Si, pero lo que yo digo está más allá del “está todo bien”, a cuadras, a kilómetros del “está todo bien”... usted me necesita... yo lo leo...,si yo no lo leyese, no estaría ahora aquí, molestándolo pero inflándole el ego... años luz de distancia... – Aparece Runa, la chica de los sueños de todos, tapándole la boca y dándole un beso en la cabeza. Me saluda sin acercarse:
- Fink, tanto tiempo... cómo va?
- Runa... todo bien..., más que todo bien... mucho más que todo bien... a años luz de todo bien... – Digo sonriendo.
- Qué decís?- Pregunta.
- Nada... cosas de tu amigo.
- Ah... si molesto, me voy...
- Estábamos hablando de mi relación con Fink, en resumen...- Dice Rougger y ríe.
- Si es así, nenas..., las dejo solas. – Dijo sonriendo y guiñándome el ojo derecho.
Sonreí, giré sobre mis tobillos y los expulsé de mi vida, los desintegré, los reduje a cenizas. Adiós Runa, adiós Rougger, no los necesito. Me aburren. Me oxida la gente como ustedes. Y díganle a Marta que se vaya a la concha de su hermana. Yo tampoco soy su puto payaso.

miércoles, 29 de abril de 2009

Trash III

Trash III

Los perros y los caminos.
(El Duke, la Dalma y la Yanina)

- Los perros son mis enemigos naturales. No es que los odie ni nada por el estilo..., solo que es una raza con la que no congenio. Me llevo muchísimo mejor con los gatos. Los perros, en la calle, me atacan, me ladran, me gruñen... hasta me han mordido. Todo esto, por supuesto, sin ningún tipo de necesidad ni de provocación de mi parte, ya que yo trato de dejar tranquilo a todo el mundo, inclusive a los perros. Pero bueno... ellos la tienen conmigo. Siempre tengo en cuenta los perros cuando voy por la calle. O sea: en mi barrio, cuando tengo que ir a cualquier lado... por ejemplo: cuando voy a comprar el pan, hago un recorrido, entre mi casa y la panadería, en el cual pueda cruzarme la menor cantidad posible de perros, basado en anteriores expediciones y anteriores encontronazos con enemigos posibles... Creo que ya encontré todos los caminos..., quiero decir: creo que ya encontré los caminos más libres de enemigos para llegar a cualquier lugar que necesite sin correr casi peligro... casi, siempre hay que dejar un margen. La seguridad mata el espíritu y hace que nos peguemos unas siestas infernales en nuestros raquíticos y crujientes laureles... casi libres de peligro, mejor dicho. Porque siempre es posible que te encuentres en esos lugares a algún perro nómada que el destino hace que se cruce en nuestro camino, algún pequinés de alguna vieja que está en la puerta... algo. Pero no tengo ninguna duda que ya tengo todos los más seguros...
- De verdad?- Dice una chica sentada a mi derecha, haciéndome bajar de las alturas para darme de trompa con esta semi-realidad de un bar ruidoso y una chica con la que parece que estoy hablando hace rato. En mi monólogo sobre el tema perros, me elevé hasta dejar atrás todo contexto, monologaba en abstracto, por el puro placer de hacerlo y fuera de toda función comunicativa que no fuese conmigo mismo. Parece una ancestral y saludable forma de masturbación.
- De verdad, qué?
- De verdad todo eso de los perros y los caminos?
- Si...
- Vos no estás bien...
- Nunca dije lo contrario... igual, creo que fui claro al decir que yo no tengo ningún problema con los perros, ninguno... son ellos... son bichos malévolos, según parece... las puertas del infierno, ahora recuerdo, las cuida un perro de tres cabezas que escupe fuego por cuando ladra... El can Cervero...
- Si, si, si... che, mirá, allá están mis amigas... voy para allá un ratito, después vengo...- señaló un grupo de chicas igual que ella y se fue. Calculo que hay un 0.01 por ciento de probabilidades de que vuelva. El Duke vuelve con cerveza y unos vasos. No sé qué es lo que hago acá, en este bar lleno de gente. No recuerdo cómo llegué acá. En qué parte del día mi noche se convirtió en esto.
- Brindemos – Dice el Duke- Por la Dalma y la Yanina!-grita mientras choca violentamente mi vaso con el suyo.
- Por la Dalma y la Yanina, a tu salud!- Contesto soriente.
- Querés enchular la birra con un clona?
- No, gracias, no me copa el mambo... quedo zombie...
- Si, a mi tampoco me gusta mucho, pero... es droga, viste?... antes que nada...
- Si, ni hablar... sabés algo de tu hermano?
- Que está guardado...
- Ya sé, pero fuiste a verlo, sabés algo de él por alguno, te escribió... algo?
- Me dijo el negro Enrique, que tiene un primo metido también, que parece que está con uno que es sobrino y ahijado del gordo Valor y manejan el penal. Mueven, transan... hasta tienen minas ahí...
- Posta?
- Eso dice el negro que dice el primo, pero la posta-posta, no la tiene nadie... a mí, me da medio fantasía lo que me cuenta este pibe... yo, lo único que sé es cayó en cana por pancho, por hacerse el Tony Montana y que ni bien entró se lo garcharon hasta que se cansaron y le pasaron el bicho... después, esto que te digo que me contó el negro... puede ser, pero no sé... yo lo quiero, es mi hermano, todo... pero es un bardo y siempre fue un bardo... y ahora, si sale, va a ser peor, porque encima tiene el bicho, o sea que le va a importar menos todo... va a ser un quilombo... va a durar un tiempito y lo van a dar vuelta, porque es fija: podés ser un bardo si sos una luz, tenés que ser un flash, super inteligente, pero este es un boludo que se pica con ginebra y va al frente como loco... me da lástima porque es buen tipo, buenísimo... vos lo conocés...
- Si, una excelente persona...
- Viste?, pero bueno, la suya es esa: ser un bardo, vino así al mundo y así se va a ir... una cagada... tenés una tuca por ahí?
- Si... – Y saqué medio porro de papel de celulosa que brilló por un instante gracias a las blancas luces del lugar y lo encendí. Inhalé hasta asegurarme que hubiese prendido correctamente y se lo pasé.
- ...- El Duke fuma– Es buenísimo, che – con voz chirriante-... donde lo pegaste? De la tía?
- No, me lo trajo un rolinga de ahí del barrio que compra en San Justo...
- En San Justo?
- Si...
- Mirá vos, nunca había escuchado que nadie pegue porro en San justo... he escuchado de transas de merca en San Justo, en unos monobloks...
- Hay monobloks en San Justo?
- Ni idea, no fui nunca, pero eso decían...
- Ni idea, no conozco... pasé una vez, hace mucho... recuerdo que me pareció un lugar horrible... feo estéticamente... como Avellaneda; Avellaneda me deprime, su fealdad influye en mi estado de ánimo, entendés? Eso mismo, creo, es lo que me pasó cuando estuve en San Justo. Qué feo que es Avellaneda...
- Nunca le presté atención... el otro día, en Avellaneda justamente, hablaba con una pibita alemana que vino acá no sé porqué carajo, a hacer qué cosa y la conocí en una fiesta, y me decía que lo que le llamaba la atención de acá, era la cantidad de perros perdidos. Pergggdidos, decía ella medio trabado, pergggdidos... todavía no la cachaba del todo la historieta de que los perros anden por ahí y se reproduzcan y sean perros, que no sean de nadie, solo perros que viven siendo perros... allá, los perros de la calle no existen, hasta tienen obra social los perros... increíble... Imaginate que salís de acá, te vas caminando y no te cruzás ni un puto perro? Sería rarísimo... ni bueno ni malo, porque la verdad es que los perros, verdaderamente, me chupan un huevo, me parecen demasiado sometidos... una versión de amor que no me convence, pero desde que tengo uso de razón, que cruzo un promedio de dieciséis perros por día por la calle... Creo que, por más que los perros no me gusten particularmente, me deprimiría no verlos por la calle... Alemania es mi Avellaneda...
- Pero... vos contás a los perros que ves en la calle? – Dije sorprendido.
- Si... no me preguntes porqué, pero desde que aprendí a contar, de pendejo, que cuento los perros que veo por la calle. En un tiempo, tenía un cuaderno en que tenía dibujado una especie de mapa del barrio en cada hoja y escribía ahí cuantos perros me cruzaba por día y en donde me los cruzaba... ahora ya no, pero me quedó lo de contarlos... viste esas costumbres boludas que tiene uno? Como escupir, comerte las uñas y todas esas boludeces? Bueno: yo cuento perros. – El Duke me mira sonriendo, como avergonzado- Te parece raro?
- Para nada...- Alzo mi vaso hacia las estrellas y propongo un brindis:
- Por la Dalma y la Yanina, mi estimado Duke.
- Ni hablar – Dice el Duke, y choca violentamente mi vaso con el suyo.

Trash III

Trash III

Los perros y los caminos.
(El Duke, la Dalma y la Yanina)

- Los perros son mis enemigos naturales. No es que los odie ni nada por el estilo..., solo que es una raza con la que no congenio. Me llevo muchísimo mejor con los gatos. Los perros, en la calle, me atacan, me ladran, me gruñen... hasta me han mordido. Todo esto, por supuesto, sin ningún tipo de necesidad ni de provocación de mi parte, ya que yo trato de dejar tranquilo a todo el mundo, inclusive a los perros. Pero bueno... ellos la tienen conmigo. Siempre tengo en cuenta los perros cuando voy por la calle. O sea: en mi barrio, cuando tengo que ir a cualquier lado... por ejemplo: cuando voy a comprar el pan, hago un recorrido, entre mi casa y la panadería, en el cual pueda cruzarme la menor cantidad posible de perros, basado en anteriores expediciones y anteriores encontronazos con enemigos posibles... Creo que ya encontré todos los caminos..., quiero decir: creo que ya encontré los caminos más libres de enemigos para llegar a cualquier lugar que necesite sin correr casi peligro... casi, siempre hay que dejar un margen. La seguridad mata el espíritu y hace que nos peguemos unas siestas infernales en nuestros raquíticos y crujientes laureles... casi libres de peligro, mejor dicho. Porque siempre es posible que te encuentres en esos lugares a algún perro nómada que el destino hace que se cruce en nuestro camino, algún pequinés de alguna vieja que está en la puerta... algo. Pero no tengo ninguna duda que ya tengo todos los más seguros...
- De verdad?- Dice una chica sentada a mi derecha, haciéndome bajar de las alturas para darme de trompa con esta semi-realidad de un bar ruidoso y una chica con la que parece que estoy hablando hace rato. En mi monólogo sobre el tema perros, me elevé hasta dejar atrás todo contexto, monologaba en abstracto, por el puro placer de hacerlo y fuera de toda función comunicativa que no fuese conmigo mismo. Parece una ancestral y saludable forma de masturbación.
- De verdad, qué?
- De verdad todo eso de los perros y los caminos?
- Si...
- Vos no estás bien...
- Nunca dije lo contrario... igual, creo que fui claro al decir que yo no tengo ningún problema con los perros, ninguno... son ellos... son bichos malévolos, según parece... las puertas del infierno, ahora recuerdo, las cuida un perro de tres cabezas que escupe fuego por cuando ladra... El can Cervero...
- Si, si, si... che, mirá, allá están mis amigas... voy para allá un ratito, después vengo...- señaló un grupo de chicas igual que ella y se fue. Calculo que hay un 0.01 por ciento de probabilidades de que vuelva. El Duke vuelve con cerveza y unos vasos. No sé qué es lo que hago acá, en este bar lleno de gente. No recuerdo cómo llegué acá. En qué parte del día mi noche se convirtió en esto.
- Brindemos – Dice el Duke- Por la Dalma y la Yanina!-grita mientras choca violentamente mi vaso con el suyo.
- Por la Dalma y la Yanina, a tu salud!- Contesto soriente.
- Querés enchular la birra con un clona?
- No, gracias, no me copa el mambo... quedo zombie...
- Si, a mi tampoco me gusta mucho, pero... es droga, viste?... antes que nada...
- Si, ni hablar... sabés algo de tu hermano?
- Que está guardado...
- Ya sé, pero fuiste a verlo, sabés algo de él por alguno, te escribió... algo?
- Me dijo el negro Enrique, que tiene un primo metido también, que parece que está con uno que es sobrino y ahijado del gordo Valor y manejan el penal. Mueven, transan... hasta tienen minas ahí...
- Posta?
- Eso dice el negro que dice el primo, pero la posta-posta, no la tiene nadie... a mí, me da medio fantasía lo que me cuenta este pibe... yo, lo único que sé es cayó en cana por pancho, por hacerse el Tony Montana y que ni bien entró se lo garcharon hasta que se cansaron y le pasaron el bicho... después, esto que te digo que me contó el negro... puede ser, pero no sé... yo lo quiero, es mi hermano, todo... pero es un bardo y siempre fue un bardo... y ahora, si sale, va a ser peor, porque encima tiene el bicho, o sea que le va a importar menos todo... va a ser un quilombo... va a durar un tiempito y lo van a dar vuelta, porque es fija: podés ser un bardo si sos una luz, tenés que ser un flash, super inteligente, pero este es un boludo que se pica con ginebra y va al frente como loco... me da lástima porque es buen tipo, buenísimo... vos lo conocés...
- Si, una excelente persona...
- Viste?, pero bueno, la suya es esa: ser un bardo, vino así al mundo y así se va a ir... una cagada... tenés una tuca por ahí?
- Si... – Y saqué medio porro de papel de celulosa que brilló por un instante gracias a las blancas luces del lugar y lo encendí. Inhalé hasta asegurarme que hubiese prendido correctamente y se lo pasé.
- ...- El Duke fuma– Es buenísimo, che – con voz chirriante-... donde lo pegaste? De la tía?
- No, me lo trajo un rolinga de ahí del barrio que compra en San Justo...
- En San Justo?
- Si...
- Mirá vos, nunca había escuchado que nadie pegue porro en San justo... he escuchado de transas de merca en San Justo, en unos monobloks...
- Hay monobloks en San Justo?
- Ni idea, no fui nunca, pero eso decían...
- Ni idea, no conozco... pasé una vez, hace mucho... recuerdo que me pareció un lugar horrible... feo estéticamente... como Avellaneda; Avellaneda me deprime, su fealdad influye en mi estado de ánimo, entendés? Eso mismo, creo, es lo que me pasó cuando estuve en San Justo. Qué feo que es Avellaneda...
- Nunca le presté atención... el otro día, en Avellaneda justamente, hablaba con una pibita alemana que vino acá no sé porqué carajo, a hacer qué cosa y la conocí en una fiesta, y me decía que lo que le llamaba la atención de acá, era la cantidad de perros perdidos. Pergggdidos, decía ella medio trabado, pergggdidos... todavía no la cachaba del todo la historieta de que los perros anden por ahí y se reproduzcan y sean perros, que no sean de nadie, solo perros que viven siendo perros... allá, los perros de la calle no existen, hasta tienen obra social los perros... increíble... Imaginate que salís de acá, te vas caminando y no te cruzás ni un puto perro? Sería rarísimo... ni bueno ni malo, porque la verdad es que los perros, verdaderamente, me chupan un huevo, me parecen demasiado sometidos... una versión de amor que no me convence, pero desde que tengo uso de razón, que cruzo un promedio de dieciséis perros por día por la calle... Creo que, por más que los perros no me gusten particularmente, me deprimiría no verlos por la calle... Alemania es mi Avellaneda...
- Pero... vos contás a los perros que ves en la calle? – Dije sorprendido.
- Si... no me preguntes porqué, pero desde que aprendí a contar, de pendejo, que cuento los perros que veo por la calle. En un tiempo, tenía un cuaderno en que tenía dibujado una especie de mapa del barrio en cada hoja y escribía ahí cuantos perros me cruzaba por día y en donde me los cruzaba... ahora ya no, pero me quedó lo de contarlos... viste esas costumbres boludas que tiene uno? Como escupir, comerte las uñas y todas esas boludeces? Bueno: yo cuento perros. – El Duke me mira sonriendo, como avergonzado- Te parece raro?
- Para nada...- Alzo mi vaso hacia las estrellas y propongo un brindis:
- Por la Dalma y la Yanina, mi estimado Duke.
- Ni hablar – Dice el Duke, y choca violentamente mi vaso con el suyo.

Trash III

Los perros y los caminos.
(El Duke, la Dalma y la Yanina)

- Los perros son mis enemigos naturales. No es que los odie ni nada por el estilo..., solo que es una raza con la que no congenio. Me llevo muchísimo mejor con los gatos. Los perros, en la calle, me atacan, me ladran, me gruñen... hasta me han mordido. Todo esto, por supuesto, sin ningún tipo de necesidad ni de provocación de mi parte, ya que yo trato de dejar tranquilo a todo el mundo, inclusive a los perros. Pero bueno... ellos la tienen conmigo. Siempre tengo en cuenta los perros cuando voy por la calle. O sea: en mi barrio, cuando tengo que ir a cualquier lado... por ejemplo: cuando voy a comprar el pan, hago un recorrido, entre mi casa y la panadería, en el cual pueda cruzarme la menor cantidad posible de perros, basado en anteriores expediciones y anteriores encontronazos con enemigos posibles... Creo que ya encontré todos los caminos..., quiero decir: creo que ya encontré los caminos más libres de enemigos para llegar a cualquier lugar que necesite sin correr casi peligro... casi, siempre hay que dejar un margen. La seguridad mata el espíritu y hace que nos peguemos unas siestas infernales en nuestros raquíticos y crujientes laureles... casi libres de peligro, mejor dicho. Porque siempre es posible que te encuentres en esos lugares a algún perro nómada que el destino hace que se cruce en nuestro camino, algún pequinés de alguna vieja que está en la puerta... algo. Pero no tengo ninguna duda que ya tengo todos los más seguros...
- De verdad?- Dice una chica sentada a mi derecha, haciéndome bajar de las alturas para darme de trompa con esta semi-realidad de un bar ruidoso y una chica con la que parece que estoy hablando hace rato. En mi monólogo sobre el tema perros, me elevé hasta dejar atrás todo contexto, monologaba en abstracto, por el puro placer de hacerlo y fuera de toda función comunicativa que no fuese conmigo mismo. Parece una ancestral y saludable forma de masturbación.
- De verdad, qué?
- De verdad todo eso de los perros y los caminos?
- Si...
- Vos no estás bien...
- Nunca dije lo contrario... igual, creo que fui claro al decir que yo no tengo ningún problema con los perros, ninguno... son ellos... son bichos malévolos, según parece... las puertas del infierno, ahora recuerdo, las cuida un perro de tres cabezas que escupe fuego por cuando ladra... El can Cervero...
- Si, si, si... che, mirá, allá están mis amigas... voy para allá un ratito, después vengo...- señaló un grupo de chicas igual que ella y se fue. Calculo que hay un 0.01 por ciento de probabilidades de que vuelva. El Duke vuelve con cerveza y unos vasos. No sé qué es lo que hago acá, en este bar lleno de gente. No recuerdo cómo llegué acá. En qué parte del día mi noche se convirtió en esto.
- Brindemos – Dice el Duke- Por la Dalma y la Yanina!-grita mientras choca violentamente mi vaso con el suyo.
- Por la Dalma y la Yanina, a tu salud!- Contesto soriente.
- Querés enchular la birra con un clona?
- No, gracias, no me copa el mambo... quedo zombie...
- Si, a mi tampoco me gusta mucho, pero... es droga, viste?... antes que nada...
- Si, ni hablar... sabés algo de tu hermano?
- Que está guardado...
- Ya sé, pero fuiste a verlo, sabés algo de él por alguno, te escribió... algo?
- Me dijo el negro Enrique, que tiene un primo metido también, que parece que está con uno que es sobrino y ahijado del gordo Valor y manejan el penal. Mueven, transan... hasta tienen minas ahí...
- Posta?
- Eso dice el negro que dice el primo, pero la posta-posta, no la tiene nadie... a mí, me da medio fantasía lo que me cuenta este pibe... yo, lo único que sé es cayó en cana por pancho, por hacerse el Tony Montana y que ni bien entró se lo garcharon hasta que se cansaron y le pasaron el bicho... después, esto que te digo que me contó el negro... puede ser, pero no sé... yo lo quiero, es mi hermano, todo... pero es un bardo y siempre fue un bardo... y ahora, si sale, va a ser peor, porque encima tiene el bicho, o sea que le va a importar menos todo... va a ser un quilombo... va a durar un tiempito y lo van a dar vuelta, porque es fija: podés ser un bardo si sos una luz, tenés que ser un flash, super inteligente, pero este es un boludo que se pica con ginebra y va al frente como loco... me da lástima porque es buen tipo, buenísimo... vos lo conocés...
- Si, una excelente persona...
- Viste?, pero bueno, la suya es esa: ser un bardo, vino así al mundo y así se va a ir... una cagada... tenés una tuca por ahí?
- Si... – Y saqué medio porro de papel de celulosa que brilló por un instante gracias a las blancas luces del lugar y lo encendí. Inhalé hasta asegurarme que hubiese prendido correctamente y se lo pasé.
- ...- El Duke fuma– Es buenísimo, che – con voz chirriante-... donde lo pegaste? De la tía?
- No, me lo trajo un rolinga de ahí del barrio que compra en San Justo...
- En San Justo?
- Si...
- Mirá vos, nunca había escuchado que nadie pegue porro en San justo... he escuchado de transas de merca en San Justo, en unos monobloks...
- Hay monobloks en San Justo?
- Ni idea, no fui nunca, pero eso decían...
- Ni idea, no conozco... pasé una vez, hace mucho... recuerdo que me pareció un lugar horrible... feo estéticamente... como Avellaneda; Avellaneda me deprime, su fealdad influye en mi estado de ánimo, entendés? Eso mismo, creo, es lo que me pasó cuando estuve en San Justo. Qué feo que es Avellaneda...
- Nunca le presté atención... el otro día, en Avellaneda justamente, hablaba con una pibita alemana que vino acá no sé porqué carajo, a hacer qué cosa y la conocí en una fiesta, y me decía que lo que le llamaba la atención de acá, era la cantidad de perros perdidos. Pergggdidos, decía ella medio trabado, pergggdidos... todavía no la cachaba del todo la historieta de que los perros anden por ahí y se reproduzcan y sean perros, que no sean de nadie, solo perros que viven siendo perros... allá, los perros de la calle no existen, hasta tienen obra social los perros... increíble... Imaginate que salís de acá, te vas caminando y no te cruzás ni un puto perro? Sería rarísimo... ni bueno ni malo, porque la verdad es que los perros, verdaderamente, me chupan un huevo, me parecen demasiado sometidos... una versión de amor que no me convence, pero desde que tengo uso de razón, que cruzo un promedio de dieciséis perros por día por la calle... Creo que, por más que los perros no me gusten particularmente, me deprimiría no verlos por la calle... Alemania es mi Avellaneda...
- Pero... vos contás a los perros que ves en la calle? – Dije sorprendido.
- Si... no me preguntes porqué, pero desde que aprendí a contar, de pendejo, que cuento los perros que veo por la calle. En un tiempo, tenía un cuaderno en que tenía dibujado una especie de mapa del barrio en cada hoja y escribía ahí cuantos perros me cruzaba por día y en donde me los cruzaba... ahora ya no, pero me quedó lo de contarlos... viste esas costumbres boludas que tiene uno? Como escupir, comerte las uñas y todas esas boludeces? Bueno: yo cuento perros. – El Duke me mira sonriendo, como avergonzado- Te parece raro?
- Para nada...- Alzo mi vaso hacia las estrellas y propongo un brindis:
- Por la Dalma y la Yanina, mi estimado Duke.
- Ni hablar – Dice el Duke, y choca violentamente mi vaso con el suyo.

miércoles, 8 de abril de 2009

Trash II

En un cometa hacia las rocas

Lo primero que recuerdo, después de mi encontronazo con Claudia, es que el erre 12 corría y corría por las calles del suburbio y nosotros, trágicos y bellos, nos sentíamos en la cima de la creación. Dos ilustres desconocidos viajando en la ruta de la noche eterna antes del fin del mundo. Fumábamos, recios, cada uno mirando hacia su lado, perdidos en nuestros pensamientos más penetrantes y lúgubres. La noche no caía entre nuestros dedos como pequeños e insignificantes granos de arena, sino que su masa íntegra se desintegraba al hacer contacto con nuestras manos de fuego. Las esquinas pasaban junto los faroles, los carros, los perros, los gatos, las putas y los nenes aspirando poxi-ran en bolsitas tristes. El mundo te pega patadas repentinas en la conciencia todo el maldito tiempo, pero nosotros estábamos preparados para que eso no nos afecte. No veíamos la luna, solo el techo del erre 12 celeste, y con eso nos alcanzaba. Las luces se veían brillantes, casi cegadoras, el frío ya no se sentía después del tercer trago de Criadores etiqueta negra, y las sombras de los árboles reflejaban figuras cada vez más interesantes en el asfalto gris iluminado malamente por una tenue luz anaranjada.
- Fink – Dijo repentinamente el Lobo
- Qué?
- Seguís escribiendo?
- Más o menos..., por?
- Porque se me ocurrió una idea buenísima para un cuento... y como a mí no se me da por escribir, quería que lo escribas vos.
- ...
- Escuchá: dos tipos planean robar un banco; dos pelagatos, dos muertos. No tienen idea los tipos... Qué hacen?... eh?... un pacto con el diablo. Le piden que se de lo del robo y que los deje vivir hasta los cien años para disfrutar la guita. Se los concede y a los cien años, el diablo quiere cobrar su pacto...
- Y?
- Y lo logra. Los dos tipos se van tranquilos y felices por haber disfrutado la guita, las putas, la merca y todo lo demás.
- Ahh...
- Pero eso no es todo, porque lo interesante del cuento, mi estimado amigo, es el monólogo que hacen cada uno de estos dos viejos de cien años antes de morir...
- Y qué dicen?
- No sé... cualquier pelotudéz... si ya está... cualquier ganzada que pongas en el medio con un cuarto de vuelo poético, va bien... te hacés un poco el raro, hablás de la cuadratura del círculo, la piedra filosofal de la concha del pato y listo... hasta te podés ganar un premio y todo...
- ...
- Boludo, te estoy dando un sachet vacío para que lo completes, una estructura, la historia del diablo y todo lo demás no es más que un soporte de lo verdaderamente importante que es lo que van a decir estos dos pelotudos antes de morir... Está estructurado para que cualquier cosa media misteriosa que digan estos tipos, sea maravillosa...
- Y si no dicen nada...? Sería mucho más interesante...
- Si no dicen nada, el puto cuento es tuyo y no mío, Fink!, andá a cagar!
- Pero lo tengo que escribir yo...
- No. Vos no escribís nada, vos funcionás como mi escribiente, entendés?
- …
- Por ejemplo, que uno de los viejos diga... Mi vida fue como ir en un cometa hacia las rocas... es más: ese debe ser el título del cuento... o la novela, por qué no?
- Muy buen nombre – Dije convencido y con un hectolitro de envidia.-, muy bueno... funcionaría también como obra de teatro... no lo pensaste?
- Por supuesto, mi estimado Fink, por supuesto...- Y me guiñó el ojo con una mueca inconfundiblemente malévola. El viejo y sonriente Lobo; su delirio estallaba en una intensidad estéril y estrepitosa, ya que yo no me prestaría para semejante fantochada literaria.
Después de esto, seguimos sumidos en nuestros respectivos pensamientos, mientras el erre 12 celeste devoraba asfalto y tragaba litros y litros de nafta común y la noche nos acogía en su seno como una madre. Una madre bella, tibia e incestuosa que se paseaba en portaligas y susurraba sucias fantasías a nuestros oídos.
Las esquinas seguían pasando junto los faroles, los carros, los perros, los gatos, las putas... Saco la cabeza por la ventanilla y veo la luna por primera vez en esta negra noche invernal, siento el viento helado en la cara, en el pelo, en el cuerpo. Aúllo y escucho que desde adentro del erre 12 celeste, el Lobo no me acompaña en este coro nocturno y desafinado. Él espera que ella le aúlle a él.
Vuelvo a meter mi cabeza al auto y automáticamente el Lobo enciende el stereo. Por un instante, en mi mundo todo se vuelve negro, cierro los ojos y sonrío, me recuesto en el asiento. Por los parlantes, sale algo saturada y a todo volumen, la oscura, grave e inconfundible voz de Tom Waits. Vuelven de a poco los colores. Tom arremete contra su propia soledad y canta a su modo, desde algún oscuro departamento alquilado: ”Afuera, otra Luna llena le hace un agujero amarillo a la noche, yo trepo por mi ventana y bajo hacia la calle, voy brillando como una moneda de diez centavos nueva”. Marco el ritmo con la cabeza, moviéndola hacia arriba y hacia abajo. Tom sigue atrapado en esa ciudad buscando todas las noches a alguien que no encuentra en los trenes que van y vienen durante toda la noche. Le dice a ese alguien a quien no encuentra: “Conozco tu ventana y sé que es tarde, conozco las escaleras y el camino hasta tu puerta...” Abro los ojos a un mundo de nuevo en colores, las tinieblas desaparecieron por completo. La canción sube en el estribillo y acompaño a Tom con el coro: “Voy a verte esta noche, en el tren del suburbio, donde cada noche es lo mismo...”
- Tom Waits salvó mi vida – Le digo al Lobo, ya recuperado por completo.
- Qué? – Dice entre el ruido.
- Que Tom Waits – dije, en voz más alta- salvó mi vida...
El lobo se limitó a sonreirá y asentir con la cabeza con una exagerada sonrisa en su rostro. No entendió nada de lo que dije, pero hizo como que sí. Así parecen ser las cosas cuando vas en un cometa hacia las rocas. Y a mí, la verdad, me parece fantástico.

lunes, 30 de marzo de 2009

Confesiones de un extravagante

Confesiones de un extravagante

No duermo bien.
Hace años.
Dormir, soñar...
Ya no lo necesito
Ni lo extraño
Matar ruiseñores en la noche
Me mantiene en forma
Comer bichitos bolita
En el desayuno
Me ayuda mantener
Una dieta equilibrada
Y eso,
Y eso,
Es muy importante
Me lo contó tu tía,
Mientras me lamía la mugre
De entre los dedos del pie.
Eso fue en febrero
Y yo volvía de jugar al fútbol
Un sábado de sol a las cuatro de la tarde
Después de eso
Me fui al cementerio
A dar una vuelta,
A visitar viejos conocidos
A convidarles de mis mariposas grises
Que saben a rosas fermentadas
A matarlos un poco más
Pero fracasé.
Ninguno de ellos estaba.
Solo una horda de vivos desconocidos
Haciendo malabares con huesos
Recorrí el lugar.
Di una vuelta
Me aburrí
Tomé todas mis cosas
(unos trapos sucios y un viejo bidón de nafta vacío),
y salí a toda velocidad.

Confesiones de un extravagante (II)
(Cría cuervos)

Solté las riendas y me hundí.
El agua no estaba del todo fría
El sol quemaba,
Alentando al lento y perezoso cancer de piel a actuar;
las olas en la alcantarilla
Invitaban a surfear con una tabla de llantos
Entre ratas muertas y forros usados
Pero yo estaba en otro viaje
Las últimas luces
De los últimos días
Habían sido premonitorias.
Se acercaba la noche,
los lobos más fieros
Cantaban sus celos mortuorios
Y su parcialidad maléfica.
En la eterna última noche
Antes del fin del mundo
Y eso que ves,
Aquello que brilla
Por todo el lugar,
No es nuestro llanto
Convertido en estrellas,
No.
Son los cristales rotos
De nuestro
Reflejo.
Y nada de esto es cierto
Y nada de esto es mentira
Sin la mística oscura
De nuestros movimientos
Un vez alguien me dijo:
“deberías probar el vino
de las muertes más lentas,
de los suicidios lógicos
y las fórmulas de vida
aptas para todo público;
aunque más no sea
para darle un chance al destino”
Le contesté que lo pensaría,
Que reflexionaría sobre el tema,
Que probablemente lo haría.
Pero todo fue una mentira.
Sigo siendo partidario
De comer carne cruda
De niños inocentes,
simpatizo con la idea
De extinguir a las ballenas blancas
Que son tan aburridas
Y, cuando me siento triste,
Martillo agujitas
En los ojitos de mis cuervos.
Los crié para que comieran mis ojos
Pero son tan agradecidos,
Los muy estúpidos,
Que los lamen
Llenos de amor.
Mientras
Se
Desangran.

jueves, 12 de marzo de 2009

TRASH

I

Claudia la torta y la sed de las cucarachas.

Sola, fané y descangayada, camina Claudia la torta a todo vapor por la vereda. Un metro y medio de ser aborrecible. Sucia, buchona, traicionera, chueca, merquera, fea. Sobretodo, muy fea. Y muy merquera. Lo cosas que más le gustan en esta vida son dos: la merca y Sandra Mianovich. Tiene un amor casi místico por las dos cosas. Viene rápido y resoplando. Me ve, se frena.
- Fink, - Dice- necesito que me ayudes...
- Necesitás guita?
- No, necesito conseguir un chumbo.
- Un chumbo? No, Claudia, ni idea...
- Fink, tengo que matar a un hombre, tengo que matarlo para ser feliz.
- No sé que decirte, Claudia, a quién querés matar?
- A Luis.
- Luis el novio de Samantha?
- Si, Samantha es mía, Fink, es mía... No puede estar con ese tipo, con ese forro, no puede, me entendés? Sabés como la tendría yo? Como un reina la tendría, Fink y este pelotudo, la tiene en una prefabricada en san culo y... la tiene ahí, prisionera, no la deja salir, no puede, ella quiere verme, pero el hijo de mil putas ese no la deja, la ata a la cama con una cadena, la hizo cambiar el número, para que no pudiese hablar conmigo. Te lo digo yo, Claudia Carmona, que ese tipo la fisura en un toque, no pasa las fiestas, ese guacho. Guacho de mierda, gil de mierda. – Dice atacada por una furia asesina, parece a punto de explotar- Vos sabés quién soy yo, vos sabés que a mi no me joden así nomás, yo soy Claudia, entendés? Y a mi no me va a faltar nadie el respeto, porque vos sabés, a mi con locuritas no, porque a loco, loco y medio; y se pudre, eh, se te pudre si te metés conmgo...
- Ok, tranquilizate, tomá un poco de aire...
- Qué poco de aire ni que poco de aire, querido? Qué poco de aire?- re restriega la nariz y sorbe los mocos con fuerza- vos me estás cargando a mi, la concha de tu hermana? Tienen al amor de mi vida encerrada en San Culo, atada a la cama, encadenada, viejo, encadenada y yo acá... y vos me decís que tome un poco de aire... andate a cagar, loco, andate a cagar... decime quién tiene un chumbo ya, pero ya!, loco, porque lo voy a sacar de algún lado, y te pongo en la lista, macho, sabé que va a ver una bala con tu nombre...
- Pará, loca – Digo suave – tranquila...
- Tranquila? Mirá leeme los labios Fink: andate a la concha tu puta abuela.-Claudia la torta me empuja, y sigue marcha hacia la avenida.
Me quedo pensando en que si tuviese un chumbo o consiguiese uno, se lo daría sin ningún reparo. No sentiría ningún tipo de remordimientos por lo que ocurriese con su vida, ni la de Luis, ni de la otra conchuda de Samatha que bastante forra siempre fue. Hubiese sido bueno un poco de show. Lio, tiro y cocha golda. Titulares en rojo, perfiles psicológicos de los involucrados, votaciones a algún cero seiscientos por culpable o inocente. Todo. Los desangelados como protagonistas de sus propias historias. Los malditos quince minutos de Andy Warhol, aplicados a la estepa tercermundista. Sacudir al barrio, darle una historia, crear héroes y demonios, haber escrito con sangre en la historia del universo. Ahora me quedé sin el show y en la ciudad anda dando vueltas una bala con mi nombre.
Me imagino a Claudia la torta, plantándose de frente y apuntando a mi cabeza. Apunta cerrando un ojo, dispara. La bala entrando por el punto medio exacto de mi frente, justo entre los ojos, pero más arriba. Sería un grand finale magistral, de eso no hay duda. Sería otra historia más de venganza, amor, locura y muerte en technicolor y pantalla gigante. Como decir: acá estoy yo, acá estaba yo, hijos de puta!, este es mi lugar y no lo aguanto más, buenas noches, nos vemos, se van todos a la puta que los parió. Nunca pensé que hubiese un suicida dentro de mí, pero a la luz de mis apreciaciones y de la total honestidad con la que propongo llevar estos papeles, no me queda otra opción que aceptarlo calmadamente.
La cuadra de la fábrica está desierta. Las luces del otro lado de la calle alumbran la pared del campo de enfrente y por su enfoque hace creer que la pared es infinita. Parece una muralla como la china, pero a escala Ezpeleta. Hace frío, el Lobo que no llega, y yo sin bufanda. No tengo idea de donde la habré dejado. No sé si encender un pucho o dejar mis manos guardadas en los bolsillos. La nicotina gana la pulseada.
Un extraño pensamiento me invade. Pienso en las cucarachas, mientras apoyo la espalda en la pared de la fábrica. Pensamientos extraños es esta infernal noche de invierno, diría el Dr. Thompson. La imagen de Claudia ultimándome, me hizo recordar algunos datos acerca de las cucarachas. Estos insectos casi indestructibles que aquejan a la raza humana con su sola presencia (recordemos que es un insecto que no pica y que tiene un carácter misógino), pueden vivir hasta ocho días sin la cabeza y, cuando mueren, lo hacen de sed. Un amigo dijo: si pudiesen tomar agua por el culo, no se mueren más estas hijas de puta...
Nosotros no podemos vivir sin cabeza. Por eso me inquieta lo de la bala con mi nombre.
Cuánto habrá de verdad en esta desesperada historia de amor que me contó Claudia? Será solo su paranoia combinada con su carácter explosivo y una merca cortada con demasiada anfeta? Estará Samantha encadenada a la cama? Tendrá una bala destinada a terminar con mi existencia? Existirá en otro barrio, en otra ciudad, alguna otra Samantha encadenada a otra cama? Otra torta enloquecida de amor y merca deambulado en busca de un arma y poniéndole nombres a las balas? Todo puede ser, bajo este cielo que es cada vez más pesado y que cada día está más y más cerca de nuestras cabezas. El cielo es el límite y las estrellas nos iluminan. Por ahora.

jueves, 29 de enero de 2009

No hay jabalíes en Ubraska

(Millones de moscas y un cerdo salvaje)

- Te lo juro, Fink, me metieron causa por unas gafas; a vos te parece? Los políticos se la pasan robando, tomando, cojiéndose pendejas, y no le hacen nada... y a mí, por unas gafas, me meten causa... los jueces son todos unos caretas...- Dice Nico Jabalí, esta tarde noche de abril que nos cruzamos. Le habían abierto una causa judicial por robar unos lentes de sol. Un suceso delictivo casi nulo, una pavada. Pero cuando le agregamos que el hecho había sido perpetrado en compañía de parte de la Guardia Imperial... uno prefiere no pensar en el anterior poseedor de las gafas. Dejémoslo ahí, decía un viejo dinosaurio que tardó demasiado en morir. Nico me habla rápido y gesticula con la cara. Enarca las cejas, muestra los dientes y se rasca la oreja izquierda con el hombro. Tiene las manos ocupadas. En su mano izquierda descansa en paz, sobre un recorte de bolsa de supermercado, una piedrita de porro paraguayo prensado. Con la derecha lo va picando lenta y concienzudamente. Este espécimen celestial, este prohombre de los bordes que pica laboriosamente su ambrosía para convidarme, es una leyenda viviente. Un Dios griego cocainómano, alcohólico y furioso suelto en los confines del barrio. Sus historias son diseminadas por el barrio por los pibes que miran la marginalidad desde la vereda de enfrente, curiosos de las aventuras de los fuera de la ley. Una vez nos cruzamos con él un sábado a la noche. Éramos un grupo de tres o cuatro, estábamos recorriendo la zona en busca de algo que no hemos encontrado todavía, cuando se escucharon gritos desde la esquina de la avenida. Nos acercamos porque olfateamos el peligro. En algún momento de la confusión de gritos, puteadas y piñas repartidas, entendí que la historia había sido la siguiente: pasó uno tomando Whisky / Nico le pidió un trago / El otro no le dio / Nico lo golpeó / le sacó el Whisky / Tomó un trago / El otro le pegó a Nico / Nico quería ir a buscar un chumbo y enfriarlo. Enfriarlo por irrespetuoso. Algunos de sus seguidores de esa noche, lo incitaban. Ya habían comprobado la existencia del mito y ahora querían sangre. Querían un nadie que haga lo que a ellos les gustaría hacer. Nosotros seguimos camino. Llegamos a un bar y entramos, como para hacer algo estúpido con nuestro tiempo. Tomamos unos tragos, hablamos con algunas señoritas. Por la ventana del bar, vi a Nico Jabalí llegando con su trouppe de amigos / súbditos. Me alegré por él, por el hecho de que haya podido esquivar la estupidez histérica de sus compañeros de juerga. Apuré mi vaso y enfilé hacia el baño. Esquivé a una niña que inhalaba cocaína casi agachada detrás de la barra y entré. Vi una escupida de sangre en el piso. Frente a mí, casi de espaldas, un pibe bañado en sangre ya seca miraba en el espejo una frente destruida y abierta y una masa sanguinolenta de carne flácida que cubría casi por completo el ojo derecho, resistiéndose a creer que la imagen que devolvía el espejo era la suya. Saqué cuentas. Habían pasado ya más de dos horas del episodio del Whisky. El tiempo justo como para ir a buscar un chumbo si uno sabe donde. Nico no había esquivado nada. Había embestido el bulto que le habían puesto en el camino como un toro lleno de merca, Gancia caliente y cerveza en envases de plástico. Había escupido fuego por la boca y ese fuego escupido y desparramado en la noche, quería decirnos algo. Quería marcar una diferencia con el resto del mundo, dejando un espacio insondable en él y el resto de los mortales. Y, de paso, nos dejaba una enseñanza eterna: Algunas leyendas se construyen cumpliendo las expectativas histéricas y estúpidas del público.
Después de esa noche, no nos vimos mucho más. Él trabajaba de camionero y nunca se lo veía por el barrio. Nos cruzamos en una esquina una noche perdida y nos fumamos un porro mientras me mostraba fotos de su hijo y me contaba que no lo dejaban verlo. Nunca hablamos de esa noche en el bar ni del episodio del Whisky. Creo que ninguno de los dos sabemos a ciencia cierta cómo terminó.
- Vuelvo al camión, Fink – dice mirándome a los ojos detrás de una cortina humo espeso – Estoy cansado de estar acá, loco, me entendés?, encima, ahora esto de la causa... me voy de nuevo con el mionca. Eso es vida, amigo, eso sí que es vida. Manejás por la ruta, nadie te rompe las pelotas, parás donde querés, a la hora que querés, te tomás unas birritas frescas al costado de la ruta, te pegás un pase (porque está todo bien, todos toman) y por allá levantas una minita, la llevás unos kilómetros y te la culeás...
- Me alegro por vos, Nico, me alegra verte bien – Digo estúpidamente emocionado y en medio de un furioso ataque de tos, efecto del porro paraguayo y el casi acartonado papel ombú.
- Si, loco, estoy joya...
- El mundo es tuyo, parece...
- Ni hablar, Fink, ni hablar...
Nos quedamos sonriendo en silencio durante un buen rato. Acto seguido me abraza con sus dos brazos como tenazas y se aleja en silencio. Camino, ahora, pensando de qué estarán hechos los tipos como él. Estos peligrosos tipejos que andan por la vida con sus causas judiciales, sus peleas a cuchillo, sus tiroteos y sus noches que duran semanas a cuestas como una mochila cargada de dinamita húmeda y traicionera. Deben estar hechos de fuego...
Veintiuna cero cinco. Desde una casa sale, poderoso y estridente, el sonido de una cumbia. Pienso en el Lobo y en aquella cumbia que no recuerdo de que grupo es. Tengo la boca seca y acabo de tener una charla con un semidiós, mientras un sinfín de personas estaban sentadas frente al televisor golpeteando sus venas, preparándolas para la inyección letal del aburrimiento masivo; encerrados en sus modernos y decorados corrales, temerosos de todo lo que pudiese llegar a dejarles una marca.
Millones de moscas no pueden equivocarse, amigos, solo los jabalíes pueden darse esos lujos. Pero nuestros amados jabalíes vienen en baja. Son una hermosa especie en extinción. En Ubraska, un lugar aburrido y lleno de moscardones verdes de mil ojos, patas peludas, y vibrantes alitas embadurnadas de materia fecal, ya no quedan. Es más, han borrado toda huella que pudiese delatar que algún hermoso cerdo salvaje haya pisado alguna vez esa tierra de moscas con sus hermosas pezuñas. A esta altura, es un hecho consumado: No hay jabalíes en Ubraska.