martes, 20 de julio de 2010

La atronadora sinfonía de los relojes bomba.

Tic tac. Tic tac. Es un reloj, es una bomba? Es una bomba adosada a un reloj? Es un reloj bomba, una bomba reloj, o solo el eco del devenir de la noche sin ventanas, sin espuma, sin viento en la cara, sin cinegética ni estruendos? Tic tac, tic tac, y los cigarrillos se acaban y la mosca da vueltas y la araña teje y el baño gotea y el teléfono suena. Su sonido me enferma, llena todo el lugar, quiero destruirlo, romperlo, despedazarlo, reducirlo a pedacitos de plástico negro y cables diminutos. Pero me calmo, carraspeo y atiendo.
- Hola.
- Hola... ehhh, mirá: vos no me conocés... y no te preocupes, yo tampoco te conozco a vos, quedate tranquilo... esto no es nada raro... no soy un loquito ni nada... mirá: te puede sonar raro... pero... yo, de vez en cuando hago esto... marco un número al azar y hablo con alguien que no conozco... pero de onda... nada raro... o sea: si no querés hablar conmigo podés cortar y todo bien... yo lo borro el número... o no, mejor lo agendo para saber que no querés hablar conmigo... lo que a vos te parezca mejor... con eso no hay drama....
- No sé que decirte...
- Sí... es medio raro esto... yo lo sé, no te vayas a creer que no me doy cuenta, pero tengo una especie de necesidad de hacerlo, me entendés?, es como que es un impulso, calculo que debe ser como un vicio, como la droga... porque tengo esa necesidad imperiosa de agarrar el teléfono y hablar, participar de la vida de otra persona... mirá: yo tengo dos pibes hermosos, una mina de fierro al lado y una situación económica muy buena, muy estable, me entendés? Mi nombre no te lo doy, ni te pido el tuyo tampoco, pero me gustaría contarte... no sé, algunas cosas de mi vida... que vos me cuentes de la tuya... charlar, nomás... nada raro... ponele... hoy a la mañana fui a comprar el pan y en el camino pisé un perro blanco... lo hice mierda...
- Pobre perro...
- Sí, lo hice mierda... lo pasé con las dos ruedas, la de adelante y la de atrás, por arriba... se me metió abajo... escuché el chillido y sentí como una loma de burro... me di la cabeza contra el techo del auto del salto... terrible... y cuando volvía de la panadería, vos podés creer que lo pisé de nuevo...
- ...
- No lo vi... de boludo, iba mirando para otro lado y me di cuenta cuando me pegué de nuevo la cabezota contra el techo... pobre bicho... y después fui a comer con un amigo y después nos fuimos a tomar un café a mi casa con mi señora y después nada... después es ahora que hablo con vos...
- Y alguien sabe de esto?
- De esto, qué?
- De las llamadas...
- No, no les digo nada... no lo van a entender, me van a tildar de loquito y... al pedo... no, no saben nada... y vos, qué? Para mi que sos alto... no sé por qué, pero me da que sos alto...
- No... no soy muy alto...
- Sos enano?
- No...
- Sos de estatura media entonces...
- Sí...
- Ah... pero no estás un poquito más arriba de la media? Creo que es uno setenta... vos cuanto medís?
- Ni idea...
- Yo tengo casi cincuenta, vos tenés menos, no?
- Sí...
- No me digas la edad ni nada, eh?, esos datos, por las dudas, no hay que darlos...
- Ajá...
- El otro día escuché en el noticiero de uno en Estados Unidos, que llamaba así y después le sacaba los datos de una computadora y los mataba y los descuartizaba, un loquito de esos satánicos que allá son plaga... vos no te enteraste de eso?
- No...
- Ah... por eso atendés tan tranquilo... sos de esos que no miran la tele ni escuchan la radio, seguro... me imagino que debés tener un vida aburridísima y silenciosa... no te ofendas, es una impresión nomás... y seguro que no tenés microondas... pero no me digas nada personal... hablemos del tiempo...
- Creo que llueve...
- Sí... llueve y hace frío, pero mañana mejora según los del pronóstico, creo que va a hacer veinticuatro de máxima... ah, y mañana a la mañana va a haber neblina... ya que no mirás la tele, ese dato te puede servir... más si sos camionero...
- Sí...
- Sos camionero?
- No, no...
- Entonces?
- Entonces que sí, que si fuese camionero sería un buen dato...
- Ah, menos mal... porque estoy medio paranoico con los datos personales... mirá si te creés que te estoy vigilando, o que te sigo o algo así... más que nada por eso, viste?, porque con esto de los celulares, podemos estar hablando así y yo estar atrás tuyo respirándote en la nuca y con un cuchillo de carnicero en la mano... hay mucho loco suelto... pero quedate tranquilo, que no pasa nada....
- Ok...
- Pero mirá que... de corazón, che, de verdad... esto no es nada raro... es solo que... me gusta hablar, me paso el día hablando... hablo con los vecinos, con el del kiosko de diarios, hablo... llamo a la radio, pido temas... a veces pido temas que no me gustan... pero como los piden todos, yo lo pido... y cuando pasan el tema y dicen que lo pedí yo, me imagino la felicidad de todos los demás... porque es el tema que más les gusta en la vida y yo, a través de la radio, a través del locutor, se los regalo... es... mirá, la verdad, me gusta pensar que es mi aporte a la felicidad del mundo...
- No, no... quedate tranquilo... todo bien...
- Bueno... bueno... me alegro de que me entiendas... hasta por ahí vos sos medio como yo...
- ....
- Porque, vos viste... a mí me gustaría que esto... cómo decirte?... que esto no quede en la nada... que cortes y vuelvas a tu vida y que esto no haya significado nada... entendés? Me gustaría, algún día, atender un teléfono y del otro lado vos digas: hola, vos no me conocés, pero yo quiero hablar con vos... y así con cada uno de los que he hablado en todos estos años... pensalo... pensalo tranquilo... por ahí no hoy... no mañana, pero algún día... algún día... ahhh.... bueno, che, te voy dejando, eh?, te dejo tranquilo con tus cosas... gracias por la onda y el ratito que te hice perder, te deseo la mejor suerte del mundo, eh? Chau, un abrazo, querido... y gracias de nuevo...
- Chau... de nada...
Y corté rápido y tiré el teléfono sobre la cama y me tomé la cabeza. Y me puse los lentes y tomé el libro de Barthes y me serví un whisky. Tic tac. Tic tac. Y me bebí el whisky y me puse el libro de sombrero y caminé por estas paredes blancas. Y no me comí las uñas, no me até los cordones y no pensé seriamente en comprarme un microondas en diez mil cuotas. Tic tac. Tic tac. Y la atronadora sinfonía de los relojes bomba sonando de fondo; de aquí hasta la neblina de mañana por la mañana, de aquí a los veinticuatro de máxima que anuncian los del pronóstico. De aquí a las silenciosas y aburridas vidas de los sin microondas. Tic. Tac.

jueves, 1 de julio de 2010

Lapiceras espaciales

En algún lugar del mundo, a lo lejos, en una clara noche estrellada, un jinete que acampa a la vera del camino escucha las campanadas de la Iglesia del pueblo anunciando que el día ha llegado a su fin. En algún otro lugar del planisferio se está despertando una familia perfecta, de esas que suelen aparecer en publicidades de dentífricos preparando el desayuno con jugo de naranja, café, tostadas y jót quéics. Y en Ezpeleta town, a las nueve de la noche de un martes, tiene lugar esta conversación:
... el ser humano es un bichito existencial, en el sentido de que lo que lo separa de los demás bichitos es que tiene conciencia de ser... de existir como humano... porque supongamos, un conejo... un conejo no tiene conciencia de qué es, qué significa, ser un conejo, simplemente es... no hay mucha vuelta, porque si existiese la posibilidad de que el conejo se reconozca como tal internamente, en el plano abstracto, va a ser inaccesible para nosotros, porque tendría toda una lógica interna propia de la especie que nosotros nunca descifraríamos... bueno..., esto en el caso de que la descubramos... y no creo que los cráneos de la NASA estén ocupándose ahora en descubrir si los conejos tienen o no conciencia de ser... y pensando en conejos, se me ocurren tres conejos con conciencia... mirá: Liniers, Bugs Bunny, y... Roger Rabbit... el de Liniers no se aplica mucho porque es medio cool, medio Palermo sensible..., pero los otros dos prácticamente viven de ser conejos... trabajan de conejos... un conejo con capacidades de producción es un conejo humanizado, llevado a nuestro terreno, es un humano disfrazado... un chancho que construye una casa de paja, un pez payaso que busca a su hijo, un ratón mago, un gato con botas y un extraterrestre que exclama alegremente que no hay problema... de ahí, a George Romero, Boris Carloff y Bela Lugosi... humanizar el miedo para poder procesarlo, dosificarlo en cuotas de hora y media o de quinientas páginas, encerrarlo y, es imposible obviar este término, conjurarlo... lo malo está encerrado bajo llave en esa caja, pero siempre corremos el peligro de que salga y nos ataque por la espalda... lo similar, lo limítrofe, lo siniestro, sumado a que nosotros no hacemos al lenguaje, sino que el lenguaje nos hace a nosotros... parámetros... si, parámetros... el ser humano tiene una cantidad limitada de reacciones ante los mismos estímulos... en un grado cero el ser humano que tiene hambre, come... después a eso hay que sumarle toda su historia personal, el contexto histórico donde se desarrolla el experimento, contexto económico, social y político general y personal, si el sujeto come carne o es vegetariano, si es alérgico a los crustáceos, de qué manera se alimentó en los días anteriores al experimento, como se alimentó en sus primeros años de vida... son un montón de cosas a tener en cuenta y sería un trabajo larguísimo y agotador, pero no infinito. Lo infinito es una ilusión, una apuesta casi mística de la ciencia, una cuestión de fe, digamos... porque la idea de infinito nos es inaccesible... todo lo que conocemos tiene un principio y un fin, el apareamiento de las ballenas, las botellas de whisky, nuestro propio organismo... de donde sacamos la idea de infinitud, cómo, de qué manera accedemos al concepto, cómo llegamos a la conclusión de un lugar que no tiene espacio porque no se lo puede medir y por lo tanto, tampoco tiene tiempo... el concepto de calendario se cae ante lo infinito... algo existe tanto, tanto, tanto, que casi no deja lugar para otra cosa... es, lisa y llanamente el concepto de Dios...
- Y la galaxia?
- No... no... eso es una cuestión tecnológica... porque, quizá, en el futuro lleguen a crear un telescopio de mayor alcance y un día veas el diario y te encuentres con la foto del cielorraso de la galaxia... o de la mancha de humedad en el confín de la vía láctea... y de qué carajo le va a servir este descubrimiento al ser humano...? de nada... para desilusionarse algunos, felicitarse otros, aggiornar discursos religiosos otros tantos... pero todo esto, y volviendo a lo que estábamos hablando antes, dentro de determinados parámetros; y estos son infinitos dentro de nuestro precario concepto de infinito... el agua, elemento básico para la supervivencia en el planeta tierra es finito... de ahí en más, la historia es un radiograbador gastado que a todo volumen transmite, con un sonido saturado, sucio, lleno de frituras en interferencias, por cuatro días locos y no sé cómo sigue... pero no seguirá muy distinto, porque dentro de los parámetros de canción popular de los cincuenta o sesenta o setenta o de los que mierda sea, la segunda frase no puede tener una complejidad mucho mayor a la primera, porque eso entorpecería la memorización y, a caballo de ésta, el éxito de ventas y el ingreso al, a veces tan triste, inconsciente colectivo, a formar parte del acervo popular... el No-olvido... el negocio de la nostalgia, la manufactura de la canción clásica, de las radios de éxitos pasados, etcétera... el otro día, caminaba por Florida y me colgué con una vidriera... la verdad, lo que me llamó la atención fue un muñeco en miniatura de un astronauta, no sabía que era una especie de publicidad... porque lo que había bajo el muñequito era una lapicera espacial... de esas lapiceras que lo único que tienen de diferente a las demás es que escribe para arriba... mirá... no sé a vos, porque hay gente a la cual le gustan esas cosas, o les parece algo interesante desde algún punto... no sé, pero te juro que, para mí, es poco mérito... es muy poco mérito que una lapicera escriba para arriba... y es una boludéz, un pequeño y casi irrelevante residuo de la de la guerra fría... es un producto exclusivo, sale una fortuna y viene con la foto del inventor, una nota certificada por la NASA... y con el muñequito de astronauta...
- Yo una vez vi una... te acordás en la época que todo el mundo tenía un boludo conocido que traía cosas de Paraguay?... en esa época vi una... yo la venía re flashando... imagínate, loco, una lapicera espacial... pensé que iba a ser una especie de transformer o algo súper... súper... no sé, súper algo... y era una lapicera normal... ni siquiera la probé..., me compré el Super Mario 3, el que vuela, y me fui a la mierda... ni mirarla quería... me pegué una re desilusión... porque además era fea, de un color indescifrable entre el verde claro, el turquesa y el celeste, de plástico... una cosa horrible... y ni muñequito ni un carajo... si hubiese tenido el muñequito la habría comprado...
- De verdad?, cambiarías el Super Mario 3, el que vuela, el que se convierte en una especie de ardilla y pega con la cola por una lapicera que escribe para arriba y un muñequito de astronauta...? yo, ni en pedo...
- No, pará... lo que pasa es que es mucha explicación al pedo lo que pensé... o sea; sé positivamente que en ese momento no cambiaba el Super Mario 3 por nada del mundo... pero mirándolo desde acá, hacia atrás... es que me imaginé que si hubiese venido con el muñequito debería haberlo comprado... por una cuestión histórica... no sé si me vas a entender, no sé si voy a poder explicarme... porque a mí me importa un carajo que escriba para arriba la lapicera, que sea de la NASA y toda la movida... no me mueve un pelo... se me hubiese perdido la lapicera, me habría parecido aburridísima... pero me quedaría el muñequito... qué se yo... si era como el que vi yo, estaba buenísimo...
- Más que el Super Mario 3?
- El Super Mario 3, muere a los dos o tres días... cuando descubrís el truco de la flautita que te transporta al mundo que se te cante, ya está, no podés volver a jugarlo más de cinco minutos...
- Ok...
- ...
Quedan en silencio. En silencio arman un porro, lo encienden, y fuman. No sienten el peso de la noche cayendo en la ciudad, no sienten el maullido de los gatos en celo, ni el profundo zumbido que produce la heladera. En ese momento aparezco yo, que estuve todo ese tiempo escondido en el baño y tomando nota de todo lo que decían. Los dos me miran y sonríen, al mismo tiempo que ignoran su condición de conejos. Mis pequeños conejitos. Peluditos y existencialistas.