martes, 23 de noviembre de 2010

Cuarenta y ocho

“ y qué? Cómo es la onda? Vos andás por ahí, escribiendo y hablando un montón de boludeces y uno te tiene que aplaudir? Cómo es, loco? Al final, sos una mierda... qué onda, qué andás contando cosas mías por internet y por los cositos esos de colores y no avisás nada... es para cagarte a trompadas, loco...” El Lobo se ríe y le dice que no se caliente, que es al pedo, que me cague bien a piñas ahora o que calle para siempre. Ahora el Duke se la agarra con él; el Lobo se ríe y le pasa el porro para que se calme. Pero stop; empecemos desde el principio:
El sur del conurbano arde, muñecos, hay camaleones en las esquinas y ranas que croan canciones de Los Ramones. Humedad, calor y rayos gamma para todo el mundo. Todo es un delirio si se mira con lo ojos correctos. Pero todo eso es fantasía, puros “embelecos”, como me dijo alguien alguna vez. La realidad dicta que la ciudad duerme, que es un miércoles a las tres de la mañana y que estamos sentados en el banco de una plaza demasiado iluminada para mi gusto. Todo esto es demasiado extraño: no se escuchan perros, ni gatos, ni tiros, ni patrulleros. Siempre fueron tan silenciosos los miércoles de madrugada...? Es raro no escuchar nada. Todo está quieto. Todo da la sensación de estar congelado. Quiebra la quietud de la noche, mi amigo, El Duke:
- Loco..., fuera de joda te digo... te fuiste al carajo...
- Ok..., no sé qué decirte, man..., no tengo ninguna excusa...
- Pedime disculpas...
- Bueno, loco..., disculpame...
- Disculpame las pelotas... disculpame... disculpame ésta...
- ...
- ...y qué? Cómo es la onda? Vos andás por ahí, escribiendo y hablando un montón de boludeces y uno te tiene que aplaudir? Cómo es, loco? Al final, sos una mierda... qué onda, qué andás contando cosas mías por internet y por los cositos esos de colores y no avisás nada... es para cagarte a trompadas, loco...
- Tampoco es para tanto...
- No es para tanto para vos, que haces guita con esa mierda... mi mierda – Y se señala el pecho con un gesto casi teatral, casi estudiado y haciendo hincapié en la primera palabra. – mi mierda... – Ahora mira al Duke y lo señala – y vos también... no me avisaste nada... sos un forro...
- No te calentés... – Y el Lobo hace un silencio mientras le pasa el porro al Duke, pero deja como una estela serpenteante y silenciosa cuando pronuncia la última sílaba que llena el tiempo hasta su próxima palabra.- es al pedo... o lo cagás bien a trompadas ahora..., o calle para siempre, amigazo... – El viejo Lobo con su pala de enterrar amigos, su patética imitación de Iorio y su risita a lo Patán. El Duke fuma y lo mira fijo.
- Tenés razón...- Temor: no estoy para pleitos esta noche. Pero el Duke le pone la patita a su playera y se sienta en el banco, entre nosotros.- pero loco – y me mira- no lo hagás más... posta...
- Está bien, si sabía que te jodía tanto no lo hacía, la verdad... y además... o sea, nadie más que vos se dio cuenta... te cambié el nombre, no puse Andrés Lasarte, puse El Duke...
- Sí, ya sé... pero igual, loco, no lo hagas más, prometelo...
- Ok...
- No, prometelo...
- Está bien, te lo prometo, no escribo más de vos, quedate tranquilo...
- Pará... y decime que no estás grabando esto ahora... porque también me enteré esa – Mira al Lobo- Vos sabías esa?
- No... – El lobo miente muy bien, no tiene escrúpulos, hay que reconocerlo.
- Sí...
- No, no estoy grabando nada, no estoy grabando nada, quedate tranquilo... igual estás medio paraca, vos... qué onda?
- Estoy al horno, loco... ahora voy al psicólogo y me está quemando la bocha... por eso loco... leí eso que escribiste y me sentí como el orto... una angustia... – El Lobo lo mira concentrado, con los ojos entrecerrados y asintiendo mientras el otro habla e intenta mirarme a los ojos. Yo los miro a los dos; en este momento no confío mucho en ninguno de ellos.- Es como que sentí algo extraño al ver mi vida ahí, como si fuera un cuento, me entendés...? Y cómo vos ves mi vida como si fuera una película...
- Tampoco es tan así...
- Shhh...Chito! Ahora te la bancás... sos tan poronga en los libritos, ahora bancatela... – Acepto, cabizbajo, lo que vendrá. – Porque vos me ves como una cosa, no como una persona... yo no soy tu amigo... porque leí otro... yo soy uno de tus conejitos no sé qué mierda... que los hacés hablar, los grabás, y después... eh? y después... se la mandás a guardar, loco, los recagás... te cagás en todo, te cagás en la amistad de años, en la confianza, en todo te cagás...
Los tres nos quedamos en silencio. Se me ocurrió la idea de que parecíamos los tres idiotas de Quiroga en su versión ninja, silenciosos y esperando una bebé a la cual descuartizar en un lugar menos que propicio para semejante aventura. Una plaza del suburbano a las tres de la mañana de un miércoles. El Lobo enciende un cigarrillo y pasa el paquete. El Duke me lo pasa a mí. Todos encendemos nuestro cigarrillo con nuestros respectivos encendedores. El clic, clic, de los encendedores quiebra el silencio y El Duke lo entiende como una señal. Clava la vista en la orquilla de su playera, se rasca la cabeza y continúa.
- Sabés lo que sentí cuando lo leí...? Me sentí muerto... me imaginé como si fuese una tarde de invierno de esas grises... así..., todo gris, todo frío y yo adentro de un cajón... y sentí que esa era tu visión de mí... como que yo ya estoy muerto, porque los personajes de las novelas y de las películas no existen... o sea, viven mientras dura la cosa y después, no existen más... es como que sentí que para vos estaba muerto, que no existía y que por eso pudiste escribir eso... matándome a mí en tu interior... en tu cabeza – No lo puedo creer y lo creo a la vez. Lo entiendo, entiendo lo que dice, creo que puede estar en lo cierto. Es más: no puedo ni siquiera disimular que creo que está absolutamente en lo cierto. Está absolutamente en lo cierto.- Para vos no hay nada sagrado... ni mi hermano que es tu amigo desde que son pendejos... vivías en mi casa cuando tus viejos te echaban a la mierda... mi hermano dormía en el piso para que vos uses la cama, mi vieja te cocinaba sin carne para vos aparte...y vos te despachás con esta... y encima, lo peor, es que vos sos un re langa en los cosos... no sos ningún gil, no perdés ni una... pero yo las conozco todas, loco, yo te vi perder, yo perdí con vos y te salvé de unas cuantas... no sé qué onda con vos...
No soy bueno sintiendo culpa. Me sale mal, se me pasa rápido; pero esto es distinto. La plaza, la luz amarilla que nos ilumina, el banco en el que estamos sentados, El Lobo, El Duke y mi vida cayéndose a pedazos sobre mi cabeza es demasiado. No puedo con todo esto, no puedo dar explicaciones ni pedir disculpas, pero en este momento me encantaría. Me gustaría tener una visión más piadosa de la vida y ser bueno y que nadie tenga nada para reclamarme. Me gustaría ser otro. Uno más elegante, más adaptado y con menos talento para herir a los que me rodean. Estoy aprendiendo a sentirme culpable y no me gusta para nada. Son sólo veinte segundos, me digo, sólo veinte segundos y todo pasa. Pero no. El Lobo se aleja en dirección a unos arbustos y El Duke se quiebra. Llora despacito y se suena la nariz con un pañuelo azul. Luego lo guarda, se tapa la cara y sigue llorando. Me encantaría poder decir sin ningún tipo de culpas que la imagen del Duke es patética, pero no puedo. Me duele decirlo, aunque no parezca. Me estoy ablandando y no puedo permitirlo. Este es el prime time de la verdad absoluta y las caras detrás de las máscaras. La imagen del Duke llorando es patética. Sus nervios destrozados, su psicoanalizada cabecita y su discurso sensiblero me dan pena. El Lobo vuelve y se sienta sin decir una palabra. El silencio vuelve a ser perfecto. Sopla un leve brisa; las copas de los árboles se agitan un poco y yo no veo la hora en que esta noche se termine. El Duke se levanta, sube a su bici y se va sin saludar; vuelve a su cajoncito en una tarde gris de invierno. Vuelve a su mortaja, a su lugar de eterno descanso. No seré yo quien vaya a dejarle flores, ni tucas, ni una cajita de vino. Los muertos no necesitan nada de eso. El Lobo me mira.
- Decime que no te sentís un hijo de puta...
- Me que no te sentís un hijo de puta.
Nos despedimos y caminé las pocas cuadras hasta mi casa con la idea de llegar y escribir esto. Ahora estoy frente a la máquina y un escalofrío recorre mi espalda. Soy un traidor, un mentiroso y un cobarde y esto se me está yendo de las manos. Estoy perdiendo pie, estoy corriendo demasiados riesgos innecesarios y estoy a pocos milímetros de una línea que no quería cruzar. Pero del otro lado. Creo que es momento de ponerle a esto un punto final y olvidarnos del asunto. Volver al silencio perfecto e intentar no estallar ni reventar a otros en el camino. Y lo siento mucho, amigo Duke, pero nunca pude resistir la tentación de traicionar a un muerto. No es nada personal; es, aunque cueste creerlo, sólo una cuestión estética.

lunes, 25 de octubre de 2010

La cumbia imaginaria de J.R.

A diferencia de otras noches, J. R. está tranquilo. Se acomoda en la barra, pide un fernet, sonríe. Habla con la piba que atiende, enciende un cigarrillo, me mira, me apunta con su dedo índice y dispara una bala imaginaria con el pulgar. Sonrío, alzo las cejas a modo de saludo, y me concentro en mi vaso de fernet. Observo la espuma, los hielos ya chiquitos, gastados, las burbujas que suben desde el culo del vaso. Escucho el bramido que emite la mesa de pool cuando descarga las bolas por su sistema de canaletas internas. Clic, clic, clic. Chocan las bolas mientras las acomodan en el triángulo. Siento una sombra que crece y se instala frente a mí.
- Jugás?
- No.
- No seas puto, nos falta uno... jugá.
- No, no quiero.
- Dale, boludo, copate... cómo no vas a jugar?
- No quiero, Chino, no me jodas...
- Bueno, loco... curtite...
Y el chino se va a la mesa de pool y me deja tranquilo con mi vaso de fernet. Pienso en las circunstancias que me trajeron hasta acá esta noche. Una casa de alguien que tiene un bebé, caminar, cruzar las vías, cruzar una avenida, comprar un paquete de puchos, y acá estoy, en este horrible lugar lleno de imitadores de Pappo. Dos estúpidos a mis espaldas están intentando recordar la duración de los temas que van a poner en la rockolla para sacarle mayor provecho (productividad es la palabra que usan) a su moneda de un peso. Me doy vuelta, los miro y entiendo: necesitan ahorrar para invertir en tachas. Me los imagino a los dos saltando en la cama en la habitación del más alto, llena de posters de calaveras, escuchando Black Sabbath a los palos y haciendo cuernitos y sacudiendo las melenas:
- Las acciones de tachas han subido considerablemente en primavera, Ronnie James.
- Para junio seremos millonarios y podremos olvidar las calles de tierra y el suburbio y los bares de mala muerte... ya lo verás, Udo... ya lo verás.
Vuelvo a mi posición. J. R. sigue en la barra, acodado. Puedo ver desde acá que cambió el fernet por el whisky y luce algo afectado. Transpira y resopla. Pasa rápidamente la lengua por sus labios para humedecerlos. Se pasa el dedo por los labios para sacarse el excedente de saliva espesa de dos paquetes por día. Cierra los ojos, respira hondo, apoya el vaso, enfila hacia el baño, desaparece de mi campo visual. Un grupo de chicas rockeras aúllan y ríen muy al estilo de película yanqui de preparatoria. Seguramente sean las porristas de esta mala, muy mala, película de sábado a la noche. Ella pasa por entre una pequeña multitud de jugadores de pool, los esquiva con elegancia, me mira a los ojos, y avanza directamente hacia mí. Se sienta en la silla de enfrente, enciende un cigarrillo, se estira contra el respaldo de la silla y adivino el momento exacto en el que va a empezar a hablar. Hago silencio y la miro.
- Licenciado...
- Doctora...
- Sus ojos, su cara... todo en usted me dice que la noche acabará con usted de un momento a otro... me equivoco?
- Solo les estoy dando un poco de ventaja a los demás... usted sabe...
- Agazapado...
- Expectante...
- Disimulado entre la multitud... es muy ocurrente lo que dice, pero no le creo...
- Lo bien que hace, doctora, nunca le crea a un hombre con un vaso en la mano... todos mienten...
- Usted no tiene un vaso en la mano, licenciado...
- Solo porque acabo de apoyarlo...
- Ok... Me fui… nanu-nanu… cuidate.
- Nos vemos.
Y se va tranquila, caminando entre la gente, esquivando los tacos de los jugadores, y se pierde. Pienso que todos me miran, y sufro al pensar que puedo ser un paranoico. No puedo parar de pensarlo y sentirlo: siento que todos me miran, pero soy conciente que puedo estar equivocado, que puede no ser así y que todos estén mirando hacia otro lado, pero al sentirlo no tengo argumentos sólidos para abandonar el sentimiento. Calma. Un trago y a la mierda. Mirar para abajo y esperar que pase. Seguro que me estoy persiguiendo y cada uno está en la suya. Me estoy moviendo mucho, mejor me quedo quieto, no sea cosa que todos me miren, pero porque... ok, basta. Cuento mentalmente: diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno. Respiro hondo, exhalo, y me doy cuenta que los de la mesa de al lado me miran sorprendidos. Me acomodo en la silla y me quedo quieto. Los vigilo para ver si me miran. Cuchichean. Hablan por lo bajo: “está mal, en cualquier momento se desmaya...” “si se desmaya le escabiamos el ferné... ya fue...” “ Sí, de una...”. Tomo mi fernet de un trago y apoyo el vaso en la mesa haciendo ruido. La voz latosa de mi cabeza dice: Ok, man, ok, el macho alfa marcando territorio, ok, ok, el hombre de las cavernas ha tomado el mando, ok, y no querés que te miren...?, al carajo... La mesa de al lado se llamó a silencio. Fijo la vista en el vaso de fernet. Ya está vacío, sólo queda un charquito de agua marrón en el fondo y la resaca de la espuma seca en los bordes. Levanto la vista y ahí está J.R. Gracias J.R., gracias. J.R. baila una cumbia imaginaria con una compañera de baile también imaginaria. Con los ojos cerrados, mueve sus hombros y sus manos al mismo tiempo que da pasitos acompasados para atrás y para adelante. Se mueve en un radio de cincuenta centímetros y ya se desabrochó los botones de la camisa hasta la mitad. Las porristas lo miran y se ríen. Yo lo observo obsesiva y patológicamente. El resto de los mortales lo ignora. El chino y los otros siguen jugando. El chino a cada rato me mira para ver si lo estoy mirando para hacerme señas de que vaya a jugar. No lo miro, pero lo sé. Lo siento. Por eso mismo no lo miro. Las porristas se levantan y se van. Mastican chicle y llevan sus carteras al hombro y sus celulares en sus manos. Los cachorros aúllan cuando ellas pasan. Ellas disfrutan ignorándolos. J.R. pierde la elegancia. Se le cayó el whisky y tambalea. Le alcanzan otro whisky y lo apoya lentamente en la barra. Agradece y paga, en un desesperado intento por no parecer perdido; hace un chiste (algo sobre las cosas que le ponen en los bares a la coca cola) y le sonríe el dueño del lugar. Se sienta lentamente y se cruza de brazos. Cierra los ojos y mueve la cabeza al ritmo de la música que suena. El cuadro es triste: el bar se va vaciando, suena una balada horrenda de Rata Blanca a todo volumen, y J.R. cabecea sentado en un banco alto con los brazos cruzados y la espalda apoyada en la barra, transpirado y con la camisa abrochada hasta la mitad. Y yo no puedo dejar de observarlo. Me maldigo por no ser daltónico y poder diferenciar toda esta horrible gama de colores que le quitan peso a la escena. Debería ver esto en blanco y negro. Esto sucede realmente en blanco y negro. J.R. apoya el mentón en el pecho y se duerme, se apaga. Desenchufan la rockolla y avisan que no venden más. Comienzan a barrer. Salgo del bar. El sol está alto, pero hace mucho mucho frío, las persianas están bajas y no hay ni un kiosco abierto para comprar puchos. Es oficialmente domingo.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Las increíbles e insoslayables aventuras de G. Fink y la Srta. Trotyl *

“Come sail your ship around me, and burn yours bridges down
We make a little history, baby, every time you come around”
Ship song; Nick Cave and the bad seeds.

Enfrentados, hablando poco y con monosílabos, surfeamos la ensortijada superficie de la noche montados en un tren diesel, varios vinos de tres cuartos y el mejor porro que se puede conseguir en Capital. La Srta. Trotyl se pone de pie para mostrarme su cuchillo tipo Rambo y su figura brilla bajo la mala luz del vagón de bicicletas: metro sesenta y cinco, pelo corto, chupines, borcegos, campera de cuero con un pin de Todos Tus Muerto, boina y una bittersweet (no encuentro otro término en ningún otro idioma que se ajuste más) sonrisa que me hace recordar un tema de Nick Cave. Problema: no recuerdo la letra de la canción, sólo la melodía, por lo tanto me guardo el comentario. No digo nada de Nick Cave, solo sonrío y contemplo el cuchillo. Una nena que pide monedas se encara con la Srta. Trotyl y la increpa:
- Qué hace, amiga?, no se puede andar con eso... guarde, guarde... eso es muy peligroso, se puede lastimar o lastimar a alguien...
- Te parece? – Guarda el cuchillo en la funda mientras le sonríe. La nena la mira y entra en el vagón contiguo, saluda a los pasajeros y comienza a repartir estampitas.
La luz del flash me toma por sorpresa, es que mi compañera de viaje es una declarada fanática de las fotos. Baja la cámara, me sonríe y me la tira para que ahora yo le saque a ella. Hago tres fotos hermosas. Las tres iguales, pero diferentes. Silencio: nuestras respiraciones y, a lo lejos, una spika que ladra un partido de sábado por la noche. Me mira, sonríe y habla:
- Cómo es eso de la chica que te quiere cagar a piñas?
- Uhhh... es muy largo... digamos que la mayoría de la gente espera demasiado de mí... o que yo nunca estoy a la altura de las circunstancias... algo así...
- Mirá vos... es algo para tener en cuenta... pero, qué onda, te las cojés y las abandonás?
- A veces ni me las cojo...
- Debe ser por eso, entonces... les apuñalás el ego... eso no se le hace a una chica...
- Lo único que puedo decir en mi defensa es que yo nunca prometo nada... y que no puedo estar en la cabeza de lo demás... la neurosis es intransferible... si la gente vendría con un manual todo sería más fácil... y todo sería mucho más aburrido, también...
- Estoy pasando por algo similar en este mismo momento...
- En guerra con tus amantes, maine liebe?
- Efectivamente... igual, si te quiere pegar, yo te defiendo Godito... podés contar conmigo...
- Tengo una propuesta, a ver si te interesa...
- A ver... veamos...
- Llamamos por teléfono a todos tus amantes, les decimos que vayan a algún lugar y, cuando lleguen todos, nos plantamos espalda con espalda en el medio y que se pudra...
La Srta. Trotyl sonríe con todos los dientes y me tira un beso. Si tuviese en mis manos la cámara podría sacar una foto bellísima. La sonrisa, la mano tirando el beso, los ojos entrecerrados; atrás, de fondo, el amarillo sucio del vagón, con sus pijas dibujadas con fibrón indeleble, sus Boca capo y sus puto el que lee. El fin del silencio: una de las puertas del vagón se abre y se cierra violentamente. Entra la chica que pide monedas y otras dos, una rubia y otra morocha, algo más grandes que la primera. La transparencia, la claridad de hace unos instantes, desaparece. Rápidamente a todo le crece moho, todo se recubre de una fina e imperceptible capa de humedad gris y pegajosa, todo se vuelve un poco más turbio. Las chicas hablan por lo bajo:
- Ése... fijate, ése que está dormido en el primer asiento, entrá y fijate...
- A ver... – La rubia abre la puerta y cogotéa, la nena me mira sonriendo y cuenta las estampitas. La Srta. Trotyl me mira y hace señas preguntándome qué pasa. Le respondo, con señas también, que no sé. La rubia cierra la puerta despacio y mira a la otra. – Vos sos una rastrera... no ves que es un paquero? Que vas a hacer, ensuciarte por cinco pesos?
- No... qué paquero? Tiene la billetera ahí nomás...
- Sos una rastrera, pibita, gata, no entendés nada – y le pega un coquito en el labio – Vamos, petisa, a las rastreras hay que dejarlas solas... – Se van, y la otra queda llorando bajito y contando billetes de dos pesos.
El viaje sigue, las estaciones se suceden, la lluvia no cesa y las cosas no mejoran. Nosotros no hablamos, solo intercambiamos miradas. El aire está demasiado cargado, demasiado podrido. La nena de las estampitas vuelve sonriendo y se acerca a la chica que llora.
- Dejame, vos... andate con la otra hija de mil putas... qué se piensa que es para verduguearme así... andate... – La nena intenta acariciarla – Salí, andate, y decile a la otra que no me busque... yo me las voy a arreglar, decile que no me busque nunca más...
El tren frena y la chica baja llorando ante la incrédula mirada de la nena de las estampitas. Suben dos ciclistas nocturnos con sus respectivos trajes de ciclistas que siempre me parecieron demasiado futuristas y un poco grasas. Esos cascos aerodinámicos, los colores fluo, las calzas y los guantes. Extraterrestres super avanzados en ovnis precámbricos.
- Qué pasó? – Me pregunta la Srta. Trotyl
- Después te cuento...
- Ok..., en la próxima bajamos.
Dicho esto, se levanta, se acomoda la boina, se cuelga la mochila, y me guiña un ojo. El tren frena. Me levanto, esquivo a los ciclistas y bajamos. Sigue lloviendo y, mientras caminamos y saltamos charcos en las esquinas, intento recordar el tema de Nick Cave. No puedo recordar el nombre ni, aunque más no sea, el estribillo. La duda me carcome, pero algo me impide preguntarle, quiero hacer esto solo: na nana na nanána - nanana nananá.
- Qué turbio lo de recién... qué carajo pasó...?
- Un flash...
- Contame...
- Es que estoy pensando en otra cosa... después te cuento, dame un rato...
- Pero vos entendiste algo de lo que pasó? Fue muy feo, había una cosa media turbia, medio espesa en el ambiente... – Un escalofrío sube por su espalda y se sacude como un gato.- fuuu...
- No sé si entendí algo... pero te puedo dar mi versión de los hechos...
- Ok... algo es algo...
Caminamos en silencio hasta que llegamos lugar. Luego la noche se diluyó, y nunca volvimos a hablar sobre lo ocurrido en ese tren. Nunca le dije una palabra sobre el tema de Nick Cave, pero lo busqué y lo escuché y recordé la letra. No estoy seguro que tenga algo que ver con la Srta. Trotyl ni con ese turbio viaje nocturno ni con nada, pero no importa. La belleza no necesita explicaciones... Na nana na nanána - nanana nananá...



* El título hace referencia a la historieta del Capitán Manu la cual es publicada quincenalmente por la revista Comiqueando, “Las increíbles e insoslayables aventuras del Capitán Manu” .
Para más información: www.captmanu.deviantart.com

martes, 20 de julio de 2010

La atronadora sinfonía de los relojes bomba.

Tic tac. Tic tac. Es un reloj, es una bomba? Es una bomba adosada a un reloj? Es un reloj bomba, una bomba reloj, o solo el eco del devenir de la noche sin ventanas, sin espuma, sin viento en la cara, sin cinegética ni estruendos? Tic tac, tic tac, y los cigarrillos se acaban y la mosca da vueltas y la araña teje y el baño gotea y el teléfono suena. Su sonido me enferma, llena todo el lugar, quiero destruirlo, romperlo, despedazarlo, reducirlo a pedacitos de plástico negro y cables diminutos. Pero me calmo, carraspeo y atiendo.
- Hola.
- Hola... ehhh, mirá: vos no me conocés... y no te preocupes, yo tampoco te conozco a vos, quedate tranquilo... esto no es nada raro... no soy un loquito ni nada... mirá: te puede sonar raro... pero... yo, de vez en cuando hago esto... marco un número al azar y hablo con alguien que no conozco... pero de onda... nada raro... o sea: si no querés hablar conmigo podés cortar y todo bien... yo lo borro el número... o no, mejor lo agendo para saber que no querés hablar conmigo... lo que a vos te parezca mejor... con eso no hay drama....
- No sé que decirte...
- Sí... es medio raro esto... yo lo sé, no te vayas a creer que no me doy cuenta, pero tengo una especie de necesidad de hacerlo, me entendés?, es como que es un impulso, calculo que debe ser como un vicio, como la droga... porque tengo esa necesidad imperiosa de agarrar el teléfono y hablar, participar de la vida de otra persona... mirá: yo tengo dos pibes hermosos, una mina de fierro al lado y una situación económica muy buena, muy estable, me entendés? Mi nombre no te lo doy, ni te pido el tuyo tampoco, pero me gustaría contarte... no sé, algunas cosas de mi vida... que vos me cuentes de la tuya... charlar, nomás... nada raro... ponele... hoy a la mañana fui a comprar el pan y en el camino pisé un perro blanco... lo hice mierda...
- Pobre perro...
- Sí, lo hice mierda... lo pasé con las dos ruedas, la de adelante y la de atrás, por arriba... se me metió abajo... escuché el chillido y sentí como una loma de burro... me di la cabeza contra el techo del auto del salto... terrible... y cuando volvía de la panadería, vos podés creer que lo pisé de nuevo...
- ...
- No lo vi... de boludo, iba mirando para otro lado y me di cuenta cuando me pegué de nuevo la cabezota contra el techo... pobre bicho... y después fui a comer con un amigo y después nos fuimos a tomar un café a mi casa con mi señora y después nada... después es ahora que hablo con vos...
- Y alguien sabe de esto?
- De esto, qué?
- De las llamadas...
- No, no les digo nada... no lo van a entender, me van a tildar de loquito y... al pedo... no, no saben nada... y vos, qué? Para mi que sos alto... no sé por qué, pero me da que sos alto...
- No... no soy muy alto...
- Sos enano?
- No...
- Sos de estatura media entonces...
- Sí...
- Ah... pero no estás un poquito más arriba de la media? Creo que es uno setenta... vos cuanto medís?
- Ni idea...
- Yo tengo casi cincuenta, vos tenés menos, no?
- Sí...
- No me digas la edad ni nada, eh?, esos datos, por las dudas, no hay que darlos...
- Ajá...
- El otro día escuché en el noticiero de uno en Estados Unidos, que llamaba así y después le sacaba los datos de una computadora y los mataba y los descuartizaba, un loquito de esos satánicos que allá son plaga... vos no te enteraste de eso?
- No...
- Ah... por eso atendés tan tranquilo... sos de esos que no miran la tele ni escuchan la radio, seguro... me imagino que debés tener un vida aburridísima y silenciosa... no te ofendas, es una impresión nomás... y seguro que no tenés microondas... pero no me digas nada personal... hablemos del tiempo...
- Creo que llueve...
- Sí... llueve y hace frío, pero mañana mejora según los del pronóstico, creo que va a hacer veinticuatro de máxima... ah, y mañana a la mañana va a haber neblina... ya que no mirás la tele, ese dato te puede servir... más si sos camionero...
- Sí...
- Sos camionero?
- No, no...
- Entonces?
- Entonces que sí, que si fuese camionero sería un buen dato...
- Ah, menos mal... porque estoy medio paranoico con los datos personales... mirá si te creés que te estoy vigilando, o que te sigo o algo así... más que nada por eso, viste?, porque con esto de los celulares, podemos estar hablando así y yo estar atrás tuyo respirándote en la nuca y con un cuchillo de carnicero en la mano... hay mucho loco suelto... pero quedate tranquilo, que no pasa nada....
- Ok...
- Pero mirá que... de corazón, che, de verdad... esto no es nada raro... es solo que... me gusta hablar, me paso el día hablando... hablo con los vecinos, con el del kiosko de diarios, hablo... llamo a la radio, pido temas... a veces pido temas que no me gustan... pero como los piden todos, yo lo pido... y cuando pasan el tema y dicen que lo pedí yo, me imagino la felicidad de todos los demás... porque es el tema que más les gusta en la vida y yo, a través de la radio, a través del locutor, se los regalo... es... mirá, la verdad, me gusta pensar que es mi aporte a la felicidad del mundo...
- No, no... quedate tranquilo... todo bien...
- Bueno... bueno... me alegro de que me entiendas... hasta por ahí vos sos medio como yo...
- ....
- Porque, vos viste... a mí me gustaría que esto... cómo decirte?... que esto no quede en la nada... que cortes y vuelvas a tu vida y que esto no haya significado nada... entendés? Me gustaría, algún día, atender un teléfono y del otro lado vos digas: hola, vos no me conocés, pero yo quiero hablar con vos... y así con cada uno de los que he hablado en todos estos años... pensalo... pensalo tranquilo... por ahí no hoy... no mañana, pero algún día... algún día... ahhh.... bueno, che, te voy dejando, eh?, te dejo tranquilo con tus cosas... gracias por la onda y el ratito que te hice perder, te deseo la mejor suerte del mundo, eh? Chau, un abrazo, querido... y gracias de nuevo...
- Chau... de nada...
Y corté rápido y tiré el teléfono sobre la cama y me tomé la cabeza. Y me puse los lentes y tomé el libro de Barthes y me serví un whisky. Tic tac. Tic tac. Y me bebí el whisky y me puse el libro de sombrero y caminé por estas paredes blancas. Y no me comí las uñas, no me até los cordones y no pensé seriamente en comprarme un microondas en diez mil cuotas. Tic tac. Tic tac. Y la atronadora sinfonía de los relojes bomba sonando de fondo; de aquí hasta la neblina de mañana por la mañana, de aquí a los veinticuatro de máxima que anuncian los del pronóstico. De aquí a las silenciosas y aburridas vidas de los sin microondas. Tic. Tac.

jueves, 1 de julio de 2010

Lapiceras espaciales

En algún lugar del mundo, a lo lejos, en una clara noche estrellada, un jinete que acampa a la vera del camino escucha las campanadas de la Iglesia del pueblo anunciando que el día ha llegado a su fin. En algún otro lugar del planisferio se está despertando una familia perfecta, de esas que suelen aparecer en publicidades de dentífricos preparando el desayuno con jugo de naranja, café, tostadas y jót quéics. Y en Ezpeleta town, a las nueve de la noche de un martes, tiene lugar esta conversación:
... el ser humano es un bichito existencial, en el sentido de que lo que lo separa de los demás bichitos es que tiene conciencia de ser... de existir como humano... porque supongamos, un conejo... un conejo no tiene conciencia de qué es, qué significa, ser un conejo, simplemente es... no hay mucha vuelta, porque si existiese la posibilidad de que el conejo se reconozca como tal internamente, en el plano abstracto, va a ser inaccesible para nosotros, porque tendría toda una lógica interna propia de la especie que nosotros nunca descifraríamos... bueno..., esto en el caso de que la descubramos... y no creo que los cráneos de la NASA estén ocupándose ahora en descubrir si los conejos tienen o no conciencia de ser... y pensando en conejos, se me ocurren tres conejos con conciencia... mirá: Liniers, Bugs Bunny, y... Roger Rabbit... el de Liniers no se aplica mucho porque es medio cool, medio Palermo sensible..., pero los otros dos prácticamente viven de ser conejos... trabajan de conejos... un conejo con capacidades de producción es un conejo humanizado, llevado a nuestro terreno, es un humano disfrazado... un chancho que construye una casa de paja, un pez payaso que busca a su hijo, un ratón mago, un gato con botas y un extraterrestre que exclama alegremente que no hay problema... de ahí, a George Romero, Boris Carloff y Bela Lugosi... humanizar el miedo para poder procesarlo, dosificarlo en cuotas de hora y media o de quinientas páginas, encerrarlo y, es imposible obviar este término, conjurarlo... lo malo está encerrado bajo llave en esa caja, pero siempre corremos el peligro de que salga y nos ataque por la espalda... lo similar, lo limítrofe, lo siniestro, sumado a que nosotros no hacemos al lenguaje, sino que el lenguaje nos hace a nosotros... parámetros... si, parámetros... el ser humano tiene una cantidad limitada de reacciones ante los mismos estímulos... en un grado cero el ser humano que tiene hambre, come... después a eso hay que sumarle toda su historia personal, el contexto histórico donde se desarrolla el experimento, contexto económico, social y político general y personal, si el sujeto come carne o es vegetariano, si es alérgico a los crustáceos, de qué manera se alimentó en los días anteriores al experimento, como se alimentó en sus primeros años de vida... son un montón de cosas a tener en cuenta y sería un trabajo larguísimo y agotador, pero no infinito. Lo infinito es una ilusión, una apuesta casi mística de la ciencia, una cuestión de fe, digamos... porque la idea de infinito nos es inaccesible... todo lo que conocemos tiene un principio y un fin, el apareamiento de las ballenas, las botellas de whisky, nuestro propio organismo... de donde sacamos la idea de infinitud, cómo, de qué manera accedemos al concepto, cómo llegamos a la conclusión de un lugar que no tiene espacio porque no se lo puede medir y por lo tanto, tampoco tiene tiempo... el concepto de calendario se cae ante lo infinito... algo existe tanto, tanto, tanto, que casi no deja lugar para otra cosa... es, lisa y llanamente el concepto de Dios...
- Y la galaxia?
- No... no... eso es una cuestión tecnológica... porque, quizá, en el futuro lleguen a crear un telescopio de mayor alcance y un día veas el diario y te encuentres con la foto del cielorraso de la galaxia... o de la mancha de humedad en el confín de la vía láctea... y de qué carajo le va a servir este descubrimiento al ser humano...? de nada... para desilusionarse algunos, felicitarse otros, aggiornar discursos religiosos otros tantos... pero todo esto, y volviendo a lo que estábamos hablando antes, dentro de determinados parámetros; y estos son infinitos dentro de nuestro precario concepto de infinito... el agua, elemento básico para la supervivencia en el planeta tierra es finito... de ahí en más, la historia es un radiograbador gastado que a todo volumen transmite, con un sonido saturado, sucio, lleno de frituras en interferencias, por cuatro días locos y no sé cómo sigue... pero no seguirá muy distinto, porque dentro de los parámetros de canción popular de los cincuenta o sesenta o setenta o de los que mierda sea, la segunda frase no puede tener una complejidad mucho mayor a la primera, porque eso entorpecería la memorización y, a caballo de ésta, el éxito de ventas y el ingreso al, a veces tan triste, inconsciente colectivo, a formar parte del acervo popular... el No-olvido... el negocio de la nostalgia, la manufactura de la canción clásica, de las radios de éxitos pasados, etcétera... el otro día, caminaba por Florida y me colgué con una vidriera... la verdad, lo que me llamó la atención fue un muñeco en miniatura de un astronauta, no sabía que era una especie de publicidad... porque lo que había bajo el muñequito era una lapicera espacial... de esas lapiceras que lo único que tienen de diferente a las demás es que escribe para arriba... mirá... no sé a vos, porque hay gente a la cual le gustan esas cosas, o les parece algo interesante desde algún punto... no sé, pero te juro que, para mí, es poco mérito... es muy poco mérito que una lapicera escriba para arriba... y es una boludéz, un pequeño y casi irrelevante residuo de la de la guerra fría... es un producto exclusivo, sale una fortuna y viene con la foto del inventor, una nota certificada por la NASA... y con el muñequito de astronauta...
- Yo una vez vi una... te acordás en la época que todo el mundo tenía un boludo conocido que traía cosas de Paraguay?... en esa época vi una... yo la venía re flashando... imagínate, loco, una lapicera espacial... pensé que iba a ser una especie de transformer o algo súper... súper... no sé, súper algo... y era una lapicera normal... ni siquiera la probé..., me compré el Super Mario 3, el que vuela, y me fui a la mierda... ni mirarla quería... me pegué una re desilusión... porque además era fea, de un color indescifrable entre el verde claro, el turquesa y el celeste, de plástico... una cosa horrible... y ni muñequito ni un carajo... si hubiese tenido el muñequito la habría comprado...
- De verdad?, cambiarías el Super Mario 3, el que vuela, el que se convierte en una especie de ardilla y pega con la cola por una lapicera que escribe para arriba y un muñequito de astronauta...? yo, ni en pedo...
- No, pará... lo que pasa es que es mucha explicación al pedo lo que pensé... o sea; sé positivamente que en ese momento no cambiaba el Super Mario 3 por nada del mundo... pero mirándolo desde acá, hacia atrás... es que me imaginé que si hubiese venido con el muñequito debería haberlo comprado... por una cuestión histórica... no sé si me vas a entender, no sé si voy a poder explicarme... porque a mí me importa un carajo que escriba para arriba la lapicera, que sea de la NASA y toda la movida... no me mueve un pelo... se me hubiese perdido la lapicera, me habría parecido aburridísima... pero me quedaría el muñequito... qué se yo... si era como el que vi yo, estaba buenísimo...
- Más que el Super Mario 3?
- El Super Mario 3, muere a los dos o tres días... cuando descubrís el truco de la flautita que te transporta al mundo que se te cante, ya está, no podés volver a jugarlo más de cinco minutos...
- Ok...
- ...
Quedan en silencio. En silencio arman un porro, lo encienden, y fuman. No sienten el peso de la noche cayendo en la ciudad, no sienten el maullido de los gatos en celo, ni el profundo zumbido que produce la heladera. En ese momento aparezco yo, que estuve todo ese tiempo escondido en el baño y tomando nota de todo lo que decían. Los dos me miran y sonríen, al mismo tiempo que ignoran su condición de conejos. Mis pequeños conejitos. Peluditos y existencialistas.

domingo, 30 de mayo de 2010

El sutil arte de despertar en colectivos vacíos.

Vamos en un jeep a toda velocidad. Thomas Joad (jr.) conduce, su copiloto es Fidel, en el asiento trasero yo enciendo un cigarrillo y le devuelvo el encendedor al Che, que enciende un porro tamaño habano. Pega una profunda seca y grita:
- Cuba libre y la concha de tu hermana... Batista cara de pijaaaaa– Me mira a los ojos, hace un silencio casi teatral, baja la mirada, niega tristemente con la cabeza y, finalmente, habla – mataría a Fidel, a Camilo... le vendería esta isla de mierda a los yanquis... todo... todo eso por ver a la academia campeón...
- Central o Racing?- Le pregunto súbitamente preocupado.
- Qué importa? – Me grita mientras salta del jeep y acciona un paracaídas blanco.
Asustado y sintiéndome culpable giro lentamente mi cabeza para observar la reacción de mis otros acompañantes. Ellos ríen, ríen y saltan del jeep y accionan sus paracaídas blancos. El jeep se estrella y yo despierto sobresaltado y algo angustiado sobre un colectivo vacío en Correo Central. Mientras me sacudo la última miguita del sueño, el colectivero me gruñe algo indescifrable y se ríe, como si hubiese motivos para reír en esta mañana de mierda. Me acomodo los lentes negros, me pego un coquito en la cabeza por forro y bajo del vehículo. Tengo la boca pastosa, me pasé de mi parada algo así como setecientas cuadras, odio el Sol con todos mis huesos y el penetrante olor de los mejunjes de los puestos de hamburguesas y también, ya que estamos, el olor a la grasa de todas esas hamburguesas de perro, me revuelven el estómago. Lava. Una lava agria surge de mi ser. Sube cabalgando un atroz ardor por el esófago, pasa rauda por la garganta y llega hasta la desguarnecida y simpática campanilla paralizándome. Hago una mueca y trago. Doy unos pasos para alejarme del sol. Enciendo un cigarrillo para erradicar el agrio gusto de mi boca y funciona. A medias, pero funciona. Observo el paisaje. La plaza del medio con los puestos cerrados, el edificio del correo cubierto por una tela metálica, una topadora roja, varios zampis amarillos, el Luna Park. Hacia el otro lado, el helipuerto y la casa rosada. Lejos de casa una soleada mañana de domingo, masticando incoherencias, sintiéndome un estúpido y reviviendo el sutil arte de despertar en colectivos vacíos. Me doy pena. Una profunda tristeza me invade mientras revuelvo los bolsillos buscando monedas. Bajar es lo peor. Estornudo. Una, dos, tres, cuatro, cinco... seis (Decepción en un acto: lo veo como en cámara lenta: el hermoso, humeante y recién encendido camel, con su dorada liñita coronada por un hermoso camello, se aleja de mis dedos índice y medio para yacer apagado en un charquito de agua, aceite quemado y gas oil. Escucho el pshhh, veo la humedad agrisando el papel, inutilizándolo, veo la agonía de la brasa apagándose y volviéndose negra. Decepción, acto uno de uno.), siete, ocho veces. Espero el noveno, pero no llega. Enciendo otro cigarrillo para distenderme, para olvidar el brutal ataque de estornudos. Cuando el humo ingresa a mis pulmones, siento un espasmo en mi estómago y sucede: hipo. Desde los confines más oscuros de las maldiciones de mis enemigos surge, triunfalmente, el hipo. Camino nervioso de un lado al otro, voy hasta la mitad de la calle para ver si viene a la lejos el bondi que me rescatará de este espantoso lugar, de la humedad de sus pisos, del raquítico canto de sus pájaros y del nauseabundo aroma a patys de perro. Estornudo. Estornudo. Estornudo. Hipo. Hipo. Cada vez más violento, hipo.
Neurótico como siempre, triste como pocas ocasiones, intercalando estornudos y feroces ataques de hipo; casi convulsionando, lentamente, tomo asiento en el húmedo piso de la plaza de correo central. Cierro los ojos por unos instantes, trato de calmarme internándome en la oscuridad de la parte interna de mis párpados (Inevitablemente; retazos de la noche anterior: la chica se sacude en el piso, nadie sabe si es epiléptica, es un mal rollo de algo, o es una perfo. Vos sos Fink? No, Fink es ese de rastas que está ahí. Tom qué?. Te juego a ver quién sabe más temas de Ramones en la guitarra. Se rompe un vidrio dentro de mí. Cortazar es aburridísimo. Ni idea. No, no lo conozco. El perro de la película se llama Fernando. No me gustan los payasos. Y esto de donde salió?. Sí, sí, es él, pero cuando toma se pone en estrella y dice que no es... es medio raro. Puedo ver los pedazos llover. Sí, a ver, tapame un toque... ahí vaaaa, esto es buenísimo man... Me veo a mí mismo repetido por todos lados. Miles de yoes dispersos por todo el lugar. Me muevo sigilosamente y escapo. El ejército de yoes se dispersa. Los veo caer muertos en las veredas, bajo los árboles y bajo los toldos de los kioscos cerrados, mientras camino hacia la parada. Todos yacen por esas veredas. Salvo yo, el que espera.), y lo logro. Ahora soy la calma total; nada de sacudidas, hipos o estornudos, solo picazón en la cabeza y hormigueo en las piernas. Budismo Zen post nuclear supranfetamínico; sosiego necesario y suficiente para no estallar, no secarme, no resquebrajarme, no terminar hecho polvo sobre esta áspera y soleada vereda. Pero algo dentro mío está mal. Me encantaría estallar, reducirme a cenizas, terminar convertido en polvo sobre estas baldosas húmedas y frías. Olvidar el sol, los camiones que pasan, el gas oil de los bondis y el hedor de los patys. Dejarme llevar, ir en una nube, rodar cuesta abajo en una patineta dorada, llegar hasta el río, hacer un ollie sobre las vallas y hundirme hasta el fondo. Masticar lo absolutamente negro del fondo del río, probar el gusto a mierda del agua y abrir los ojos y no ver nada. Llenar mis pulmones de agua servida. Todo eso, solamente, para salir, secarme, tomarme un whisky, y contarlo (escribirlo) mientras me fumo un pucho. Demasiadas pretensiones para una almita suburbana, demasiadas ínfulas como para vivir tranquilo en la superficie de los hombres. Odio a toda y cada una de las cosas; reniego de mi condición y de la de los demás. Necesito un toque y necesito una caricia. Necesito una seca húmeda y un estornudo gris. Pero lo que más necesito en este momento, sin ningún lugar a dudas, es que mi carroza blanca y verde me lleve, suave como un seda, hasta el territorio neutral de mi cama. Que me saque de aquí, de esta Siberia gris de una mañana soleada, que ponga algodones sobre mi alma, que me salve, por favor, que me salve de mi mismo solamente por hoy, que mi ballena blanca me trague como a pinocho y me vomite a unas cuadras de mi guarida, de mi cueva de cristal.
Soy Pinocho mal herido siendo trasladado al viejo hospital de los muñecos. Me gustaría creer en Dios, como para pedirle por la santa virgencita que no me deje dormir, aunque sí soñar, durante todo el recorrido. Quiero observar la avenida Huergo, quiero deprimirme cuando tome por avenida Mitre y haga circular mis huesos por la horrible ciudad de Avellaneda, ver la estatua del Gauchito Gil abarrotada de gente en el triángulo de Bernal, vaticinar la llegada a casa cuando llegue la estación de Quilmes y paladear anticipadamente el tibio sabor a mis sábanas cuando baje en la parada correcta. Pero Pinocho cabecea. No está listo para semejante hazaña.
Debbie Harry modelo 74 mastica mi oreja y acaricia suavemente una erección de proporciones apocalípticas que nace en mi entrepierna. Todo es historia; los estornudos, el hipo, la espera, la ansiedad de llegar a casa. Ahora es el momento de Debbie, que susurra a mi oreja izquierda.
- No venís nunca por acá...
- Es que no conozco el camino... – Debbie se separa un poco de mí, me mira a los ojos.
- Es que no hay camino... - y ríe
Un sacudón y despierto. Debbie ya no está. Pinocho vuelve a casa siendo un muñeco de madera y no un niño de carne y hueso, pero convencido que el viaje valió la pena. Abre la puerta, estornuda, toma un trago de agua y se sumerge en su cama de hospital. No hay sueros, ni Debbie Harry modelo 74, solo ásperas sábanas blancas y el eléctrico murmullo de la heladera que nunca corta.

domingo, 28 de marzo de 2010

Los cerdos jamás verán el cielo (परा Cuáगुलोस ज़ीने, दे गिमेना Goñईई)

Los cerdos jamás verán el cielo

La noche había empezado como siempre. Cervezas, porro, música. Charla. De pronto me encontré sirviéndome un whisky con hielo. Tempestad, pensé, incontenible tempestad. La noche me tragaba, me hacía añicos. Me estaba desplazando en el tiempo haciendo gala de mi distinguida decadencia, estaba encendido, lleno de luz y sonriente. Mis tripas aullaban de alegría, presagiando el próximo trago. Todo marchaba bien. La noche infinita llenaba de plateada luz nuestras espaldas y nosotros sabíamos cómo disfrutarla. Una tormenta me aguardaba en la oscuridad del culo vacío de un vaso, era obvio, pero no me preocupaba. Siempre me sentí seguro en el ojo de la tormenta. Todo o nada. Mierda o flores. Saltar, saltar, saltar. Otro whisky; esta vez, como es mi costumbre, sin hielo. La voz de Runa que sale de algún lugar, pero no de su boca. Mientras todo da vueltas, los libros caen de la biblioteca, los fanzines arden en el horno y los cigarrillos se mojan hasta quedar inservibles, yo observo atentamente sus hermosos labios que permanecen inmóviles, suspendidos en el tiempo y el espacio sólo para que yo pueda observarlos y disfrutar de esa pequeña porción del infinito.
- Te estás escondiendo, maldito?
- Sí – Contesto con voz aguardentosa -, me estoy escondiendo... no sé muy bien de qué, pero me estoy escondiendo... vos?
- Yo también..., será eso lo único que sabemos hacer...? escondernos...?
- Escondernos y buscarnos... o esconderme y buscarte, o esconderte y buscarme o solo buscarnos de la única manera que sabemos...
- Opa! El muchacho melancólico, el pequeño hombre enamorado, el hábil decorador de renglones que conocí hace años ha vuelto!... qué voy a hacer con vos?... decime, qué voy a hacer con vos?... Querés que te cante el arrorró como tu mamá? Querés que me case con vos? Querés que te chupe la pija? Querés que te digo que sólo te amo a vos y que no hay nadie más importante en mi vida?... decime... te estoy dando opciones de lo más interesantes...
- En este momento no soportaría nada de eso...
- Y qué se supone que tengo que hacer yo?- La voz de Runa suena exasperada y llena de odio, pero sus labios siguen inmóviles, ignorando esta conversación-, esperar hasta que puedas soportar alguna de esas cosas, acá, al lado tuyo? Volverme a mi casa en este mismo momento, para dejarte solo regodeándote con tu tristeza? Alcanzarte ese cuaderno de mierda que tenés para que transcribas esto y después lo publiques en internet o en los libritos esos de colores y finjas que todo es ficción, que todo esto nunca pasó?
- ...
- Ahhh... uno de los famosos silencios de el niño Fink! Pensé que nunca más podría presenciar uno de estos momentos... te conozco tanto que me da asco, te conozco tan bien... tan bien... es una lástima que no me sorprendas...
- Si..., es una lástima... pero por qué no vas a buscar a alguno que te sorprenda?, sé positivamente que no te deben faltar rastas enamorados, actores bi que te encuentran super interesante, ni poetas que te reciten en francés, ni dealers que te inviten a tomar y pasar la noche con ellos... quizá encontrás alguno todavía a esta hora... no deben ser más de las dos de la mañana... te puedo prestar plata para el remís, si querés...
- Y dejarte solo, triste y abandonado? No, forro... si querés que me vaya decímelo de frente... no te hagas el pelotudo, hacete cargo y decime que me vaya, decime qué tengo que hacer. – Runa, que sigue sin mover sus hermosos labios, me mira fijo con una extraña mueca.
- Lo único que tenés que hacer, es no casarte con un gordito colorado semi calvo... eso es lo único que te pido, lo demás... mirá..., hacé lo que tengas ganas, pero no te cases con un pelotudo... te juro, boluda, te juro que eso me hundiría en una depresión espantosa, me moriría de tristeza, me dejaría para siempre decepcionado del género humano... si vos te casás con un gordito colorado semi calvo, no sé qué haría... prometeme eso y después hacé lo que quieras: odiame por ser un pelotudo, por no tener rastas, por no saber francés, por ser un friqui, por no ser lo suficientemente friqui, por escribir pelotudeces, por regalarte el libro equivocado aquella vuelta hace mil años, por no haberte escuchado cuando tendría que haberte escuchado... no sé..., elegí el motivo que más te guste y odiame... yo te re banco, pero no soportaría que te cases con el gordito colorado semi calvo... por favor...- De golpe, todo se vuelve oscuro, pierdo pie, siento como caigo en un hoyo infinito, escucho un golpe y siento frío en mi espalda. Siento que Runa me habla y me pega suaves cachetazos en la cara. Abro lo ojos. Runa tiene los ojos llorosos y veo cómo una lágrima que cae dibuja un surco transparente en su mejilla. Los labios de Runa, ahora, se mueven.
- Qué te pasó? – Me besa.- Qué te pasó? Estás bien?
- Sí, sí... qué pasó?
- Pero estás bien? Te duele algo, boludo?
- No, no... tranquila...- Digo mientras me levanto para sentarme en la silla. Cuando me siento, veo que a la botella de whisky le queda sólo un dedo.- Qué pasó?
- Boluuuuudo, qué susto...
- Qué pasó?
- Nada... estabas ahí y me mirabas como si estuvieses en otro lado... no sé... y de golpe dijiste algo de que no me case con un gordito colorado porque no sé que historia y que te ibas a morir de tristeza o algo así, porque prácticamente balbuceabas... me decías que te prometa que no me iba a casar con ese tipo, y no sé cuantas pavadas más... estás bien?
- Sí... creo que sí... un gordito colorado semi calvo...
- Sí...- Runa resopla y se pasa la mano por el pelo.
- Me lo prometiste?
- Eh?
- Por favor...
- Vos sos un tarado... – En el más absoluto silencio la miro a los ojos y, como me conoce tan asquerosamente bien, entiende qué es lo que necesito.- Ok... te lo prometo...
Runa me mira, veo sus paletas salir como a espiar el mundo mientras se muerde el labio inferior. Me mira a los ojos y yo desvío mi mirada hacia la ventana.
- Está cerrada la ventana, pelotudo...
- Me encanta mirar la persiana... es una experiencia reveladora...
La miro a los ojos y sonrío.
- Me estoy meando... – Se levanta con una sonrisa y, cuando pasa a mi lado en su recorrido hacia el baño, se frena. Revuelve sus bolsillos y saca algo difícil de describir. Una especie de viruta de metal enroscado, como si fuese un resorte, pero de metal bastante más grueso.- Esta es mi arma secreta... - Me dice casi en un susurro- tomá, te la regalo.
Tomo el obsequio en mis manos como si fuese un arma de guerra cargada y sin seguro; solemne y cuidadosamente. Runa me besa y sigue su camino. Confío en que va a cumplir su promesa. Además, confío en su buen gusto. Será un rasta, será un poeta avezado en los misterios de la lengua francesa, será un dealer... pero jamás será un gordito colorado semi calvo. Una escandalosa felicidad me toma por sorpresa, no puedo dejar de sonreír. Tengo un arma secreta y tengo una promesa. Hace instantes no tenía nada. Cuando veo que Runa sale del baño, me levanto y voy hacia ella. La abrazo, la beso y comienzo a sacarle la remera. La llevo hasta la cama y la desnudo completamente. La acaricio con la punta de los dedos, mientras paso suavemente mi lengua por su cuello. Lamo desesperadamente la comisura de sus carnosos labios entreabiertos, mastico cuidadosamente su oreja izquierda mientras suspiro pesadamente. Bajo hasta sus tetas y comienzo a lamer y mordisquear sus pezones. La escucho gemir y siento sus dedos entrelazarse con mi pelo. Sigo bajando y saboreando cada milímetro de su cuerpo que nunca será de un gordito colorado y semi calvo. Los cerdos jamás verán el cielo, pero yo hasta puedo saborearlo.

jueves, 18 de febrero de 2010

Bitácora del lobo que observa la luna, esperando que ella le aúlle II:

Bitácora del lobo que observa la luna, esperando que ella le aúlle II:
“Jem y the holograms hacen playback en mi corazón”

- En el Aire, Lobo.- Dice una voz metálica, a lo lejos y casi susurrando.
- Anfetamínicas noches, camaradas, amigos, radioescuchas... hoy me siento un martillo neumático, una herramienta destructora y llena de vida, el azul es más azul y los amarillos no me gustan para nada... los fantasmas se aparecen de golpe y se desaparecen al instante... no puedo ver sus caras, pero asumo que son caras familiares... son amigos traicionados de tiempos lejanos y fríos, en las noches de vida y muerte en las esquinas mal iluminadas, en las tristezas más profundas filtrándose por la lastimadura de la nariz en el indecente amanecer de la fiesta... todos somos traidores potenciales, todos todos todos... no hay en el planeta un ser inocente... ni siquiera los recién nacidos que acaban de salir al mundo de la no placenta destruyendo a su paso el cuerpo que lo contuvo y lo alimentó durante su maldita, biológica y antipoética gestación... destruye! Destruye!... destruye, ser humano, parecen gritar a viva voz nuestros dioses... y nosotros satisfechos, ya, por haber podido dejar la hipócrita máscara atrás, chorreando maldad por cada poro y todo, todo, todo, por el simple y humando placer de hacerlo... Eso es bueno?, eso es malo?... yo no soy quién para decidirlo... prefiero el acogedor y placentario lecho de la duda...
Escuchás... ?, escuchás los ruidos atrás de tu frente? Los recuerdos, las fantasías y los aullidos de terror a la hora del té?, a toda la información acumulada por años explotando y transformándolo todo en caos... voy a leerles algo de Ayelén Ripster que viene a cuento en esta noche:
a veces,
de vez en cuando,
cuando me paso las noches enteras
tratando de escuchar
mi podrido
astillado
partido
corazón,
escucho a Jem y the holograms
rockeando su liviano estilo
de fiestas californianas aptas para niñas y niños,
gritando
shém is mái néim,... uh!,
y grito mentalmente
salgan de ahí, putas,
yo soy una Misfit
fuera de aquí,
niña bien que lava culpas
cantando canciones de mierda
para los pobres y multirraciales huerfanitos,
que tu cultura ha creado,
Fuera!
Luego, me pregunto:
Cuál es el límite?
Donde está línea de partida?
Conozco tipos que aseguran
que son cristo
y hasta a uno que asegura que es invisible
a la vista de todo el mundo
Yo solo puedo asegurar
Que Jem y the holograms
Hacen playback
En mi corazón...

... Ayelén Ripster, camaradas de armas de la noche... un fragmento de su poema “Jem y the holograms hacen playback en mi corazón”... la radio fantasma sigue, intentando quebrar la inercia de la noche que se va por el inodoro de la vida... y ustedes..., qué? De qué la van en el guiso pastoso de los mortales?, de qué la van, camaradas? De friquis, de drogotas, de pálidos conejos sin suerte? De princesas oscuras, de intelectuales de mente abierta, de poetas llenos de buenas intenciones?, qué onda con vos, con ustedes, con todo el mundo? qué onda los viejos que se levantan temprano los domingos? qué onda con los perros que acosan al amigo Fink?, qué onda, en definitiva, con el mundo, con el universo... pensá... pensá que todas las estrellas no son más que explosiones lejanas... que esas pequeñas luces que alumbran nuestros pasos, mientras merodeamos aburridos o buscamos el camino a casa, son los chispeantes ejemplos del instinto de autodestrucción sideral pinchándonos los ojos como si fuésemos perdidos sapos en las manos de histéricas profesoras de biología de tercer año... El universo está en nuestra contra... debe ser por eso que Jem y the holograms hacen playback en el corazón de Ayelén Ripster... Quién hará playback en el tuyo, camarada... quién...? de repente, señores del jurado, intranquilo radioescucha que hociqueás en el baño por las noches mientras todos duermen, camarada noctámbulo que estás al final del parlante, me tomó por sorpresa una visión del futuro: lentamente, esto se apaga. Enciendo un cigarrillo, hablo con un tomo más tranquilo..., les digo que el lobo se despide de todos ustedes, cambio y fuera y comienza a sonar en el aire de esta noche que termina..., The end, del amigo Jim Morrison y los pajeros sin talento... se apaga la luz del cartelito que dice EN EL AIRE, me saco los auriculares y los apoyo en la mesa, luego me levanto, camino hacia la puerta y desaparezco... cada vez que escucho esa canción no puedo evitar recordar del estremecedor comienzo de Apocalypse Now... la vegetación, las palmeras, ese primer helicóptero que pasa, el humo amarillo, el segundo helicóptero y la explosión... y no puedo dejar de sentirme un poquito como el Coronel Kurtz... dís is di end..., biutiful fren, di en, mai onli fren, di en... pero para eso falta, todavía... falta... los aviones surcan la noche, los colectivos ya están dejando se pasar a esta hora y, si estás volviendo a casa, camarada, te deseo toda la suerte del mundo para alcanzar ese último bondi que te deposite en tu morada... mientras, te sigo ladrando desde este lado... de qué lado? Del lado de adentro de tu aparatejo, camarada, desde los transistores, desde los auriculares, desde la antena, desde esta habitación amarilla en donde no se puede fumar... está completamente prohibido fumar... pero no importa, a esta hora nada le importa a nadie y yo puedo fumar tranquilo y tomarme un Cinzano salvador y hablar con la impunidad del que no le habla a nadie, hablándole a todo el mundo... miles de parlantes destartalados pueblan el mundo y, desde algunos de ellos, sale mi voz... si eso no es magia, no sé que puede llegar a serlo... hacer desaparecer un avión?, cortar en dos a una niña bien formada y semidesnuda?, volar con arneses invisibles?... no, la verdad que no lo creo... eso no es magia, eso es un simulacro, un truco casi descarado para captar la atención de los más dormidos, es una gran y rutilante mentira bien filmada, un entretenimiento liviano, algo sumamente superficial y vacío... magia, mis amigos, son las palabras de la Srta. Ripster, su desesperación convertida en imágenes... o, por lo menos, eso es lo que creo desde aquí, desde el umbral de la noche, deshaciendo la mochila de otro día a la luz de un dubitativo e intermitente tubo fluorescente, hablando pausadamente para simular tranquilidad, para esconder mi propia desesperación, exponiendo la desesperación de otros para no hacerme cargo, para esconderme detrás de metáforas ajenas y poder fumar mi cigarrillito y beber mi Cinzano Rosso con una postura de reventado cool... se caen los disfraces, amigos, siempre estamos a punto de desnudarnos, pero frenamos antes de exponernos completamente... todas las máscaras del mundo no alcanzan para cubrir nuestros patéticos rostros de niños perdidos en la tormenta... y eso también es magia..., eso también... les gustaría, oh camaradas, unas palabras más de la Srta. Ripster...? no espero más respuesta que la mía, señores, así que ahí van:
Los aullidos son interminables
Cerremos los ojos y prestemos atención
Pongámonos intranquilos y
Percibamos el escalofrío subiendo por la espalda
Nada agradable, no?
Pues hay alguien que no lo puede evitar...
Sal de ahí, pequeña rata mía
Y carcome lo poco que me queda autocompasión
Sal de ahí, pequeña rata mía
Te tengo amaestrada como un león de circo,
Mi extraño y deforme ratón Pérez
Expropiador de mis dientes putrefactos y amarillos
Sal de ahí...

... qué les parece amigos?, eh?, demasiada magia para ser disfrutada inocentemente... hay que pagar un precio, siempre hay que pagar un precio... el día que no estemos dispuestos a pagar ese precio, qué será de nosotros? Qué será de nuestros pobres huesos?... creo yo que en ese momento no convertiremos en abogados o contadores o agentes de viajes o agrimensores o alguna cosa así de insignificante... ahora escúchenme, procuren poner mucha atención, hay aquí un aroma a profecía cumplida..., escuchen como bajo el tono de mi voz, escuchen como enciendo este cigarrillo, escuchen cómo, de fondo pero ganando paulatinamente en volumen, pasando de ser cortina a ser la atracción principal de esta noche, Jim Morrison y los pajeros sin talento que vivían de él, comienzan a hipnotizarnos con The End... dis is di end..., biutiful fren, di en, mai onli fren, di en... señores, señoritas, miembros del jurado... recuerden: el mundo es suyo.
El lobo se despide de todos ustedes hasta la próxima... cambio y fuera.

El cartel de EN EL AIRE se apaga, el Lobo se saca los auriculares y los apoya en la mesa, se levanta, camina hacia la puerta y desaparece.

martes, 19 de enero de 2010

Misiva spleen trash super blues-ginkgobilovana

El centro del universo estalla, explota, se reproduce, genera cuerpos celestes invenciblemente brillantes y profundas oscuridades siderales. Después, más abajo, todos los planetas, estereotipadamente redondos, todos ellos de colores vivos y solitarios. Debajo de ellos, las estrellas más tímidas, las pequeñas y brillantes miserias que acompañan como tristes edecanes, como perritos falderos temerosos, a la magnífica luna. Más abajo, las nubes, el smog y el techo de todas las casas del mundo; debajo del techo de unas de esas casas, de uno de esos refugios, de esas madrigueras humanas, yendo de un lado al otro, chocando contra el límite imaginario de estas cuatro paredes blancas llenas de manchas de humedad, fumando, tomando de a sorbitos cuotas homeopáticas de Hiram Walker y tecleando cada tanto alguna palabra en una máquina de escribir prestada: Yo. El mismísimo Yo que acaba de recurrir a una(s) dosis de Ginkgo Biloba (anfetaminas naturales: todo legal, todo bonito) para no caer de sueño en el infierno de estos días de irremediable calor estival y no soñar entre las sábanas revueltas de estos días, que corren como tortugas rabiosas: lenta pero brutalmente; dando dentelladas al aire y resoplando su tedio.
Los ruiseñores que cantan en la noche
me han susurrado al oído
todos los secretos del mundo.
Algunos de ellos,
como era de esperar,
te pertenecen
o te pertenecían...
nunca, nunca,
nunca
guardes tus secretos bajo llave
porque esto enfurece a mis amigos
que los harán correr a viva voz
hacia los ojos de los otros
para así, en ese acto,
se desnuden los tuyos,
haciéndote más vulnerable.
Por mi parte,
me comprometo a no develarlos...
de modo que quédate tranquilo,
mi pequeño polluelo mojado y sin consuelo,
nada ni nadie podrá conmigo
tus secretos estarán a salvo
de aquí a la eternidad
a la que estamos condenados
los tipejos de nuestra especie.
Así que no te preocupes por eso,
tomá un trago de algo
y arremeté con todo lo que tengas a la mano
(un anzuelo oxidado, una alfiler de gancho negra
una hojita de afeitar usada, un tampón empapado en nafta
y una mochila llena de oscuros y deliciosos secretos
que ahora compartimos)
contra todo lo que necesites quemar.
Y quemalo,
que no queden más que cenizas,
y quemá las cenizas también,
que no quede nada de nada,
ni siquiera el recuerdo.
Y después,
disfrutá de la calma,
tocate en silencio, lentamente,
y acabá gritando
y pensando en todas
y cada una de las personas
que alguna vez, aunque sea por un segundo
(ese segundo),
te hicieron sentir algo.
Colgá, de una vez y para siempre,
a tus papaítos dinosaurios
del sauce más alto que encuentres en el bosque,
cagate de risa de todo, de todos, de vos,
y alejá a la muerte,
(la tuya, la única que nos preocupa)
esa muerte que te espía
desde todas las baldosas flojas del mundo,
desde las hojas muertas del otoño
desde los trenes, desde los pequeños y redondos ojitos
de las viejas que compran el pan a la mañana
pero siempre,
siempre,
siempre,
tenela presente.
No hacerlo,
sería un error imperdonable.
Y esto no es un poema,
la poesía
(la mía, polluelo, la mía;
la tuya, calculo,
goza de muy buena salud)
está muerta y enterrada,
comida y vomitada
por todos los gusanos
de este cementerio.
Espero que puedas guardarme un secreto,
(guar-da-mé, guárdame un secreto)
teniendo en cuenta que yo
soy fiel guardián de los tuyos:
esto
es
una
simple
carta
(a vos?, a todos?
a nadie?,
a mí?)
Y espero que esto te haga reír,
que no necesites estas palabras
ordenadas
ca
pri
cho
sa
men
te,
que no te haga ni un poquito bien,
que te parezca una pérdida de tiempo;
que ya, en este momento,
estés leyendo algo que realmente valga la pena,
y que pienses que esto no es más que otro desvarío
de un tipejo encerrado
en una oscura habitación,
perdido inexorablemente entre esas cuatro paredes blancas
llenas de humedad
en una extraña ciudad
llamada Ezpeleta City.
Lejos,
irremediable,
insalvable,
infinitamente lejos,
de tu casa.

Tambaleándose sobre la punta del crepúsculo, relamiéndose de antemano y esperando ansiosamente tu respuesta,
G. Fink