domingo, 28 de marzo de 2010

Los cerdos jamás verán el cielo (परा Cuáगुलोस ज़ीने, दे गिमेना Goñईई)

Los cerdos jamás verán el cielo

La noche había empezado como siempre. Cervezas, porro, música. Charla. De pronto me encontré sirviéndome un whisky con hielo. Tempestad, pensé, incontenible tempestad. La noche me tragaba, me hacía añicos. Me estaba desplazando en el tiempo haciendo gala de mi distinguida decadencia, estaba encendido, lleno de luz y sonriente. Mis tripas aullaban de alegría, presagiando el próximo trago. Todo marchaba bien. La noche infinita llenaba de plateada luz nuestras espaldas y nosotros sabíamos cómo disfrutarla. Una tormenta me aguardaba en la oscuridad del culo vacío de un vaso, era obvio, pero no me preocupaba. Siempre me sentí seguro en el ojo de la tormenta. Todo o nada. Mierda o flores. Saltar, saltar, saltar. Otro whisky; esta vez, como es mi costumbre, sin hielo. La voz de Runa que sale de algún lugar, pero no de su boca. Mientras todo da vueltas, los libros caen de la biblioteca, los fanzines arden en el horno y los cigarrillos se mojan hasta quedar inservibles, yo observo atentamente sus hermosos labios que permanecen inmóviles, suspendidos en el tiempo y el espacio sólo para que yo pueda observarlos y disfrutar de esa pequeña porción del infinito.
- Te estás escondiendo, maldito?
- Sí – Contesto con voz aguardentosa -, me estoy escondiendo... no sé muy bien de qué, pero me estoy escondiendo... vos?
- Yo también..., será eso lo único que sabemos hacer...? escondernos...?
- Escondernos y buscarnos... o esconderme y buscarte, o esconderte y buscarme o solo buscarnos de la única manera que sabemos...
- Opa! El muchacho melancólico, el pequeño hombre enamorado, el hábil decorador de renglones que conocí hace años ha vuelto!... qué voy a hacer con vos?... decime, qué voy a hacer con vos?... Querés que te cante el arrorró como tu mamá? Querés que me case con vos? Querés que te chupe la pija? Querés que te digo que sólo te amo a vos y que no hay nadie más importante en mi vida?... decime... te estoy dando opciones de lo más interesantes...
- En este momento no soportaría nada de eso...
- Y qué se supone que tengo que hacer yo?- La voz de Runa suena exasperada y llena de odio, pero sus labios siguen inmóviles, ignorando esta conversación-, esperar hasta que puedas soportar alguna de esas cosas, acá, al lado tuyo? Volverme a mi casa en este mismo momento, para dejarte solo regodeándote con tu tristeza? Alcanzarte ese cuaderno de mierda que tenés para que transcribas esto y después lo publiques en internet o en los libritos esos de colores y finjas que todo es ficción, que todo esto nunca pasó?
- ...
- Ahhh... uno de los famosos silencios de el niño Fink! Pensé que nunca más podría presenciar uno de estos momentos... te conozco tanto que me da asco, te conozco tan bien... tan bien... es una lástima que no me sorprendas...
- Si..., es una lástima... pero por qué no vas a buscar a alguno que te sorprenda?, sé positivamente que no te deben faltar rastas enamorados, actores bi que te encuentran super interesante, ni poetas que te reciten en francés, ni dealers que te inviten a tomar y pasar la noche con ellos... quizá encontrás alguno todavía a esta hora... no deben ser más de las dos de la mañana... te puedo prestar plata para el remís, si querés...
- Y dejarte solo, triste y abandonado? No, forro... si querés que me vaya decímelo de frente... no te hagas el pelotudo, hacete cargo y decime que me vaya, decime qué tengo que hacer. – Runa, que sigue sin mover sus hermosos labios, me mira fijo con una extraña mueca.
- Lo único que tenés que hacer, es no casarte con un gordito colorado semi calvo... eso es lo único que te pido, lo demás... mirá..., hacé lo que tengas ganas, pero no te cases con un pelotudo... te juro, boluda, te juro que eso me hundiría en una depresión espantosa, me moriría de tristeza, me dejaría para siempre decepcionado del género humano... si vos te casás con un gordito colorado semi calvo, no sé qué haría... prometeme eso y después hacé lo que quieras: odiame por ser un pelotudo, por no tener rastas, por no saber francés, por ser un friqui, por no ser lo suficientemente friqui, por escribir pelotudeces, por regalarte el libro equivocado aquella vuelta hace mil años, por no haberte escuchado cuando tendría que haberte escuchado... no sé..., elegí el motivo que más te guste y odiame... yo te re banco, pero no soportaría que te cases con el gordito colorado semi calvo... por favor...- De golpe, todo se vuelve oscuro, pierdo pie, siento como caigo en un hoyo infinito, escucho un golpe y siento frío en mi espalda. Siento que Runa me habla y me pega suaves cachetazos en la cara. Abro lo ojos. Runa tiene los ojos llorosos y veo cómo una lágrima que cae dibuja un surco transparente en su mejilla. Los labios de Runa, ahora, se mueven.
- Qué te pasó? – Me besa.- Qué te pasó? Estás bien?
- Sí, sí... qué pasó?
- Pero estás bien? Te duele algo, boludo?
- No, no... tranquila...- Digo mientras me levanto para sentarme en la silla. Cuando me siento, veo que a la botella de whisky le queda sólo un dedo.- Qué pasó?
- Boluuuuudo, qué susto...
- Qué pasó?
- Nada... estabas ahí y me mirabas como si estuvieses en otro lado... no sé... y de golpe dijiste algo de que no me case con un gordito colorado porque no sé que historia y que te ibas a morir de tristeza o algo así, porque prácticamente balbuceabas... me decías que te prometa que no me iba a casar con ese tipo, y no sé cuantas pavadas más... estás bien?
- Sí... creo que sí... un gordito colorado semi calvo...
- Sí...- Runa resopla y se pasa la mano por el pelo.
- Me lo prometiste?
- Eh?
- Por favor...
- Vos sos un tarado... – En el más absoluto silencio la miro a los ojos y, como me conoce tan asquerosamente bien, entiende qué es lo que necesito.- Ok... te lo prometo...
Runa me mira, veo sus paletas salir como a espiar el mundo mientras se muerde el labio inferior. Me mira a los ojos y yo desvío mi mirada hacia la ventana.
- Está cerrada la ventana, pelotudo...
- Me encanta mirar la persiana... es una experiencia reveladora...
La miro a los ojos y sonrío.
- Me estoy meando... – Se levanta con una sonrisa y, cuando pasa a mi lado en su recorrido hacia el baño, se frena. Revuelve sus bolsillos y saca algo difícil de describir. Una especie de viruta de metal enroscado, como si fuese un resorte, pero de metal bastante más grueso.- Esta es mi arma secreta... - Me dice casi en un susurro- tomá, te la regalo.
Tomo el obsequio en mis manos como si fuese un arma de guerra cargada y sin seguro; solemne y cuidadosamente. Runa me besa y sigue su camino. Confío en que va a cumplir su promesa. Además, confío en su buen gusto. Será un rasta, será un poeta avezado en los misterios de la lengua francesa, será un dealer... pero jamás será un gordito colorado semi calvo. Una escandalosa felicidad me toma por sorpresa, no puedo dejar de sonreír. Tengo un arma secreta y tengo una promesa. Hace instantes no tenía nada. Cuando veo que Runa sale del baño, me levanto y voy hacia ella. La abrazo, la beso y comienzo a sacarle la remera. La llevo hasta la cama y la desnudo completamente. La acaricio con la punta de los dedos, mientras paso suavemente mi lengua por su cuello. Lamo desesperadamente la comisura de sus carnosos labios entreabiertos, mastico cuidadosamente su oreja izquierda mientras suspiro pesadamente. Bajo hasta sus tetas y comienzo a lamer y mordisquear sus pezones. La escucho gemir y siento sus dedos entrelazarse con mi pelo. Sigo bajando y saboreando cada milímetro de su cuerpo que nunca será de un gordito colorado y semi calvo. Los cerdos jamás verán el cielo, pero yo hasta puedo saborearlo.