martes, 23 de noviembre de 2010

Cuarenta y ocho

“ y qué? Cómo es la onda? Vos andás por ahí, escribiendo y hablando un montón de boludeces y uno te tiene que aplaudir? Cómo es, loco? Al final, sos una mierda... qué onda, qué andás contando cosas mías por internet y por los cositos esos de colores y no avisás nada... es para cagarte a trompadas, loco...” El Lobo se ríe y le dice que no se caliente, que es al pedo, que me cague bien a piñas ahora o que calle para siempre. Ahora el Duke se la agarra con él; el Lobo se ríe y le pasa el porro para que se calme. Pero stop; empecemos desde el principio:
El sur del conurbano arde, muñecos, hay camaleones en las esquinas y ranas que croan canciones de Los Ramones. Humedad, calor y rayos gamma para todo el mundo. Todo es un delirio si se mira con lo ojos correctos. Pero todo eso es fantasía, puros “embelecos”, como me dijo alguien alguna vez. La realidad dicta que la ciudad duerme, que es un miércoles a las tres de la mañana y que estamos sentados en el banco de una plaza demasiado iluminada para mi gusto. Todo esto es demasiado extraño: no se escuchan perros, ni gatos, ni tiros, ni patrulleros. Siempre fueron tan silenciosos los miércoles de madrugada...? Es raro no escuchar nada. Todo está quieto. Todo da la sensación de estar congelado. Quiebra la quietud de la noche, mi amigo, El Duke:
- Loco..., fuera de joda te digo... te fuiste al carajo...
- Ok..., no sé qué decirte, man..., no tengo ninguna excusa...
- Pedime disculpas...
- Bueno, loco..., disculpame...
- Disculpame las pelotas... disculpame... disculpame ésta...
- ...
- ...y qué? Cómo es la onda? Vos andás por ahí, escribiendo y hablando un montón de boludeces y uno te tiene que aplaudir? Cómo es, loco? Al final, sos una mierda... qué onda, qué andás contando cosas mías por internet y por los cositos esos de colores y no avisás nada... es para cagarte a trompadas, loco...
- Tampoco es para tanto...
- No es para tanto para vos, que haces guita con esa mierda... mi mierda – Y se señala el pecho con un gesto casi teatral, casi estudiado y haciendo hincapié en la primera palabra. – mi mierda... – Ahora mira al Duke y lo señala – y vos también... no me avisaste nada... sos un forro...
- No te calentés... – Y el Lobo hace un silencio mientras le pasa el porro al Duke, pero deja como una estela serpenteante y silenciosa cuando pronuncia la última sílaba que llena el tiempo hasta su próxima palabra.- es al pedo... o lo cagás bien a trompadas ahora..., o calle para siempre, amigazo... – El viejo Lobo con su pala de enterrar amigos, su patética imitación de Iorio y su risita a lo Patán. El Duke fuma y lo mira fijo.
- Tenés razón...- Temor: no estoy para pleitos esta noche. Pero el Duke le pone la patita a su playera y se sienta en el banco, entre nosotros.- pero loco – y me mira- no lo hagás más... posta...
- Está bien, si sabía que te jodía tanto no lo hacía, la verdad... y además... o sea, nadie más que vos se dio cuenta... te cambié el nombre, no puse Andrés Lasarte, puse El Duke...
- Sí, ya sé... pero igual, loco, no lo hagas más, prometelo...
- Ok...
- No, prometelo...
- Está bien, te lo prometo, no escribo más de vos, quedate tranquilo...
- Pará... y decime que no estás grabando esto ahora... porque también me enteré esa – Mira al Lobo- Vos sabías esa?
- No... – El lobo miente muy bien, no tiene escrúpulos, hay que reconocerlo.
- Sí...
- No, no estoy grabando nada, no estoy grabando nada, quedate tranquilo... igual estás medio paraca, vos... qué onda?
- Estoy al horno, loco... ahora voy al psicólogo y me está quemando la bocha... por eso loco... leí eso que escribiste y me sentí como el orto... una angustia... – El Lobo lo mira concentrado, con los ojos entrecerrados y asintiendo mientras el otro habla e intenta mirarme a los ojos. Yo los miro a los dos; en este momento no confío mucho en ninguno de ellos.- Es como que sentí algo extraño al ver mi vida ahí, como si fuera un cuento, me entendés...? Y cómo vos ves mi vida como si fuera una película...
- Tampoco es tan así...
- Shhh...Chito! Ahora te la bancás... sos tan poronga en los libritos, ahora bancatela... – Acepto, cabizbajo, lo que vendrá. – Porque vos me ves como una cosa, no como una persona... yo no soy tu amigo... porque leí otro... yo soy uno de tus conejitos no sé qué mierda... que los hacés hablar, los grabás, y después... eh? y después... se la mandás a guardar, loco, los recagás... te cagás en todo, te cagás en la amistad de años, en la confianza, en todo te cagás...
Los tres nos quedamos en silencio. Se me ocurrió la idea de que parecíamos los tres idiotas de Quiroga en su versión ninja, silenciosos y esperando una bebé a la cual descuartizar en un lugar menos que propicio para semejante aventura. Una plaza del suburbano a las tres de la mañana de un miércoles. El Lobo enciende un cigarrillo y pasa el paquete. El Duke me lo pasa a mí. Todos encendemos nuestro cigarrillo con nuestros respectivos encendedores. El clic, clic, de los encendedores quiebra el silencio y El Duke lo entiende como una señal. Clava la vista en la orquilla de su playera, se rasca la cabeza y continúa.
- Sabés lo que sentí cuando lo leí...? Me sentí muerto... me imaginé como si fuese una tarde de invierno de esas grises... así..., todo gris, todo frío y yo adentro de un cajón... y sentí que esa era tu visión de mí... como que yo ya estoy muerto, porque los personajes de las novelas y de las películas no existen... o sea, viven mientras dura la cosa y después, no existen más... es como que sentí que para vos estaba muerto, que no existía y que por eso pudiste escribir eso... matándome a mí en tu interior... en tu cabeza – No lo puedo creer y lo creo a la vez. Lo entiendo, entiendo lo que dice, creo que puede estar en lo cierto. Es más: no puedo ni siquiera disimular que creo que está absolutamente en lo cierto. Está absolutamente en lo cierto.- Para vos no hay nada sagrado... ni mi hermano que es tu amigo desde que son pendejos... vivías en mi casa cuando tus viejos te echaban a la mierda... mi hermano dormía en el piso para que vos uses la cama, mi vieja te cocinaba sin carne para vos aparte...y vos te despachás con esta... y encima, lo peor, es que vos sos un re langa en los cosos... no sos ningún gil, no perdés ni una... pero yo las conozco todas, loco, yo te vi perder, yo perdí con vos y te salvé de unas cuantas... no sé qué onda con vos...
No soy bueno sintiendo culpa. Me sale mal, se me pasa rápido; pero esto es distinto. La plaza, la luz amarilla que nos ilumina, el banco en el que estamos sentados, El Lobo, El Duke y mi vida cayéndose a pedazos sobre mi cabeza es demasiado. No puedo con todo esto, no puedo dar explicaciones ni pedir disculpas, pero en este momento me encantaría. Me gustaría tener una visión más piadosa de la vida y ser bueno y que nadie tenga nada para reclamarme. Me gustaría ser otro. Uno más elegante, más adaptado y con menos talento para herir a los que me rodean. Estoy aprendiendo a sentirme culpable y no me gusta para nada. Son sólo veinte segundos, me digo, sólo veinte segundos y todo pasa. Pero no. El Lobo se aleja en dirección a unos arbustos y El Duke se quiebra. Llora despacito y se suena la nariz con un pañuelo azul. Luego lo guarda, se tapa la cara y sigue llorando. Me encantaría poder decir sin ningún tipo de culpas que la imagen del Duke es patética, pero no puedo. Me duele decirlo, aunque no parezca. Me estoy ablandando y no puedo permitirlo. Este es el prime time de la verdad absoluta y las caras detrás de las máscaras. La imagen del Duke llorando es patética. Sus nervios destrozados, su psicoanalizada cabecita y su discurso sensiblero me dan pena. El Lobo vuelve y se sienta sin decir una palabra. El silencio vuelve a ser perfecto. Sopla un leve brisa; las copas de los árboles se agitan un poco y yo no veo la hora en que esta noche se termine. El Duke se levanta, sube a su bici y se va sin saludar; vuelve a su cajoncito en una tarde gris de invierno. Vuelve a su mortaja, a su lugar de eterno descanso. No seré yo quien vaya a dejarle flores, ni tucas, ni una cajita de vino. Los muertos no necesitan nada de eso. El Lobo me mira.
- Decime que no te sentís un hijo de puta...
- Me que no te sentís un hijo de puta.
Nos despedimos y caminé las pocas cuadras hasta mi casa con la idea de llegar y escribir esto. Ahora estoy frente a la máquina y un escalofrío recorre mi espalda. Soy un traidor, un mentiroso y un cobarde y esto se me está yendo de las manos. Estoy perdiendo pie, estoy corriendo demasiados riesgos innecesarios y estoy a pocos milímetros de una línea que no quería cruzar. Pero del otro lado. Creo que es momento de ponerle a esto un punto final y olvidarnos del asunto. Volver al silencio perfecto e intentar no estallar ni reventar a otros en el camino. Y lo siento mucho, amigo Duke, pero nunca pude resistir la tentación de traicionar a un muerto. No es nada personal; es, aunque cueste creerlo, sólo una cuestión estética.