domingo, 31 de mayo de 2009

Crónica de la décima F.L.I.A.

Las cosas se volvieron raras. Muy raras. El primer puesto que comenzó a arder, fue el de los skins buenos. De golpe, todo en llamas. Fuego por todos los flancos. Yo volvía de intercambiar un par de cosas en un puesto y vi el fuego. Llegué hasta mi mesita, pero ya no había nada que salvar, solo unos papelitos naranjas quemados. Vi a unos hippies asustados correr con un termo sin saber muy bien hacia donde. No había lugar a donde huir, el fuego cercaba todo el estacionamiento de la facultad de sociales. Vi al Rey larva pasar corriendo con el pelo hecho fuego y gritando incoherencias mientras sacudía los brazos como si quisiera volar. No supe cómo reaccionar. Me colgué en el medio de todo este caos. Hacia donde ir? Pensé que lo mejor era ir a buscar a De posfay. No porque pensara que él supiese como actuar, sino para patearlo un rato. No tengo nada contra este buen hombre, hace años leí su libro Sed y me gustó mucho. Es uno de esos libro que te hacen sentir simpatía por el autor. El problema es más profundo. No es que me caiga mal. Nos hemos escrito algunos mails y todo. El problema es que nunca lo he visto y no sé como es, pero me imagino (no sé por qué) que es igual a Jorge Dorio.
Creo que cualquier persona normal debe tener una lista negra, su lista negra. Debe tener un top five de gente a quién le gustaría patear un rato. Hasta que sangren. Les tiro un par de los míos al azar:
1- Julián Weich.
2- Sofovich.
3- Jorge Rafael Videla.
4- Alguno de Smitten, porque me da la sensación de que son todos mulliditos, como los ositos cariñosos.
5- Jorge Luis Borges.

Ok. En esta no salió, pero uno que está indiscutidamente dentro de mi lista es Jorge Dorio. Una vez, lo escuché hablar sobre Nieztche en el panel del gran Hermano. Desde ese día se la tengo jurada. No me voy a ir de este estúpido mundo así, envuelto en llamas y sin haber golpeado a Jorge Dorio. Este engendro del demonio no estaba en la FLIA, lo más cercano a Dorio, dispuse en ese momento, era Guillermo De posfay.
Vuelvo a estar rodeado de llamas. Todo el lugar arde y la gente corre sin dirección. Pelean, se gritan unos a otros. En medio, corona esta escena infernal, el cuerpo chamuscado y sin vida del Rey Larva. Me quito el sombrero y lo apoyo con mi mano derecha en mi pecho. Adiós, viejo lobo de mar, peposo irredento, rey de la basura, adiós. Lo haré también por ti, amigo, patearé a De posfay hasta que sangre. Convertiré este sucio mundo que te servirá de mortaja, en algo un poco más bello. Por ti, camarada, grité con lágrimas en los ojos y partí hacia mi misión. Caminé entre las personas que iban y venían a los gritos, pateé un hippie en el camino, no por hippie, sino porque me daba la altura y el ángulo para dar un golpe preciso y lleno de gracia. Es que soy un declarado fanático de las cosas bellas. Cualquier cosa que sea bella es, también, absolutamente necesaria. Aunque sea una canallada, o un gran error, no importa, es absolutamente necesaria. Pisé a un perro y el muy maldito me tiró un tarascón en el tobillo. Sigo caminando, me caigo, vuelvo a levantarme. El calor es insoportable, me seco la transpiración de los ojos y me arde. No encuentro de De posfay y me falta el aire. Me sofoco. Caigo, me arrastro, se me cruza el viejito que daba la conferencia sobre revistas independientes y lo saco de mi camino de un cabezazo en la frente. Nada me va a detener, voy a encontrar al maldito De posfay. Sigo unos metros. Acepto mi destino. Miro con tristeza, sintiéndome perdido, el asfalto del estacionamiento. Moriré asfixiado en la décima FLIA, sin haber encontrado a De posfay. Ya acostado boca abajo sobre el asfalto caliente, entregado, siento una fresca brisa. Levanto la cabeza y veo una luz. Escucho que el viejito, que yace unos metros atrás, balbucea: Es él, nos vino a salvar. Y me mira con cara de viejito emocionado de la película Cocoon. Me acerco. Me mira a los ojos y dice: es él, es Guillermo, Guillermo De posfay. Me acerco un poco más y le doy otro cabezazo. Este sí lo tumba. Comienza la lluvia, la luz se eleva unos seis o siete metros del piso. La miro hasta que me enceguece. La voz de una chica grita: Gracias Guille, sos mi héroe. La luz da vueltas y se eleva hacia la galaxia infinita, dejando una lluvia torrencial que apaga el feroz incendio de la décima FLIA.
Desde el mismísimo instante en que la última gota apagó el último fuego, que estoy esperando la próxima FLIA. Para encontrar a Mr. De Posfay y agradecerle todo lo que hizo por todos nosotros. También, por supuesto, para ver el busto homenaje al Rey Larva. Me encantaría leer un poema en su honor y coronarlo rompiendo un envase de birra en su cabezota de concreto. También llevaría un par de putas gordas para que bailen en bolas entre la gente durante todo el tiempo que dure la FLIA y reciten todo su primer libro de poemas completo, de adelante hacia atrás y de atrás para adelante, repitiéndolo como un mantra. También llevaría un grabador de última generación para entregárselo a los hippies a modo de compensación por haber atacado a uno de los suyos, pero se los entregaría con una condición: nada de Silvio Rodríguez en la FLIA. Creo que será duro para ellos, pero es un trato justo. Por el viejo no me preocupo, quién sabe si lo dejarán salir del geriátrico para la próxima. Si lo dejan, igual, me va a encontrar afiladísimo. Me conseguí un Sensei tumbero que a fuerza de pulir y lustrar me revela día a día un poco más de este arte de guerra tucumano y, según sus propias palabras, estoy hecho un fiera. Se sorprende de los avances, dice que soy su mejor alumno, el más comprometido con esta milenaria y poderosa técnica de combate. El más responsable e intuitivo de sus alumnos. Él no lo sabrá nunca, pero la verdad es que todo su rollo casi místico con el tema de los cabezazos, me chupa un huevo. Solo quiero estar preparado para cuando me cruce con alguno de los de mi lista.

viernes, 22 de mayo de 2009

Siniestras cancioncitas pop

TRASH V

La muerte de todos los poetas

Dos perros rabiosos me acorralan en este oscuro rincón de la mesa. Dos perros conocidos. Ya en otras ocasiones me he enfrentado con ellos y sus babeantes hocicos. Son dos malditos perros de cuidado, son como los putos gemelos fantásticos de la Liga de la justicia. Solo que no se transforman en una cubeta de agua, ni en un halcón violeta. Ni tienen un chimpancé como alegre y agradecido siervo. Estas bestias inmundas me visitan de vez en cuando, solo para recordarme que están ahí. Que no hay clonazepán ni Hiram walker que los extermine y que serán parte de mi ser hasta que todo esto se acabe. De una forma u otra, alguna vez acabará. A veces los oigo aullar, a veces lloran desconsolados y otras veces (lamentablemente la mayoría de las veces), me ladran y me gruñen amenazadores. Dos malditos perros invisibles que me persiguen y me perseguirán hasta la punta de aquél cerro y, alguna vez, me obligarán a saltar.
Mr. Vértigo y yo tenemos una relación bastante extraña. Somos parte de lo mismo, somos algo extraño, siniestro, ominoso. Somos dos polos semiopuestos que se atraen. Puede que hayamos aceptado hace bastante que, a pesar de nuestras coincidencias, somos las dos caras de una moneda que hemos construido a fuerza de admiración y recelo en partes iguales. Somos sinceros el uno con el otro, y en cada charla hacemos sangrar nuestros corazones para beber nuestra sangre putrefacta y brillante. Hace tiempo, pasamos una tarde encerrados, recitando poemas de Bukowski a mi viejo grabador en un estado de ebriedad solemne. Siempre estamos jugando a quién está más cerca del borde. Siempre. Y no es una cuestión de competencia infantil, son reales coincidencias. Su hermano es mi hermano, y creo que los dos lo admiramos a él más que a nosotros mismos. Y eso es mucho decir, ya que entre los dos podemos llenar varios containers de vanidad y egoísmo. Aunque somos dos grandes maestros en el arte de la humildad fingida. Shhh... por lo que más quieras Fink, no hagas públicas tus impresiones parciales, no escribas sobre temas tan delicados... No muestres tus cartas, amigo, me dice la voz de nuestro hermano desde algún lugar de mi cerebro. Obedezco. Estoy desvariando, amigo, no me hagas caso... le contesto mentalmente. Desde mi mente, hacia mí mente. Hablo solo con voces de otros. Debe ser una señal de algo.
- Venezuela.- Dice Mr. Vértigo.
- Europa...
- Será porque sos muy blanco, Fink, sería volver a casa...
- Volver a casa?... puede ser... volver a casa...- y me quedé pensativo, observando el rabioso amarillo del semáforo. El colectivo abre sus puertas y bajo saludando rápidamente a Mr. Vértigo. Alguien me espera en algún lugar, creo, pero no estoy de ánimo para acudir a ninguna cita. Creo que mis malditos y juguetones perritos ya están comenzando su faena. Los siento lamer mis pies suavemente. Las vías del tren están muy cerca hoy, es más, creo que no estuvieron más cerca en ningún otro momento, pero logro calmar la sed de los cachorros. Solo quieren jugar. Solo hay que tirar la pelota lo bastante lejos como para que tarden en volver. Adiós, mis perrunos amigos, estoy seguro que nos veremos las caras otra vez. Por hoy es demasiado.
En mi contestador hay un mensajes. No lo entiendo, yo jamás pude dejar un mensaje en un maldito contestador. O sí, pero siempre por obligación y sin gracia alguna. Por eso me llama la atención que la gente me deje mensajes.
Mensaje uno: Hola, estoy en el cielo y quería saber cómo andan las cosas por la vieja comarca... no sé si sabrás que estoy pasando por un momento extraño y que no te quiero ni te necesito, pero es bueno saber que estás o, mejor dicho, que no estás pero estás... muaac! Sos un hijo de mil putas.(silencio) Si desea escuchar... Cuelgo. Mensaje de un teléfono desconocido. Una chica de voz ronca que se habrá confundido al marcar. El destino desvió el mensaje hasta la única persona que lo merecía. La justicia poética rompe la barrera de las telecomunicaciones y llega como una descarga de 220VW hasta mi cerebro a través de mis oídos, haciendo implosión. Pedazos de un espejo roto en mi cerebro caen como una lluvia de meteoritos, ruidos, ruidos y más ruidos. Y ninguna voz que cure ninguna piel. Hay que convertirse en espejo, dijo Mr. Vértigo hoy por la tarde. Pero de eso hace siglos en esta pizzería de viejos donde todo el mundo me mira extrañado mientras escribo en mi cuaderno de tapas negras. Si tuviese el pantalón sano y una noteboock en vez de un cuaderno, pensarían que soy un joven exitoso, pero el tema de la rodilla al aire, la barba crecida, el cuaderno gastado y la bic negra, me convierte, ante los ojos de los viejos habitué de esta gastada pizzería, en un loco, en un vago o en un drogadicto.
O lo que es peor: un poeta.
Escribo, como para no gritarles en la cara, escupirlos, romper los putos vidrios a patadas y terminar en la comisaría:

Por favor, por favor,
señores, por favor,
no crean que soy un poeta,
no comentan el vandálico acto
de creer
que los poetas existen;
son solo animales mitológicos
que alguna religión inventó
para no hacer dormir de noche
a sus crías,
o son solo el maldito cuco debajo de la cama.
Pero la verdad sea dicha:
Los poetas ya no existen,
se extinguieron,
se murieron,
todos.
Hace años que los encerramos en una isla,
solitos,
con sus libretitas,
cuadernitos
y lapicitos,
y sin cóctel, sin AZT, ni forros,
y les mandamos un mandril
que estaba infectado
todos, todos, todos
se contagiaron
con esa gloriosa plaga
que mandó Dios
Ningún poeta pudo evitar su destino:
Todos se enamoraron de ese simio mortal.
Nadie pudo con la tentación
del colorado y mierdoso culo
De nuestro peludo antepasado.
Ninguno pudo con su sed de peligro
Ninguno sublimó su impulso escalando el Éverest
Nadie siquiera pensó en nadar los doscientos metros estilo mariposa
Ni organizar un campeonato de ajedrez
Ni tejer,
Ni bordar,
Ni escribir,
Ni soñar...
Y esta es la historia
De la muerte
De todos los poetas
Y un simple simio...
Lástima por el mico...
Era la bestia más espantosa
De toda la existencia.

Superada la tormenta de perros gemelos invisibles, hermanos queridos, parroquianos necios, poetas muertos, Clonazepán y Hiram Walker; Fink Airlines sigue con su programación de vuelo habitual. Desestime cualquier carácter ofensivo que implique un directo ataque a la moral y las buenas costumbres ya que estas nociones no son válidas para nuestros viajes programados. Sepa disculpar esta deliciosa turbulencia... es que de eso están hechas nuestras vidas, y recuerde: en Fink Airlines, siempre pensamos en usted. Siempre.

viernes, 8 de mayo de 2009

TRASH IV

TRASH IV
La desintegración de Marcelo Rougger.

La noche, como cuervo furioso, picotea mi cráneo despabilándome. Esa es la llamada de la selva. Salir a jugar entre los autos, los colectivos, los charcos, la gente. Escuchar conversaciones de otros, anotar datos mentalmente, espiar lo que está leyendo el de adelante, esconderse hasta casi no existir para intentar descubrir la esencia del misterio humano. Alguien le dice a un celular, balbuceando, al borde del llanto: no, no le digas nada. No se tiene que enterar...que no, Romina, por favor... pero si es un pelotudo, Romina..., no le digas nada, por favor, no le digas nada. Y cortó con lágrimas de las gordas rodando hacia el infierno por sus pálidas mejillas. Una chica rubia a otro celular: Si... si?... qué bueno... yo también... ok, ok... dale...decile a Marta que se vaya a la concha de su hermana, que yo no soy su payaso personal, dale?... y que no existe... sí, decile... un beso, chau, chau, no me llamen más entonces, ni vos ni ella. Diez en actitud para la chica rubia, me generó una solidaridad instantánea. Maldita Marta. Beso, trofeo y medalla para la rubia.
Dos viejas que pasan caminando:
- A mí me gustan los floggers... antes que los de la cumbia villera, que son todos drogados y mala junta... por lo menos, estos andan limpitos....
- Pero no se sabe bien cuales son chicas y cuales son muchachos... son todos medios degenerados... a mí no me gustan...
Mi pregunta es: dónde, en qué lugar de la galaxia, todas estas líneas se juntan y arman la historia de la humanidad?. Todas estas pequeñas historias intrascendentes, todas estas palabras, lágrimas y mal gusto. Toda esa saliva, toda esa vida, toda esa energía... qué es? Qué significa? Este caos, esta sopa tibia de sangre, vísceras, pensamientos y palabras, hacia donde va? Qué es toda esta sed de existir? Las preguntas me acorralan como perros furiosos y no hay donde huir. Estoy vivo y casi enterrado. Estoy cayendo desde un décimo piso con paracaídas. Buy the ticket, take the ride, me grita un Hunter Thompson gordo y con una cajita de vino en la mano, desde un Torino negro con vidrios polarizados ; vive y sobrevive en esta jungla de Martas, cemento, floggers, emos, punks, caretas, rugbiers, straight edge, hippies, borrachines, poetas, amigos, enemigos, camiones y colectivos. Lo que ves, ni más ni menos, es lo que hay.
Me acodo en la barra y leo los carteles, pensando en lo que dijo la chica rubia. Que Marta se vaya a la concha de su hermana. Hay demasiadas Martas en este maldito mundo. Cada tanto suena esa maldita campana por alguna razón. Nunca supe si es porque alguien paga una ronda de cervezas o si es porque le dejaron propina al de la barra. No importa, tampoco. Odio esa maldita campana.
- Estimado Fink – Dice una voz a mis espaldas – Que sorpresa más grata verlo con tan buena salud... pensé que su amiga la torta ya lo habría ajusticiado a esta altura...- Me doy vuelta hacia la voz y lo veo, es él: el maldito Marcelo Rougger.
- Puede que me esté buscando... pero confío en mi buena estrella: miro hacia los dos lados y cruzo por la senda peatonal... tomo mis recaudos...- Enciendo un cigarrillo y tomo un sorbo de Ballantine´s sin hielo - qué hacés por acá?
- Deambulo entre la gente, como siempre, capturo polaroids de la instantaneidad vacua, mantengo la mecha encendida y digo frases cursis haciéndome el interesante – Me mira desde arriba de sus anteojos y se los acomoda con el dedo medio sobre el nacimiento de la nariz -, lo mismo que usted, mi amigo... veo con exuberante alegría que ha dejado su guarida para salir a cazar historias en la noche, siempre en busca de acción el viejo Fink.., en busca de fuego, de mierda..., de algo, de cualquier cosa..., cualquier cosa, antes que nada, no? Aunque esa cosa sea La nada... cualquier cosa... he leído su, digamos... “diario de internet”, o su “cuaderno trágico de la mundenaidad finkeana”, si prefiere... el otro día, vi que se amigó con la poesía... después de las barbaridades que le hemos escuchado decir sobre la poesía y los poetas... como siempre Fink, usted me sorprende, su grado de contradicción me sorprende... a usted no?
- ...- Solo pude sonreír y mirar hacia un costado.- Por qué me tratás de usted, pelotudo?
- Porque me plazzzzze, tío! – Dice pronunciando muchas zetas, intentando sonar como Sabina. Y siguió – Venga, chabal, vamo´ a vé... es que me estáishhh tocando iaaa... un poquito losh cohónesh!- Imitando a Santiago Segura en Torrente.
- Ok...- Digo, vencido.
- Decime, fink... te molesta mucho que te trate de usted? Porqué será que te jode tanto, no? Porque es una verdadera tontera... un tipo tan inteligente como vos, no puede molestarte tanto una cosa tan insignificante como un trato de cortesía... a un poeta como usted, mi amigo...
- Por qué no te tomás una cerveza y me dejás de romper las pelotas, Rougger?
- No tomo alcohol ni drogas, disfruto de mi lucidez... pero lo acompaño con buena charla, si le parece...
- ...
- Le parece. Perfecto... sabe qué?, yo lo aprecio, y sé que usted también... aunque le moleste admitirlo...
- Está todo bien...
- Si, pero lo que yo digo está más allá del “está todo bien”, a cuadras, a kilómetros del “está todo bien”... usted me necesita... yo lo leo...,si yo no lo leyese, no estaría ahora aquí, molestándolo pero inflándole el ego... años luz de distancia... – Aparece Runa, la chica de los sueños de todos, tapándole la boca y dándole un beso en la cabeza. Me saluda sin acercarse:
- Fink, tanto tiempo... cómo va?
- Runa... todo bien..., más que todo bien... mucho más que todo bien... a años luz de todo bien... – Digo sonriendo.
- Qué decís?- Pregunta.
- Nada... cosas de tu amigo.
- Ah... si molesto, me voy...
- Estábamos hablando de mi relación con Fink, en resumen...- Dice Rougger y ríe.
- Si es así, nenas..., las dejo solas. – Dijo sonriendo y guiñándome el ojo derecho.
Sonreí, giré sobre mis tobillos y los expulsé de mi vida, los desintegré, los reduje a cenizas. Adiós Runa, adiós Rougger, no los necesito. Me aburren. Me oxida la gente como ustedes. Y díganle a Marta que se vaya a la concha de su hermana. Yo tampoco soy su puto payaso.