viernes, 22 de mayo de 2009

Siniestras cancioncitas pop

TRASH V

La muerte de todos los poetas

Dos perros rabiosos me acorralan en este oscuro rincón de la mesa. Dos perros conocidos. Ya en otras ocasiones me he enfrentado con ellos y sus babeantes hocicos. Son dos malditos perros de cuidado, son como los putos gemelos fantásticos de la Liga de la justicia. Solo que no se transforman en una cubeta de agua, ni en un halcón violeta. Ni tienen un chimpancé como alegre y agradecido siervo. Estas bestias inmundas me visitan de vez en cuando, solo para recordarme que están ahí. Que no hay clonazepán ni Hiram walker que los extermine y que serán parte de mi ser hasta que todo esto se acabe. De una forma u otra, alguna vez acabará. A veces los oigo aullar, a veces lloran desconsolados y otras veces (lamentablemente la mayoría de las veces), me ladran y me gruñen amenazadores. Dos malditos perros invisibles que me persiguen y me perseguirán hasta la punta de aquél cerro y, alguna vez, me obligarán a saltar.
Mr. Vértigo y yo tenemos una relación bastante extraña. Somos parte de lo mismo, somos algo extraño, siniestro, ominoso. Somos dos polos semiopuestos que se atraen. Puede que hayamos aceptado hace bastante que, a pesar de nuestras coincidencias, somos las dos caras de una moneda que hemos construido a fuerza de admiración y recelo en partes iguales. Somos sinceros el uno con el otro, y en cada charla hacemos sangrar nuestros corazones para beber nuestra sangre putrefacta y brillante. Hace tiempo, pasamos una tarde encerrados, recitando poemas de Bukowski a mi viejo grabador en un estado de ebriedad solemne. Siempre estamos jugando a quién está más cerca del borde. Siempre. Y no es una cuestión de competencia infantil, son reales coincidencias. Su hermano es mi hermano, y creo que los dos lo admiramos a él más que a nosotros mismos. Y eso es mucho decir, ya que entre los dos podemos llenar varios containers de vanidad y egoísmo. Aunque somos dos grandes maestros en el arte de la humildad fingida. Shhh... por lo que más quieras Fink, no hagas públicas tus impresiones parciales, no escribas sobre temas tan delicados... No muestres tus cartas, amigo, me dice la voz de nuestro hermano desde algún lugar de mi cerebro. Obedezco. Estoy desvariando, amigo, no me hagas caso... le contesto mentalmente. Desde mi mente, hacia mí mente. Hablo solo con voces de otros. Debe ser una señal de algo.
- Venezuela.- Dice Mr. Vértigo.
- Europa...
- Será porque sos muy blanco, Fink, sería volver a casa...
- Volver a casa?... puede ser... volver a casa...- y me quedé pensativo, observando el rabioso amarillo del semáforo. El colectivo abre sus puertas y bajo saludando rápidamente a Mr. Vértigo. Alguien me espera en algún lugar, creo, pero no estoy de ánimo para acudir a ninguna cita. Creo que mis malditos y juguetones perritos ya están comenzando su faena. Los siento lamer mis pies suavemente. Las vías del tren están muy cerca hoy, es más, creo que no estuvieron más cerca en ningún otro momento, pero logro calmar la sed de los cachorros. Solo quieren jugar. Solo hay que tirar la pelota lo bastante lejos como para que tarden en volver. Adiós, mis perrunos amigos, estoy seguro que nos veremos las caras otra vez. Por hoy es demasiado.
En mi contestador hay un mensajes. No lo entiendo, yo jamás pude dejar un mensaje en un maldito contestador. O sí, pero siempre por obligación y sin gracia alguna. Por eso me llama la atención que la gente me deje mensajes.
Mensaje uno: Hola, estoy en el cielo y quería saber cómo andan las cosas por la vieja comarca... no sé si sabrás que estoy pasando por un momento extraño y que no te quiero ni te necesito, pero es bueno saber que estás o, mejor dicho, que no estás pero estás... muaac! Sos un hijo de mil putas.(silencio) Si desea escuchar... Cuelgo. Mensaje de un teléfono desconocido. Una chica de voz ronca que se habrá confundido al marcar. El destino desvió el mensaje hasta la única persona que lo merecía. La justicia poética rompe la barrera de las telecomunicaciones y llega como una descarga de 220VW hasta mi cerebro a través de mis oídos, haciendo implosión. Pedazos de un espejo roto en mi cerebro caen como una lluvia de meteoritos, ruidos, ruidos y más ruidos. Y ninguna voz que cure ninguna piel. Hay que convertirse en espejo, dijo Mr. Vértigo hoy por la tarde. Pero de eso hace siglos en esta pizzería de viejos donde todo el mundo me mira extrañado mientras escribo en mi cuaderno de tapas negras. Si tuviese el pantalón sano y una noteboock en vez de un cuaderno, pensarían que soy un joven exitoso, pero el tema de la rodilla al aire, la barba crecida, el cuaderno gastado y la bic negra, me convierte, ante los ojos de los viejos habitué de esta gastada pizzería, en un loco, en un vago o en un drogadicto.
O lo que es peor: un poeta.
Escribo, como para no gritarles en la cara, escupirlos, romper los putos vidrios a patadas y terminar en la comisaría:

Por favor, por favor,
señores, por favor,
no crean que soy un poeta,
no comentan el vandálico acto
de creer
que los poetas existen;
son solo animales mitológicos
que alguna religión inventó
para no hacer dormir de noche
a sus crías,
o son solo el maldito cuco debajo de la cama.
Pero la verdad sea dicha:
Los poetas ya no existen,
se extinguieron,
se murieron,
todos.
Hace años que los encerramos en una isla,
solitos,
con sus libretitas,
cuadernitos
y lapicitos,
y sin cóctel, sin AZT, ni forros,
y les mandamos un mandril
que estaba infectado
todos, todos, todos
se contagiaron
con esa gloriosa plaga
que mandó Dios
Ningún poeta pudo evitar su destino:
Todos se enamoraron de ese simio mortal.
Nadie pudo con la tentación
del colorado y mierdoso culo
De nuestro peludo antepasado.
Ninguno pudo con su sed de peligro
Ninguno sublimó su impulso escalando el Éverest
Nadie siquiera pensó en nadar los doscientos metros estilo mariposa
Ni organizar un campeonato de ajedrez
Ni tejer,
Ni bordar,
Ni escribir,
Ni soñar...
Y esta es la historia
De la muerte
De todos los poetas
Y un simple simio...
Lástima por el mico...
Era la bestia más espantosa
De toda la existencia.

Superada la tormenta de perros gemelos invisibles, hermanos queridos, parroquianos necios, poetas muertos, Clonazepán y Hiram Walker; Fink Airlines sigue con su programación de vuelo habitual. Desestime cualquier carácter ofensivo que implique un directo ataque a la moral y las buenas costumbres ya que estas nociones no son válidas para nuestros viajes programados. Sepa disculpar esta deliciosa turbulencia... es que de eso están hechas nuestras vidas, y recuerde: en Fink Airlines, siempre pensamos en usted. Siempre.

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