miércoles, 8 de abril de 2009

Trash II

En un cometa hacia las rocas

Lo primero que recuerdo, después de mi encontronazo con Claudia, es que el erre 12 corría y corría por las calles del suburbio y nosotros, trágicos y bellos, nos sentíamos en la cima de la creación. Dos ilustres desconocidos viajando en la ruta de la noche eterna antes del fin del mundo. Fumábamos, recios, cada uno mirando hacia su lado, perdidos en nuestros pensamientos más penetrantes y lúgubres. La noche no caía entre nuestros dedos como pequeños e insignificantes granos de arena, sino que su masa íntegra se desintegraba al hacer contacto con nuestras manos de fuego. Las esquinas pasaban junto los faroles, los carros, los perros, los gatos, las putas y los nenes aspirando poxi-ran en bolsitas tristes. El mundo te pega patadas repentinas en la conciencia todo el maldito tiempo, pero nosotros estábamos preparados para que eso no nos afecte. No veíamos la luna, solo el techo del erre 12 celeste, y con eso nos alcanzaba. Las luces se veían brillantes, casi cegadoras, el frío ya no se sentía después del tercer trago de Criadores etiqueta negra, y las sombras de los árboles reflejaban figuras cada vez más interesantes en el asfalto gris iluminado malamente por una tenue luz anaranjada.
- Fink – Dijo repentinamente el Lobo
- Qué?
- Seguís escribiendo?
- Más o menos..., por?
- Porque se me ocurrió una idea buenísima para un cuento... y como a mí no se me da por escribir, quería que lo escribas vos.
- ...
- Escuchá: dos tipos planean robar un banco; dos pelagatos, dos muertos. No tienen idea los tipos... Qué hacen?... eh?... un pacto con el diablo. Le piden que se de lo del robo y que los deje vivir hasta los cien años para disfrutar la guita. Se los concede y a los cien años, el diablo quiere cobrar su pacto...
- Y?
- Y lo logra. Los dos tipos se van tranquilos y felices por haber disfrutado la guita, las putas, la merca y todo lo demás.
- Ahh...
- Pero eso no es todo, porque lo interesante del cuento, mi estimado amigo, es el monólogo que hacen cada uno de estos dos viejos de cien años antes de morir...
- Y qué dicen?
- No sé... cualquier pelotudéz... si ya está... cualquier ganzada que pongas en el medio con un cuarto de vuelo poético, va bien... te hacés un poco el raro, hablás de la cuadratura del círculo, la piedra filosofal de la concha del pato y listo... hasta te podés ganar un premio y todo...
- ...
- Boludo, te estoy dando un sachet vacío para que lo completes, una estructura, la historia del diablo y todo lo demás no es más que un soporte de lo verdaderamente importante que es lo que van a decir estos dos pelotudos antes de morir... Está estructurado para que cualquier cosa media misteriosa que digan estos tipos, sea maravillosa...
- Y si no dicen nada...? Sería mucho más interesante...
- Si no dicen nada, el puto cuento es tuyo y no mío, Fink!, andá a cagar!
- Pero lo tengo que escribir yo...
- No. Vos no escribís nada, vos funcionás como mi escribiente, entendés?
- …
- Por ejemplo, que uno de los viejos diga... Mi vida fue como ir en un cometa hacia las rocas... es más: ese debe ser el título del cuento... o la novela, por qué no?
- Muy buen nombre – Dije convencido y con un hectolitro de envidia.-, muy bueno... funcionaría también como obra de teatro... no lo pensaste?
- Por supuesto, mi estimado Fink, por supuesto...- Y me guiñó el ojo con una mueca inconfundiblemente malévola. El viejo y sonriente Lobo; su delirio estallaba en una intensidad estéril y estrepitosa, ya que yo no me prestaría para semejante fantochada literaria.
Después de esto, seguimos sumidos en nuestros respectivos pensamientos, mientras el erre 12 celeste devoraba asfalto y tragaba litros y litros de nafta común y la noche nos acogía en su seno como una madre. Una madre bella, tibia e incestuosa que se paseaba en portaligas y susurraba sucias fantasías a nuestros oídos.
Las esquinas seguían pasando junto los faroles, los carros, los perros, los gatos, las putas... Saco la cabeza por la ventanilla y veo la luna por primera vez en esta negra noche invernal, siento el viento helado en la cara, en el pelo, en el cuerpo. Aúllo y escucho que desde adentro del erre 12 celeste, el Lobo no me acompaña en este coro nocturno y desafinado. Él espera que ella le aúlle a él.
Vuelvo a meter mi cabeza al auto y automáticamente el Lobo enciende el stereo. Por un instante, en mi mundo todo se vuelve negro, cierro los ojos y sonrío, me recuesto en el asiento. Por los parlantes, sale algo saturada y a todo volumen, la oscura, grave e inconfundible voz de Tom Waits. Vuelven de a poco los colores. Tom arremete contra su propia soledad y canta a su modo, desde algún oscuro departamento alquilado: ”Afuera, otra Luna llena le hace un agujero amarillo a la noche, yo trepo por mi ventana y bajo hacia la calle, voy brillando como una moneda de diez centavos nueva”. Marco el ritmo con la cabeza, moviéndola hacia arriba y hacia abajo. Tom sigue atrapado en esa ciudad buscando todas las noches a alguien que no encuentra en los trenes que van y vienen durante toda la noche. Le dice a ese alguien a quien no encuentra: “Conozco tu ventana y sé que es tarde, conozco las escaleras y el camino hasta tu puerta...” Abro los ojos a un mundo de nuevo en colores, las tinieblas desaparecieron por completo. La canción sube en el estribillo y acompaño a Tom con el coro: “Voy a verte esta noche, en el tren del suburbio, donde cada noche es lo mismo...”
- Tom Waits salvó mi vida – Le digo al Lobo, ya recuperado por completo.
- Qué? – Dice entre el ruido.
- Que Tom Waits – dije, en voz más alta- salvó mi vida...
El lobo se limitó a sonreirá y asentir con la cabeza con una exagerada sonrisa en su rostro. No entendió nada de lo que dije, pero hizo como que sí. Así parecen ser las cosas cuando vas en un cometa hacia las rocas. Y a mí, la verdad, me parece fantástico.

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